¿NEVERA O COMPUTADORA?
Tal vez
hayan leído sobre mis aventuras neveriles, motivadas por la explosión que gracias
a LUMA sufrió mi nevera, una veterana de 30 años. Quería una nevera que se asemejara lo más posible
a la anterior: que fuera blanca, con el congelador abajo -de puerta, no gaveta-
y que no fuera controlada por computadora.
De todos los requisitos, lo único que logré fue que tuviera el
congelador abajo. En cuanto a la marca,
la asocio más con tabletas, televisores o teléfonos celulares que con neveras:
Samsung. Mientras iba resignándome a no
poder tener lo que quería, iba reajustándome, como un sistema de GPS que re calcula
la nueva ruta cuando me pierdo –que es a
menudo. Hice la compra a principios de
octubre y todavía me estoy acostumbrando a la nevera nueva, tratando infructuosamente
de no echar de menos la otra.
Luego del
almuerzo de Acción de Gracias, hubo, por supuesto –sobras. Lascas de pechuga de pavo, flancocho,
relleno, arroz, gelatina de arándanos y mitad de una lata de calabaza majada
que coloqué en una bolsita plástica algo tri-li-lí.
Error. En un momento que abro la nevera contemplé con disgusto que parte del
líquido se había deslizado fuera de la bolsa y se fue colando entre el cristal
y el marco de la tablilla de la nevera que sostiene a su vez las gavetas de
vegetales. Sabía que tendría que dedicar
parte de mi relajada mañana dominical a limpiar esa tablilla, porque de lo
contrario se convertiría en un pegoste imposible de remover, que desluciría la
flamante nevera nueva. Decidí intentar
terminar de leer el periódico antes de enfrentarme a la tarea que todavía no sabía
cuán complicada sería, pero algo me decía que no la pospusiera. Ya lo decía mi mamá: “camino malo se anda
ligero”.
Lo
primero era sacar las dos gavetas que se sostenían de la pegosteada, o como
diríamos emplegostá tablilla, para lo que se requería también
sacar dos tablillas de los laterales que en efecto son las dos puertas. Ya ahí me lamenté de no tener mi treintañera,
que sólo tenía una puerta. Resignada,
comencé a colocar las gavetas y el contenido de la tablilla encima del
mostrador, que quedó cubierto por una variedad de productos. Tremendo revolú y todavía faltaba remover la
tablilla, para lo que necesitaría colocarla encima de la mesa del comedor, pues
no tenía más espacio en la cocina.
Como no
desconecté la nevera, al tener las puertas abiertas automáticamente emitía un simpático plin-plin de lo más mono, que después de
cierto tiempo no me parecía tan mono ni tan simpático. Decidí acudir al Tío
Google, que me llevó a una página de Youtube.
Todo eso para sacar una &!@#% tablilla. He llegado a la conclusión que los libros que
acompañan los equipos -sean televisores, teléfonos celulares o neveras son
redactados por la misma persona, que presume que una sabe lo que en verdad no
sabe. Los de IKEA son clase aparte. Habrá que ser sueco o extraterrestre para
entenderlos. ¡Y tienen el descaro de
poner un muñequito sonriente en las ilustraciones!
Pues encontré un vídeo, lo vi y había que ver las maniobras que tuve que hacer para sacar la &!@#% tablilla y su marco. Que si moverla hacia al frente –que no fue fácil, luego levantarla de atrás y contorsionarme con la mitad del cuerpo dentro de la nevera para poner la tablilla un poco de lado y así sacarla. Finalmente lo pude hacer y la coloqué con sumo cuidado encima de la mesa del comedor. Allí me percaté que a los lados se habían quedado unos pedazos de espuma de hule –o sea foam- que me imagino se usan para proteger la tablilla en el trayecto de la nevera a su destino final. Eso, entre otras cosas, debe haber contribuido a las dificultades que tuve. Luego de todo ese esfuerzo, tuve que volver al vídeo que había dejado en pausa, para saber cómo sacar la tablilla de cristal del marco.
Pues
resulta que la tablilla está agarrada en la parte de atrás por unos cositos- vamos, que no sé cómo llamarle
a esos pedazos de plástico que parecen piezas de Lego y recurro al lenguaje que
todo puertorriqueño que se respete reconoce.
El vídeo entonces me instruye a usar un destornillador finito e introducirlo
-con-mucho- cuidado entre el cosito y el cristal. ¿Es en serio? ¿Necesito un destornillador
para levantar esos dos miserables cositos? Al tipo del vídeo no se le hizo tan
fácil y en un momento un cosito brincó y el otro también. Fui al clóset a buscar el destornillador más
finito que tengo y temerosa me enfrenté a la &!@#% tablilla y su marco. Traté de introducir el destornillador por
debajo del cosito, pero no se movía. Yo
tenía miedo de partir el cosito, romper el cristal o que el cosito saliera
volando y no lo pudiera encontrar. Afortunadamente,
tras varios intentos, dio un pequeño salto como de coquí y lo atrapé. Luego removí el otro, pude liberar el cristal
y lo coloque con mucho cuidado al lado del marco, para limpiar ambos.
28 de
noviembre de 2022