El
susodicho negocio había sido objeto de varias intervenciones por las que habían
sido multados, pero como ocurre en este país que choca con la campaña risible
del gobernador de que está “haciendo que las cosas pasen”, la realidad es que
la más de las veces no pasa nada. Las
excusas que como el ombligo todos tienen, van desde falta de personal, de
jurisdicción, de presupuesto, cuando en realidad es que lo que falta es
voluntad. Voluntad para hacer lo que hay
que hacer, aunque cueste más esfuerzo, empatía y creatividad. Pues donde no había personal, jurisdicción ni
presupuesto apareció de todo cuando el incidente con los infortunados jóvenes
estudiantes captó la atención mundial y amenazaba con afectar el sacrosanto
turismo. Importó un carajo la queja de
los vecinos residentes de aquí que hacía tiempo se quejaban y probablemente
hasta la vida de esos infortunados, porque lo que importó fue la proyección que
pudiera afectar el turismo.
Y esa imagen
del turismo está anclada en la belleza de nuestras playas, la abundancia de
casinos, el encanto del Old San Juan y
el exotismo del Yunque rain forest. Lo que no se le revela al turista, pero
que l@s que aquí vivimos sabemos muy bien, es que para llegar a los lugares tiene que transitar
por carreteras llenas de hoyos, sin rótulos ni alumbrado y en algunos casos con
riesgos de inundaciones repentinas y no tan repentinas, como ocurre en el área
del Último Trolley, aledaña a la mega turística zona de Condado. Y por supuesto, de los carjackings, robo de catalíticos, cuando no el carro entero ni se
habla, como no se habla de los tiroteos de carro a carro en cualquier lugar, a
cualquier hora, que desafortunadamente ha cobrado la vida de varios inocentes.
El
calvario de lo antes descrito se suma a los constantes apagones –unas veces por
minutos, otras por días enteros, que padecemos todos los que vivimos aquí. Súmesele a eso que algunos todavía cubren sus
techos con los benditos toldos azules de FEMA o viven o estudian en hogares o
escuelas temporales tras los terremotos.
Eso, tal vez el turista no lo ve, pero afecta nuestra psiquis y tiene
que tener algún efecto sobre el nivel de frustración que acumulan puertorriqueñ@s
que presten servicios a turistas que vienen a vacacionar, algun@s de l@s cuales
no son necesariamente muy civilizad@s que digamos. Pese a todo esto, debo decir que todavía
retenemos muchas de nuestras mejores cualidades: solidaridad, hospitalidad,
alegría de vivir, optimismo.
Y estos
contrastes son los que vinieron a mi mente cuando escuchaba la entrevista que
mencioné al inicio, sobre todo cuando el empleado mencionó dos de los negocios
que habían intervenido en este nuevo afán de hacer lo que tenían que hacer y
que no habían hecho hasta que asesinaron a esos pobres muchachos. Relataba el entrevistado que habían
intervenido para cerrar dos negocios –uno en la Calle Loíza, llamado Inferno y otro –no estoy inventando-
llamado Paradiso en Río Piedras. No hay mejor imagen de lo que vivimos en
Puerto Rico: un infierno de ineficiencia, corrupción, apatía, indolencia y por
otro lado, un paraíso de bellezas incomparables, de gente luchadora, alegre,
talentosa en demasía, solidaria, desprendida, compasiva. Con esas últimas -sin desconocer lo otro- como
diría Pablo Milanés, yo me quedo.
30 de
mayo de 2023