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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

jueves, 6 de julio de 2017

GUINEÍTOS








REFLEXIONES EN TORNO A UNOS GUINEÍTOS

Hace unos días vi en Facebook uno de esos mensajes positivos que disfruto, el cual exhorta a tomar unos minutos cada día para dar gracias por todo lo que se tiene.  Hace muchos años que aparto algún tiempo para agradecer las muchas bendiciones que he recibido, pero hace tan sólo casi dos que comencé un diario de agradecimiento.  Todos los días, salvo uno que otro desliz, escribo algo por lo que estoy agradecida.  Hay agradecimiento por lo grande, como la vida, los sentidos, los padres extraordinarios que tuve y los amigos que constituyen la familia que he escogido.

Por momentos, quedo pensativa, sin vislumbrar por qué exactamente voy a dar gracias.  Esos son los momentos de dar gracias por el café, por los silencios, por el descanso.  Nada como una noche de insomnio para percatarnos de la bendición que es una noche de sueño reparador.  Hoy me enfoqué en el agradecimiento por unos guineítos que me trajo mi prima Socorrito – ella de por sí es motivo para otro agradecimiento, pero ese será otro escrito.  Como eran muchos guineítos para mí sola decidí hacerlos en escabeche y así podría compartirlo con otras personas.

Preparar los guineítos me hizo pensar en la bendición que es la hermosa costumbre que tenemos en nuestro país de compartir algo sencillo –un aguacate, unos limones, ¡unas guayabas!, unas mallorcas, quenepas, plátanos, ¡panapén!, una “yunta” de pasteles, un pedacito de bizcocho, de flan, de coquito, una rosa del jardín –es eso que nos llega de improviso, de manos de un pariente o un vecino.  Esos son pequeñas bendiciones, a las cuales tal vez no les damos la importancia que tienen.

La reflexión de los guineítos me llevó a pensar en bendiciones un poco más elaboradas, como los platos que mi amiga Leila compartía conmigo.  Uno de ellos era el pie  de pollo –la versión casera de un plato tradicional norteamericano: chicken pot pie. De vez en cuando me llamaba para avisarme que había preparado varios y pasara a buscar mi ración, llamado al que acudía presta y gozosa.  Sentarme a disfrutar uno de esos pies era un deleite –una masa de pastel doradita, tostadita, que solía rendir para que me durara con cada bocado del interior.  Dentro del pastel, que debía abrir con cuidado para no quemarme con el vapor, había trozos de papa, zanahorias, apio americano, cebolla, todos frescos, con maíz y guisantes, combinados con pedazos de pollo.  Casi siempre mi paladar terminaba en tiritas, porque no podía esperar a que el pastel se enfriara para disfrutarlo.

Leila compartió conmigo muchas delicias y debo decir que yo también compartí con ella platos que confecciono con el mismo entusiasmo y amor por la cocina.  Aprendí a hacer los pies y hoy precisamente preparé varios, que congelé para hornearlos luego.  Mientras los preparaba tuve a Leila muy en mente –ella es de esas bendiciones mega especiales y como mi prima Socorrito, aparece varias veces en mi diario de agradecimiento.

Los guineítos me llevaron a pensar en las bendiciones grandes y  pequeñas que recibo cada día.  Por ellas, doy gracias.



6 de julio de 2017

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