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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

martes, 26 de diciembre de 2023

Amor en una receta

 



AMOR EN UNA RECETA

Durante esta época he  disfrutado de la lectura del folleto de la temporada de Adviento de Unity, que han titulado “La más dulce Navidad”. Lo he incorporado a mi rutina de  La Palabra Diaria, la cual no me puede faltar.  Hace dos domingos un escrito capturó mi atención en la primera línea: “Cocinar y hornear es una de mis actividades favoritas.” El artículo se titula Amor y sin duda, cocinar y hornear es una de las maneras en que suelo manifestar amor.  La autora, la Rvda. Teresa Burton relató una anécdota personal sobre una receta que había compartido hacía años con una amiga que hacía tiempo no veía.  La amiga la llamó porque perdió la receta de unas bolas de Navidad que le había copiado en una tarjeta.

La autora ofreció enviarle la receta por correo electrónico y la amiga le dijo que prefería que le copiara la receta y le manifestó: “Me gustaba tener tu letra.  Todos los años veía esa tarjeta, hacía esa receta y pensaba en ti”.  Se me aguaron los ojos en ese momento, y aún ahora, escribiendo estas líneas, se me vuelven a aguar.  He guardado recetas que me han compartido otras amigas.  Una de ellas, me la dictó por teléfono y no tiene su letra, sino mi propia y  casi imposible letra, que a veces hasta a mí me da trabajo descifrar.  Cada vez que veo la receta, pienso en mi amiga Leila, que lamentablemente falleció hace varios años y a quien recuerdo a menudo, particularmente cuando preparo la receta que me dictó.  Pero hay otra receta que tiene una relevancia aún mayor con respecto a la publicación que leí y por ello adorna este escrito.

Elena y yo somos amigas hace más de 40 años.  Su esposo y mi ex estudiaron juntos en escuela superior. Nuestra amistad ha sobrevivido a cambios, mudanzas, retos de salud y hasta mi propio matrimonio.  Solíamos embarcarnos en proyectos culinarios y compartir recetas.  Una de esas recetas es lo que ella llama mantecaditos de nueces y yo les digo bolitas de nueces.  Por alguna razón, las hago solo en Navidad.  Curiosamente, hace unos años encontré una receta, creo que en un paquete de margarina, para lo que llamaron “snowball cookies”, que resultó muy similar a la receta que Elena me compartió.  ¡No en balde las hago solo en Navidad!  Y no me extrañaría que fuera precisamente esta receta o una variante de ella la que se identifica en la publicación de Adviento como “bolas de Navidad”, la que ahora me inspira a escribir, recordando a mi amiga Elena.

Elena no habla mucho.  De hecho, tal vez hablamos cinco o seis veces al año, pero siempre nos encontramos para Navidad y nuestros respectivos cumpleaños en marzo.  Hay algo en la entonación de su voz cuando me dice “Anita” que me transmite un amor y ternura infinita.  No nos vemos a menudo y nuestras vidas son muy distintas, pero hay un vínculo inquebrantable que se estableció hace décadas y aún perdura.  Cada vez que hago la receta de estas esferas polvoreadas de azúcar puedo sentir su amor.  Ver su letra en esa tarjeta me la trae al pensamiento y me hace conectar con esa esencia pura, que por alguna razón ha decidido mantener una amistad con esta mujer con quien parece tener poco en común, pero que reconoce el valor de la amistad.

Soy afortunada al tener amigas como Elena, reflejo de una dulzura que va más allá de las galletas que horneo en Navidad.  Les deseo a todos que disfruten del dulce sabor de la amistad durante esta temporada y siempre.

26 de diciembre de 2023

 

lunes, 25 de diciembre de 2023

Luminosa Navidad

 




LUMINOSA NAVIDAD

Un año más para reflexionar sobre lo que ha sido nuestra vida –los logros, los tropiezos, los errores, las risas, las lágrimas, las ilusiones, los desengaños, las frustraciones los triunfos, en fin, la vida misma.  Por mi parte, he tenido mis momentos de grandes satisfacciones –como el viaje a Sudáfrica y la decisión de aprender a nadar. Compartí con amistades –las más recientes y las de mucho tiempo, pero también he experimentado lo que yo llamo los ataques de soledad.  Siempre trato de enfocarme en las bendiciones –que son muchas, pero si soy honesta conmigo misma, por momentos me he sentido triste, sin entusiasmo, sin una motivación clara que me impulse a seguir adelante.  Son esos momentos los que llamo grises, sin brillo y que he captado en una foto que me llamó la atención al mirar la sombra en mi árbol de Navidad en miniatura.

El árbol en miniatura ha sido mi compañía hace varios años.  Siento que ya no tengo la energía o el interés en embarcarme en un mega proyecto de comprar el árbol natural, subirlo hasta el segundo piso por las escaleras y bajarlo cuando llega enero.  Adorno esta miniatura con el símbolo de ilusión que son las estrellas.  Me da alegría ver las estrellas blancas que guardo desde los tiempos que adornaba un árbol natural y añadir otras estrellas, que por supuesto, tienen que tener las dimensiones correctas para poder descansar en un árbol de apenas dos pies de alto.  Me gusta contemplarlo cuando prendo las luces en miniatura o cuando está apagado y el sol proyecta sombras en la pared. Y pienso que después de todo, de eso se trata la vida – a veces tenemos sombras y a veces luz brillante, que arroja destellos a su alrededor.

Lo sorprendente de todo esto es que a veces, cuando vemos las sombras, olvidamos los momentos luminosos – los que han estado y los que pueden venir.  La época de Navidad puede distorsionar nuestro enfoque y no dejar que apreciemos la belleza de la sombra, que nos permite reflexionar y tener momentos de introspección.  Hace unos días aprecié la sombra y confieso que en cierta medida me dejé arropar por ella.  Ahora aguardo la luz de la ilusión, mientras les deseo a todos que en sus vidas siempre tengan más luz que sombra, aunque apreciemos su belleza.  Feliz Navidad.

25 de diciembre de 2023

lunes, 11 de diciembre de 2023

Aprender a nadar

 




APRENDER A NADAR A LOS 69

A principios de este año comencé a tomar clases de acuaeróbicos, a sugerencias de una amiga.  Nunca he sido persona de hacer ejercicios; no aprendí a correr bicicleta, ni patines.  Hice varios intentos de practicar algún deporte en la clase de educación física, que resultaron un desastre –veía venir la bola y me cubría la cara.  Tomé unas clases de natación en escuela superior y no pasé más allá de flotar boca abajo y ni remotamente me aventuraba al lado profundo de la piscina, que no estaba muy distante, ya que solo mido 5 pies. 

Al llegar a la adultez tomé conciencia de que era necesario hacer algún tipo de ejercicio, así que periódicamente caminaba o trotaba, tomé unas clases de tenis que resultaron un desastre debido al carácter dictatorial de la maestra, clases de yoga, las cuales disfruté mucho, pero por alguna razón abandoné después de un tiempo. De vez en cuando vuelvo a hacer algunas posturas, pero perdí el ritmo de hacerlo de forma consistente.  Y hablando de ritmo, intenté varias veces tomar lecciones de baile: bomba y plena, salsa y hasta tango, pero carecer de sentido de orientación es un reto.  Mientras  todo el mundo va para la derecha, yo voy para la izquierda y viceversa.

Cuando mi amiga me sugirió los acuaeróbicos pensé que era una buena opción para mantenerme más o menos en forma y resultó fantástico.  Hacer ejercicios en el agua es beneficioso por muchas razones y previene lesiones.  La maestra es excelente; está pendiente de que hagamos los ejercicios correctamente y tiene un entusiasmo envidiable.  Cuando supe que ofrecería clases de natación pensé que podía ser mi oportunidad de por fin aprender a nadar. Okey - tengo 69 años y parte de mí piensa que ya para qué voy a aprender a nadar, pero otra parte siente esta vergüenza de que vivo en una isla, para colmo soy pisciana y nunca aprendí a nadar.

En agosto comencé las clases y a principio me fue muy bien –hasta que llegué a la parte en la que hay que nadar con la cara dentro del agua y sacarla –de lado- para tomar aire.  No tienen idea de la cantidad de veces que no saco la cara porque no es el timing perfecto o peor aún, saco la cara, pero inhalo agua en lugar de aire.  Confieso que varias veces he estado a punto de darme por vencida.  Después de todo, he vivido 69 años sin nadar –es más, hay una piscina frente al apartamento y no la uso, así que no pasa nada si no aprendo.  Pero algo en mí me impulsa a seguir intentándolo, no porque lo necesite, sino porque me reta a vencer mis miedos.  No estoy acostumbrada a que las cosas me salgan mal –por eso he abandonado tantos otros proyectos, porque no salgo adelante.

Y ayer domingo sale esta columna de Luis Rafael Sánchez titulada –nada más ni nada menos que- Nadar.  Contrario a otras veces, en las que suelo leer el periódico en orden, anticipando el placer de llegar a la lectura de un escrito que habré de saborear con fruición, fui directo al texto –algo así como un quicky. La columna se inspira en la más reciente publicación de Manolo Núñez Negrón – Mandamás, a quien colma de elogios, por entre otros, gozar de una “impresionante acrobacia lexical”.  Claro, le reconoce al colega autor aquello de lo que mi admirado profesor ha dado sobradas muestras.  Curiosamente, tuve el libro de Núñez en mis manos y no lo adquirí, porque la temática me pareció muy escabrosa para mi gusto, pero mi antiguo profesor me ha dado otra lección: detrás de temas que parezcan ajenos a nuestra naturaleza puede haber tesoros ocultos, como algo que cautivó al profesor y ahora me compele a buscar el libro.

Luis Rafael Sánchez comienza la columna con una referencia al libro citado: “En la vida cada cual tiene que dar con su playa”.  Tras varios párrafos de elogios al citado escritor –que dicho sea de paso me parece un hermoso gesto-, procede a hacer una confesión: ¡No sabe nadar!  No solo eso, sino que también dice que eso le “abochorna, irrita, saca de onda no saber bracear por entre las sensualidades con que el mar agasaja, apenas se roza la humedad calenturienta de sus orillas”.  Vamos, que nunca nadie ha dicho de forma tan magistral que no sabe nadar. Sé lo que se siente.  Y me hago la misma pregunta que se hace mi profesor: “Si en la vida todos hemos de dar con la playa, en tanto que la vida alegoriza una embarcación que igual atraca que zozobra, me interrogo sopetonamente: ¿He dado yo con la mía?”.

A los 69 años, en el umbral de los 70 que en casi tres meses he de alcanzar, decidí aprender a nadar, tal vez en busca de esa playa, porque como dice mi admirado profesor que sin saberlo me sigue ofreciendo lecciones, “¡No hay playa más gloriosa que aquella cuyo nado remata en el destino procurado!”.

11 de diciembre de 2023