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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 23 de febrero de 2018

SE PERDIÓ




SE PERDIÓ
Mi papá decía que el sentido común es el menos común de los sentidos.  Doy fe que hace tiempo, mucho antes de María, se ha perdido el sentido común a nivel colectivo.  No entro a discutir esto en particular, porque no es lo que motiva este escrito, que es un suceso que me hizo confirmar que hay otro sentido perdido por ahí – el sentido del ridículo.  Desde hace días se ha estado anunciando la apertura de una tienda en Plaza las Américas, lo cual ha creado gran expectativa entre sus seguidores.  Tanta afición hay a esta tienda que muchas mujeres se denominan a sí mismas como marshaleras o marshalianas.  No tengo nada en contra de la tienda; de hecho, he visitado otras sucursales en algunas ocasiones. 

Comprar ropa en esa tienda me agobia, porque debo pasar por decenas de percheros, buscando algo que me atraiga, que esté disponible en mi talla petite y que no esté roto, manchado, descosido o tantas veces manoseado que se vea como algo adquirido en segundas manos.  Solía comprar zapatos, pero casi no traen mi tamaño (5) y cuando los hay, son en colores como shocking pink o verde chatrés – la palabra es chartreuse, pero todos decimos chatrés.  Dicho sea de paso, ese me parece un color espantoso –le queda bien al .005% de la población.

En cuanto a los artículos de decoración, no suelo cambiar la decoración.  Los muebles, cuadros y piezas de cerámica o tallas hechas por artesanos que tengo me dan un sentido de pertenencia, de que los objetos que me acompañan tienen una historia.  No están ahí meramente porque se ven bonitos, sino porque su presencia me recuerda el talento de nuestros artistas o la experiencia que tuve al adquirirlos.  No sé, no siento lo mismo con comprar un cachivache que está en un anaquel, rodeado de otros cachivaches sin alma.

Lo que sí me encanta de la famosa tienda son los artículos de cocina –utensilios para facilitar el batido o manejo de los alimentos, pastas con formas y colores interesantes, aceites que provienen de Italia o Grecia y por lo tanto, me recuerdan mis viajes – los paisajes, la comida auténtica, con sus aromas y colores. Mi última compra fue un botellón de aceite de oliva extra virgen procedente de Italia.  Cuando hago platos italianos, ese es el que uso.  Pero eso sí, no se cayó el mundo cuando la tienda a la que suelo ir fue arrasada por María.  Si no puedo comprar el aceite más fino, uso otro que compro en el supermercado.  Ninguno de mis comensales va a notar la diferencia.

Parece que a mucha gente sí se le cayó parte de su mundo cuando no pudieron visitar su tienda favorita, lo cual ocasionó que ayer acudieran en masa a la inauguración de la nueva tienda en Plaza las Américas.  Según reseña El Nuevo Día hoy y vi en el noticiario de ayer, había gente haciendo fila desde las 5 de la madrugada, esperando a que abriesen la tienda.  No perdamos de perspectiva que a las 5 de la madrugada está haciendo un frío pelú y una ventolera que para yo afrontarlos tendría que ocurrir algo de verdadera envergadura.  Ahí no queda la cosa.  Dice el periódico que una de las entrevistadas manifestó que “yo no me voy de aquí, pero si Marshalls se fuera de Puerto Rico, no sé”.  Difícil de creer, pero así está –busquen la página portada de la sección de negocios.

Es ahí que me di cuenta que se ha perdido el sentido del ridículo. ¿No será que hay un virus en forma de malvavisco – es decir, marshmallow que ha invadido el cerebro de una parte de la población y le elimina el sentido del ridículo?  Espero encuentren la vacuna pronto.


23 de febrero de 2018

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