RECUERDOS DE OTROS COCINAMIENTOS
En memoria de Guillo y Leila, que ahora habitan en mi
corazón
Ayer recibiría
a una amiga de cuño más reciente para una cena relajada en casa. Soy más que afortunada en tener amistades
cultivadas en distintas etapas de mi vida y siempre disfruto de preparar algo
de comer que nos permita participar de esa comunión que es sentarnos alrededor
de una mesa para compartir alimentos preparados con amor. Soy afortunada
además, porque Dios me ha provisto de amistades entrañables a lo largo de mi
vida, que siempre han tenido un espacio en su mesa para mí. El menú de ayer era
sencillo y lo ideé alrededor del postre, uno que hacía mucho tiempo que no
confeccionaba –pastel de limón. Mientras
lo preparaba, vino a mi mente el recuerdo de mi amiga Leila y su esposo Guillo,
ambos ya fallecidos. Al recordarlos me invadió la nostalgia y el recuerdo de
tantas veces que me senté a la mesa de su casa, para disfrutar de una comida
exquisita y amorosa conversación.
Sentarme
a la mesa en casa de Leila era como estar en casa. A veces las cenas o almuerzos eran sencillos
y otras veces más elaborados. Yo
aportaba algo con frecuencia –el postre, que podía ser panetela, o bizcocho, cheesecake o el pastel de limón que
tanto le gustaba a Guillo. Otras veces podía ser un acompañamiento –gnocchis, ensalada de papas; otras un
plato principal, como pavo relleno.
Leila y yo compartimos en muchas mesas de restaurante, pero en ninguna
me sentí mejor que sentada en su pequeño comedor, en la mesa rectangular, con
un chinero detrás con copas de otro tiempo y Guillo a la cabecera. Ella
disfrutaba cocinar tanto como yo y compartíamos recetas, para que cada una
pudiera repetirlas si así lo deseaba. En
algunos casos, nos dábamos por vencidas, sabiendo que la otra la haría
mejor. Ese es el caso de las crepas de
espinacas que ella preparaba y me avisaba para que pasara a recoger mi porción,
o la panetela que yo preparaba y Guillo declaró inmejorable.
Nuestra
amistad se prolongó durante unos 25 años en los que compartimos penas y
alegrías –afortunadamente más de las últimas.
La noticia de su muerte hace casi siete años me golpeó duro. Perdía no sólo una amiga; perdía a mi hermana
gemela, como solía llamarme, a pesar de las grandes diferencias entre ella y
yo. Ayer, frente a la mezcla del relleno
del pastel de limón evoqué su memoria y vinieron a mi mente todas las veces que
cocinamos para agradarnos, para ofrecer amor a través de un plato confeccionado
por nosotras mismas. Tal y como el relleno del pastel se compone de varios
ingredientes, ese recuerdo trajo al presente la mezcla de ingredientes de esos
años compartidos –las penas y sobre todo, las alegrías alrededor de aquélla
mesa.
En honor
a Guillo, comparto mi escrito de la Navidad del 2003, cuando compartía con
ellos, precisamente un pastel de limón.
Ojalá tengan ustedes amistades como las que yo he tenido y puedan
sentarse a la mesa para disfrutar una comida preparada con amor.
7 de
agosto de 2022
Cocinando
amor
Hoy,
luego de trabajar en la mañana, llegué a casa a poner cosas en orden, hacer
llamadas a amigos distantes y preparar un pastel de limón para un amigo muy
querido, Guillo. Conozco a Guillo hace
más de 20 años, a través de su esposa, quien es una amiga entrañable. Es tan amiga que bromeamos con que ella es mi
hermana gemela, a pesar de que nos vemos como Benitín y Eneas o como Danny De
Vito y Arnold Scwartzenager en “Twins”.
A través de mi amiga Leila, aprendí a querer a Guillo, quien es un amigo
excelente y me demuestra su cariño con dulces atenciones. También me demostró su cariño a través de las
atenciones que tuvo con Papi.
Normalmente
mis amistades más cercanas son con mujeres, no con hombres. Los amigos varones, frecuentemente son como
decir un bono -un combo- “tienes una amiga y te damos un amigo gratis”. A través de los años he comenzado a tener
amigos que vinieron solitos, sin combo, pero Guillo fue el primero que vino en
combo y se ha convertido en amigo por derecho propio. Desde hace algún tiempo, mi regalo de Navidad
para Guillo es algo que cocino u horneo para él. Casi siempre es la famosa panetela, un postre
a base de huevos que se cocina en su propio almíbar. Ya se ha convertido en un chiste entre nosotros
el comentar que Guillo es loco con mi panetela.
¡Y
Leila no se molesta! Como le hice
panetela para Acción de Gracias, para Navidad decidí prepararle pastel de
limón, otro de sus favoritos. Hace
tiempo que no lo hacía. Hoy, mientras lo
preparaba, moviendo la mezcla de maicena, azúcar, limón y otros ingredientes,
podía sentir el amor que estaba poniendo en ese postre. Cuando terminé la mezcla, metí mi dedo en
ella para probarla - mmmmm. Quedó
exquisita.
Luego
de colocar la mezcla sobre la corteza (esa no la preparé yo -usé la que viene
congelada, pero de buena calidad), procedí a preparar la cubierta de merengue,
la extendí sobre la mezcla de limón y le hice piquitos, para que se viera
bonita. Nuevamente, la sensación de que
estaba cubriendo el molde con más amor.
Luego lo coloqué en el horno, para que se dorara. Al salir del horno, se veía perfecto, con
pequeñas montañitas de merengue, ligeramente doradas, como amor cocinadito.
Feliz
Navidad, Guillo.
24
de diciembre de 2003
Hola Ana, muy bonita tu receta de amig@s. No todo el mundo tiene tal receta. A mi tambien me gusta la torta de limon con crema, Mami la hacia exquisita. Como se mudo con el aleman, alzheimer, la perdi dos veces, cuando perdio la mente y luego la ida fisica. Yo era el chiquitin de la familia, asi que me pasaba en la cucina entre sus faldas, preguntando y averiguando. Como teniamos frutales, el proceso era magico: cojer los limones sin pincharse con las espinas, rayarlos, preparar la crema en la batidora y chuparme las paletas de la batidora mientras ella cantaba con su bella voz. Las memorias son para viajar y gozar a los ya idos al otro barrio. Un homenaje a la VIDA!
ResponderEliminarY buen provecho con el pastel de la Vida.
Gracias
Un sueno buscando su origen