HOSTIGAMIENTO
SEXUAL
No
pensaba escribir sobre esto hoy. Pensaba
enfocarme en lo positivo, no lo negativo y de hecho, ya elaboré el escrito que
tenía pensado, en una nota más positiva.
No obstante, en una conversación que sostuve ayer con mi amiga Thalía,
en la cual abordamos el tema, me dijo: “tienes que escribir sobre esto
mañana”. Yo sé por qué me lo dijo. En primer lugar, es partidaria de
educar. Además, ella sabe que dediqué
varios años de mi vida a orientar sobre este tema e incluso a combatir el
discrimen. El hostigamiento sexual es una de sus modalidades. Ella sabe que considero abominable el
hostigamiento sexual.
Durante
el tiempo que laboré en la agencia de la que me jubilé hace poco más de un año,
ofrecí talleres a empleados y supervisores de todos los niveles, sobre el tema
de discrimen, incluyendo hostigamiento sexual.
Poco a poco se fue diseminando el mensaje, que es uno de los requisitos
de la ley 17 de 1988. La ley exige además,
que se establezca un procedimiento para la presentación y procesamiento de
querellas, el establecimiento de medidas cautelares y sanciones en caso de que
se demuestre que el hostigamiento sexual ocurrió.
Al
principio había resistencia, particularmente en el caso de los supervisores. Esa resistencia era producto del miedo a
lidiar con una situación para la cual no se sentían preparados, pese a que el
mensaje se difundió en persona a través de las oficinas centrales y las regionales. Mientras más escolaridad tenían, más le
buscaban las 5 patas al gato, así que decidí preparar un manual dirigido
específicamente a supervisores, sobre cómo llevar a cabo investigaciones de
discrimen, incluyendo el hostigamiento sexual.
Recuerdo
claramente uno de esos supervisores, que dirigía un área administrativa en una
oficina regional. Era un hombre
prepotente y hostil –en eso no discriminaba– era hostil con todo el mundo. Asistió al taller para supervisores sobre cómo
llevar a cabo las investigaciones y se le entregó copia del manual. Como a los tres meses una empleada de esa
división fue a mi oficina y relató que estaba confrontando una situación de
hostigamiento sexual con un empleado y había acudido al supervisor –sí, el
prepotente, quien le indicó que si no tenía testigos no se molestara en
presentar una querella. Imagino que mi
cara quedó como la imagen de un emoji sorprendido.
Este
supervisor estuvo en el taller y se le entregó copia del manual, preparado en
forma de preguntas y respuestas. La
pregunta número 11 dice: ¿Es cierto que para poder probar un caso de
hostigamiento sexual se necesitan testigos?
La contestación es No y va seguida de una explicación. Evidentemente este supervisor no prestó
atención a esto, o decidió que sabía más que yo en torno al asunto.
Otro
problema frecuente era la resistencia de los empleados a abstenerse de hacer
bromas de naturaleza sexual en el ámbito de trabajo. Las bromas por si solas no van a constituir
hostigamiento sexual –tiene que haber alguien que eso le resulte ofensivo, pero
sin lugar a dudas presentan un gran riesgo.
Como siempre dije, el ámbito de trabajo es un campo minado, donde los
compañeros pueden llevarse bien hoy y mañana no. No me puedo explicar por qué la gente está
dispuesta a asumir ese riesgo.
Con el
tiempo se redujeron las querellas por hostigamiento sexual y ya no se veía la
manifestación más burda, que es en la que se le hacen requerimientos de favores
sexuales a una persona. Si acaso se veía
la modalidad de ambiente hostil –el que se genera precisamente por las bromas y
comentarios de naturaleza sexual. Con la
generalización de los medios electrónicos, algunas personas compartían vídeos
de naturaleza sexual en su área de trabajo.
Queda de parte de los supervisores estar en alerta para evitar cualquier
conducta que pueda desembocar en una queja por hostigamiento sexual. Cabe destacar que cuando el hostigamiento
sexual es entre empleados del mismo nivel el patrono responde si conocía de la
situación y no hizo nada para evitarlo.
Cuando el hostigamiento sexual es por parte de un supervisor, el patrono
siempre responde.
La
confusión que existe en algunas personas emana de la confusión general que
impera en nuestra sociedad. Los medios nos bombardean con imágenes sexuales. A las mujeres se les exhorta a verse sexy y en cierta forma, muchas sienten que recibir miradas por su cuerpo es
siempre positivo, aunque se trate de miradas inapropiadas en el ámbito de
trabajo. Una cosa es verse atractiva y otra cosa es que nos dejen los ojos
pegados en el trasero. Por otro lado,
muchos hombres intentan justificar su conducta, alegando infructuosamente que
la mujer lo provocó. Como decía en mis
talleres –un impulso sexual es un impulso como cualquier otro. En el área de trabajo, los impulsos sexuales
se frenan –es sencillo.
Todo esto
se repite a la saciedad y soy consciente que muchos patronos toman medidas para
orientar al personal sobre este tema.
Entonces sale a la luz el caso del alcalde de Guaynabo City y una se cuestiona cuánto en verdad
hemos avanzado. Desde hace tiempo se
rumoraba que existía un patrón de hostigamiento sexual por parte del alcalde y
su hijo, quien no era empleado del municipio pero lo frecuentaba. Es indiscutible que en un municipio no existe
autoridad mayor que la del alcalde. En
el caso de Guaynabo City, se trata
además de una figura de mucho poder en su partido. Frente a esto, la mayor parte de las mujeres
se sentirían más que intimidadas.
Según lo
que ha trascendido en la prensa, se trata de una policía municipal que mantuvo
una relación consensual con el alcalde.
Una vez esto se conoce, ya muchos dejan de razonar y empiezan a criticar
los actos de la mujer, catalogándola de ramera –para usar una palabra más elegante,
pero la que usan es otra, buscona; que se merece lo que ocurrió porque “un
hombre llega hasta donde la mujer se lo permite”. Lo más triste de todo es que muchos de estos
comentarios provienen de otras mujeres –adiós solidaridad.
Es
preciso analizar el asunto por partes.
Primero el aspecto de la relación consentida entre esta empleada y el
alcalde, que es un hombre casado. Es curioso que muchos colocan el foco en ella
y no en el alcalde. El casado es él, así
que en primer lugar, le falló a su esposa.
En el caso de la empleada es innegable que su conducta es impropia. Sabía que él era casado y aún así, cedió a
sus avances, como ocurre con miles de mujeres.
Los hombres infieles recurren a toda suerte de argumentos –tu eres la
mujer de mi vida; mi esposa no me comprende –esta es clásica; ya nuestro
matrimonio es sólo una farsa… En el caso
del alcalde, tenía la excusa perfecta para permanecer casado –divorciarse le
podía afectar políticamente.
Por las
razones que fueren, la mujer decide terminar la relación, pero el alcalde sigue
insistiendo. Y aquí es donde mucha gente
se equivoca sobremanera. El hecho de que
ella hubiese consentido en un momento no quiere decir que lo tiene que seguir
haciendo. Es como los divorcios –ya se
divorció –no tiene que seguir aguantando.
Peor aún, parece que no sólo había hostigamiento sexual, sino también
agresión y hasta violación. Cualquier
acto incorrecto de la víctima al consentir inicialmente no justifica los actos
que se le imputan al alcalde.
Las
razones para haber tardado en hacer las denuncias también son comunes en estos
casos. La víctima no quiere que todo el
asunto se sepa; prefiere que el problema se resuelva tal vez con un
traslado. También piensa que en un
futuro las cosas van a mejorar.
Usualmente ocurre algo que pasa a ser el detonante. La víctima no tolera más y decide hablar. No sé cual fue el detonante, pero algo debió
ocurrir que finalmente colmó la copa.
El asunto
de la compensación económica no es el verdadero motivo en un caso real de
hostigamiento sexual. En el caso de
quien fabrica una querella, usualmente no resulta exitosa. Probar un caso de hostigamiento sexual no es
tan sencillo. Obviamente, la víctima real siente que de algún modo el agresor
debe pagar por lo que hizo y la ley provee para ello- tanto aquí como en el
foro federal. En este caso, no hay
dinero que compense las angustias que esta mujer pasó, ni las que sigue
pasando, particularmente ahora que es objeto de juicios por parte de otras
mujeres.
Es
lamentable que precisamente en estos días salga a la luz una situación que
llevaba ocurriendo por años y que tanto hombres como mujeres se sientan que
pueden mancillar a otro ser humano por el mero hecho de que se encuentra en una
situación vulnerable. No hay duda que
aún nos falta un largo trecho por recorrer como seres humanos.
8 de
marzo de 2017