Hoy se
cumplen 4 años del paso del huracán María por Puerto Rico e invariablemente el
recuerdo me hace reflexionar sobre su impacto en mi vida y en la de la mayoría
de l@s puertorriqueñ@s. Y digo la
mayoría, porque hubo un selecto grupo que se acuartelaba en el centro de
convenciones Pedro Rosselló, de triste recordación él y su engendro, que
administró el desastre post María. Ese
selecto grupo disfrutaba de aire acondicionado y comida caliente, mientras cientos
llegaban allí desesperados, buscando una ayuda que no llegaba. Escuché a alcaldes en la radio –porque no había luz y
no la hubo por meses- llorar de frustración al relatar que tenían que llegar
hasta San Juan desde lugares remotos, por carreteras intransitables, para
suplicar una ayuda que no llegaba.
Fueron
muchas las lágrimas que derramé ante los relatos desgarradores de ciudadanos
que estaban en situaciones muchísimo peor que la mía. Yo no tuve agua por tres semanas, ni luz por cuarenta
y un días, pero al menos mi apartamento no sufrió daños mayores y podía
prepararme alimentos en una pequeña estufita de esas de acampar, a la que le
tenía –y le sigo teniendo- pavor, pero era eso o comer cosas frías y privarme
de mi sagrado café. La necesidad se impuso.
No es
necesario relatar los horrores vividos –el desastre de Whitefish, la
ineficiencia combinada con chanchullos en la repartición de fondos, el nefasto chat, los muertos que se negaron, los
toldos que aún cubren esqueletos de casas… El momento brillante en todo ese
descalabro fue cuando logramos que el nene de papá tuviera que irse con el rabo
entre las patas, aunque poco duró ese gozo. Y a esos horrores le siguieron los
de los terremotos que nos sacudieron cuando debíamos estar celebrando los
Reyes. Nuevamente, los que menos tienen fueron los que más sufrieron y la
historia de los grupos comunitarios que salvaron las vidas que el gobierno
debió proteger se repitió. El desastre de unas primarias que generaron unas
secundarias puso de manifiesto el descalabro al interior de la Comisión Estatal
de Elecciones, lo que ocasionó la pérdida de la confiabilidad en otra de
nuestras instituciones.
Con el
nuevo gobierno –o el mismo con distinto collar- se estrenaron dos horrores
adicionales: los cabilderos de la estadidad, con lo que el nene de papá usó su
insondable sombrero de trucos para que el embuste de que residía en Puerto Rico
pasara desapercibido a la vista del departamento de Justicia, mientras que era
evidente para el resto de nosotr@s.
Todavía debe estarse riendo, haciéndonos burla con sus dedos: uuu, uuu
no me cogieron, no me cogieron… Y el otro regalito: LUMA, la entidad que
supuestamente nos iba a salvar de los apagones y tras cuya llegada hemos tenido
más apagones que bajo la AEE, que dicho sea de paso, también es un desastre de
otra naturaleza.
En medio
de todo este sainete diario que padecemos, se revela lo ocurrido en Rincón en
el Condominio Sol y Playa, que resulta en una lección sobre cómo no se debe administrar. Luego de que
comenzaran a denunciarse actos de posibles ilegalidades por construcción en zona
marítimo terrestre (zmt), poco a poco fueron saliendo detalles, muchos de ellos
gracias a Eliezer Molina. No es santo de
mi devoción por su estilo irreverente e irrespetuoso, pero al César lo que es
del César. Gran parte de lo que se descubrió
fue gracias a él. De lo que sabemos,
aparenta ser que el deslinde de la zmt estuvo mal hecho desde un principio.
También sabemos que la piscina anterior se la llevó María, así que carece de
toda lógica hacer otra en el mismo lugar.
A la gente de pocos recursos que viven a orillas de zonas inundables el
gobierno federal le deniega fondos si deciden construir en el mismo lugar. ¿No nos dice esto algo?
El secretario
del departamento de Recursos Naturales ha impartido y desimpartido órdenes que
parecen sacadas de una película de Cantinflas.
El despliegue policíaco era impresionante. Estaban allí para defender la @#$5&*
piscina y no los recursos naturales. Y siempre hay un héroe en la película –en este
caso, la tortuga. Si alguna duda había
de que esa era una zona que debía ser protegida, fue la llegada providencial de
la susodicha al área donde quedó atrapada y su regreso en repetidas ocasiones a
desovar. Siempre hay algo nuevo que
aprender. Yo no sabía que las tortugas
son capaces de desovar varias veces en una misma semana. Pero esta tortuga tiene mucho más que enseñarnos.
Esta
tortuga no cedía ante el imperativo de su especie de perpetuarse mediante el
depósito de los huevos que se convertirían en inocentes tortuguitas que con su
gracioso caminar desafiarían el trayecto hasta el desconocido y peligroso mar,
algunas presas de aves o peor aún de seres sin conciencia. Y hablando de seres sin conciencia, no dejo
de asombrarme de la sutileza de un truck
Mack que tiene la abogada del condominio.
Esta mujer fue abogada en el departamento de Recursos Naturales y parece
ser que le borraron el respeto hacia la vida de seres en peligro de extinción. En uno de los muchos incidentes procesales de
este absurdo caso, la abogada argumentó que “el área donde desovó la tortuga
marina no puede ser declarada un hábitat natural porque ese terreno ya está
urbanizado”. Es decir, que la tortuga,
que llegó primero, tendría que buscar otro lugar.
Yo me
imagino a la pobre tortuga algo desorientada con verjas, bloques y varillas que
antes no estaban allí. Me la imagino
desesperada atrapada en el hueco de la proyectada piscina, sin saber cómo regresaría
al mar. Hay que tener un caparazón más grueso que el de la pobre tortuga para
no conmoverse con esta tragedia que parece pequeña para esta abogada, pero que
es inmensa para la tortuga. Su especie milenaria
ha afrontado retos en el mar, ha desafiado toda lógica al ser capaz de
encontrar temporada tras temporada el lugar donde depositará esos huevos que
son el futuro de la especie. Doy gracias
a Dios que no soy tortuga, porque con mi falta de sentido de orientación sabe Dios
a dónde habría ido a parar.
Esa
tortuga y las tortuguitas que nacerán pese a los intentos de l@s que tienen sus
prioridades invertidas, nos enseñan que así es el corazón noble de los
Boricuas. Nos han pisoteado, nos han
ninguneado, pero mantenemos la meta de alcanzar una patria más justa para todos
y todas, a pesar de las mentiras, los intentos de manipulación y los obstáculos
que se nos presenten.
20 de septiembre
de 2021
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