SAGRADO
Hay algo
de sagrado en aquél trabajo que hacemos porque hemos sentido un llamado en
nuestro interior. Muchas veces se ha vinculado a una vocación sacerdotal,
porque no parece tener una explicación racional, sino que se le atribuye a un
llamado que se recibe de un Ser superior, llámesele Dios, Budha, Universo,
Padre o simplemente algo a lo que no podemos poner un nombre. Pero hay muchos tipos de vocación, como hemos
sabido en estos convulsos días. El tipo de vocación no es importante, porque
todas nacen de un deseo de servir.
Yo no
tenía claro cuál sería mi vocación.
Estudié derecho no porque fuera mi sueño, sino por razones que no vienen
al caso. Al comenzar a trabajar en una pequeña corporación pública, me entregué
totalmente a mi labor y trabajaba a veces hasta llegada la noche,
independientemente de la paga que recibía.
Varios de nosotros estábamos entregados del mismo modo, de forma tal que
nos identificábamos con aquélla pequeña corporación pública llamada CODREMAR -ya
difunta, dedicada al fomento de la pesca comercial. Solíamos denominar las decoraciones con temas
marinos como “codremarescas”, éramos fieles a la misión de la corporación y a
todos nos dolió enormemente su desaparición cuando se anunció su cierre, aunque
teníamos trabajo garantizado en otras agencias.
Gran
parte de mi formación en esa pequeña corporación de poco más de cien empleados
me sirvió de base para todos los trabajos subsiguientes, a los que me dediqué
con el mismo tesón, aunque no siempre con el mismo amor. Allí aprendí de finanzas, de presupuesto, de
recursos humanos y hasta logré llevar con éxito un recurso al Tribunal Supremo,
aprendiendo sobre la marcha. Ese ímpetu de iniciar tareas en áreas que ni
siquiera conocía, nacía de lo que aún no podía nombrar, pero que sin duda era
una vocación de servicio.
Todo esto
desembocó en el último puesto que ocupé, el cual luché porque de veras quería
ejercerlo. Me ofreció la oportunidad de
combatir el discrimen en cualquiera de sus modalidades. La experiencia me ofreció grandes
satisfacciones, aunque a veces los logros eran
casi imperceptibles. En un
momento dado, una persona en un puesto de alto nivel me indicó que había
disponible un puesto para dirigir otra unidad dentro de la misma agencia. Le dije que no estaba interesada y me ripostó
“pero paga más”. Pagará más, le dije, pero
no es lo que yo quiero hacer.
Eso que
yo quise hacer, estaba íntimamente ligado a esa vocación de servir, como lo
está en el caso de maestr@s, policías, enfermer@s, bomber@s y tantos otros
servidor@s públicos. ¿Que los hay vagos,
incompetentes e ineptos? Por supuesto –igual
que hay abogados, jueces, médicos y hasta gobernadores con estos y otros
defectos, incluyendo la falta de sensibilidad.
Las palabras del gobernador, indicando que nadie está obligado a ser
policía o bombero y que si no se sienten satisfech@s no están obligad@s a
permanecer en el empleo – es decir, pues que renuncien, son como una bofetada. Bofetada para ell@s y para mí. La gran
diferencia es que yo, como abogada, tenía muchas más opciones para desempeñarme
en lo que disfruto que las que tienen maestr@s, policías y bomber@s.
Lo más
horrible de todo es que el gobernador - que opera desde la óptica del
privilegio- ni siquiera se da cuenta de lo que ha dicho, lo cual le impide
enmendar su error. No se puede enmendar lo que no se percibe como defectuoso. No
puede desembarrarse, porque como el emperador del cuento, sus alzacolas
insisten en que su vestimenta está prístina, mientras miles de nosotros lo
vemos embarra’o hasta el ñu. El
gobernador, la secretaria de la gobernación y el coro griego que lo respalda
sufren del mismo mal. Tristemente, hay
un sector de nuestra sociedad que opina igual y eso es lo peligroso. El listerismo galopa rampante. La legislatura,
con honrosas excepciones, es un chiste de mal gusto y much@s de l@s que
critican al gobernador o l@s legislador@s no ven la hora que se vayan para ell@s guisar.
El
servicio público tiene algo de sagrado.
Una de las acepciones de la palabra es “digno de veneración y respeto”. Las acciones de much@s en altas esferas del
gobierno distan mucho de ser merecedores de ello. En su gran mayoría, l@s maestr@s,
policías, bomber@s, enfermer@s y tant@s otr@s se han ganado nuestro respeto y
eso, ni el gobernador ni su séquito son capaces de verlo.
10 de
febrero de 2022
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