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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 10 de abril de 2018

GALLETAS








GALLETAS

Las hay de diversos tamaños, formas y sabores – de soda, de avena, de azúcar, de mantequilla, de chocolate chip, de vainilla, de chocolate, de almendras, de queso, en fin, para todos los gustos y presupuestos –desde los macaroons franceses hasta las galletas de casco locales.  Las niñas escuchas tienen una campaña anual en la que venden galletas para recaudar fondos.  Mis favoritas son las shortbread, que de hecho, se parecen en sabor a unas holandesas que se producían hace años y ahora se reproducen en una versión local que se les asemeja.  Las originales eran marca Bader’s y venían en una lata redonda alta, dividida en 3 ó 4 pisos.  Papi y yo solíamos disfrutarlas poco a poco, tratando de retrasar el momento inevitable en que llegaríamos al fondo. 

En estos días ha salido a relucir otro tipo de galleta, porque la palabra tiene una acepción no comestible.  Se trata de la galleta que se propina con la mano abierta, al rostro de otra persona, es decir, una bofetada o cachetada.  Eva Ayala, portavoz de la organización Educamos, colocó en su cuenta de Facebook un mensaje que lee “No me importa decir lo que pienso…deseo darle un galletazo a Julia Keleher”.  Las reacciones no se hicieron esperar.  Hubo quien se ofreció a unirse a la fiesta de galletas-no de las que se comen, así como los que criticaron el comentario y la reacción de la propia Keleher de acudir a las autoridades por entender que había habido una amenaza.

Desde el punto de vista legal, no creo que Keleher vaya a llegar muy lejos con su alegación.  Desear no es lo mismo que indicar que se llevará a cabo una acción.  Creo que la mayoría de nosotros -incluyendo a yours truly que se considera pacifista- hemos deseado darle un buen galletazo a alguien, pero no llegamos a llevarlo a cabo y ni siquiera lo verbalizamos.  Comienzo por indicar que puedo entender el coraje que siente esta líder, al ver que se toman decisiones sin consultar adecuadamente a las personas que serán afectadas de forma directa por los cierres de escuelas.  No podemos perder de vista que hay personas que viven en sectores aislados, para quienes trasladarse a otra escuela representa grandes sacrificios.  Encima de esto, la secretaria Keleher ha exhibido un comportamiento desdeñoso e impaciente con padres y maestros.

Admito que no es fácil –Keleher tiene presión por todos lados, empezando por decisiones que le han sido impuestas a ella misma y está inmersa en una cultura que pese al esfuerzo encomiable que hace por expresarse en español, no puede entender a cabalidad porque llegó desde las esferas de poder, luego de trabajar bajo contrato con el Departamento de Educación.  Ahora sigue bajo contrato, esta vez con la Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal (AAFAF), con una compensación de $250,000 que dada nuestra situación fiscal  ciertamente puede provocar deseos de darle un galletazo a quien ofreció pagar esa cantidad.

Son muchas las personas que se sienten indignadas por la forma que este gobierno toma decisiones, sin demostrar estar a la altura de las circunstancias.  De ahí nace ese deseo de zumbarle un galletazo a alguien.  ¿Recuerdan el caso del “tipo común”, que le lanzó un huevo a Fortuño? Pues es la misma frustración.  En el caso del “tipo común” no se limitó al deseo, sino que lo llevó a cabo, lo que constituye legalmente una agresión. Los que tienen menos poder utilizan formas de expresión que reflejan la impotencia que se siente al ver que se toman decisiones que les afectan, sin tomarles en cuenta.  El país entero está inmerso en esta gran frustración colectiva, tras los actos que se han precipitado luego de la decisión del caso Sánchez Valle y las actuaciones post-María del gobierno local y el federal, encabezado por su presidente, que genera en muchos la fantasía –nótese que dije fantasía- de que alguien le propine un buen galletazo con un rollo de papel toalla.

En el caso de Eva Ayala, hay varios aspectos inquietantes en su mensaje.  En primer lugar, ella es portavoz de una organización que se llama Educamos.  La palabra tiene la connotación de instruir, de adquirir conocimientos.   Cuando nos educamos, aspiramos a ser mejores personas.  Su mensaje comienza con expresar que no le importa decir lo que piensa.  No hay dudas de que nadie puede interferir con nuestro pensamiento y que en nuestra sociedad, hay un derecho a expresarse con libertad –es un derecho fundamental.  Ahora bien, una cosa es el derecho y otra es lo que resulte en un beneficio colectivo.  Cuando representamos un grupo, debemos ejercer juicio en las expresiones que hacemos, porque podemos perjudicar las gestiones en pro de ese grupo.

Insistir en expresar lo que se piensa, sin tomar en cuenta las consecuencias, es un acto de inmadurez -los niños y algunos adultos inmaduros- hablan sin medir las consecuencias de sus palabras.  En el caso de estos últimos, asumen la actitud de “ya lo dije, ¿y qué?”.  Pues no calcular los efectos tiene consecuencias.  Una de ellas es que no se adelanta nada en el proceso de diálogo.  Ninguna persona a la que hayamos manifestado públicamente –porque lo que se pone en Facebook es público, aunque lo publiquemos sólo para nuestras amistades- va a sentirse en disposición de dialogar con alguien que ha verbalizado el deseo de agredirle físicamente. No podemos esperar grandes cambios en el pensamiento del opresor, si lo enfrentamos con sus mismos métodos –en este caso la violencia verbal. Martin Luther King dio cátedra en esto.

La situación del país es una de alta tensión por el estado de sus finanzas, que afecta directamente a sus ciudadanos de las clases más empobrecidas y de clase media.  Los Pesquera, Higgins III, Carrión (en sus versiones I, II y III), Keleher y Jaresko no se afectan.  Nos toca a los que miramos el panorama completo, sobre todo a los educadores, señalar los errores y sugerir la forma de corregirlos desde un lugar estratégico, teniendo en cuenta que somos observados.  Todo lo que digamos será evaluado y una palabra puede derrotar nuestro objetivo.

Escuché una expresión cubana, que proviene a su vez de una española -“el horno no está para bollos” (panecillos).  Los cubanos la transformaron en “el horno no está para galleticas”. Lo que quiere decir es que el horno está demasiado caliente y si metemos las galletas, se van a quemar.  Pues nuestro horno está en HI y el país está en tremendo bollo, por lo que tenemos que tener mucho cuidado con lo que hacemos con las galleticas.

10 de abril de 2018


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