DE ALTURA
Este fue
para mí un fin de semana de altura. Para
empezar, tenía pendiente la invitación a almorzar de una entrañable amiga,
quien me recibió precisamente en las alturas, ya que vive en un penthouse cuyas dimensiones representan
tal vez cuatro veces las de mi apartamento.
Pese a lo encumbrado del lugar, allí siempre me siento acogida, como si
estuviera en casa de alguien de la familia.
Más de 50 años de amistad me han hecho
sentir que Carmencita es parte de mi familia.
Juntas hemos transitado por una alternancia de gozos y sufrimientos:
noviazgos, bodas, divorcios, romances fallidos, cumpleaños, éxitos y angustias
profesionales; enfermedad, muertes –en fin, la vida.
Pese a lo
complicado de su vida –yo estoy retirada, pero ella no, saca tiempo para
preparar almuerzos o cenas, de las cuales yo he sido beneficiaria en varias
ocasiones. Como yo, Carmencita disfruta
de una mesa bien presentada, con platos que ella misma prepara y acompañados de
buenos vinos. El sábado tuvimos la
oportunidad de sentarnos solas y compartir los últimos acontecimientos, que han
sido duros a nivel personal y colectivo, pero que agraciadamente también han
venido acompañados de buenos momentos. Disfruté
el exquisito almuerzo, incluyendo el postre que yo aporté y me despedí feliz,
con mi pancita llena y doggie bag para
completar. Quise asegurarme que llegaba
a tiempo a una librería para adquirir el último libro de Luis Rafael Sánchez y
por suerte, logré comprarlo. Sábado
perfecto.
El
domingo estaba reservado para la penúltima función del musical In the Heights, del ultra, mega, súper
talentoso Lin Manuel Miranda. Yo había
visto la presentación de este musical hace más de 10 años en el Centro de
Bellas Artes, pero esta nueva puesta en escena tenía el atractivo adicional de
ser realizada con talento local. Hace
unas semanas había visto la versión fílmica, que también disfruté. Las críticas de esta nueva versión me
anticipaban que iba a tener una magnífica experiencia y así fue. El derroche de
talento me deja sin palabras. Descubrí
jóvenes con voces espectaculares, de esas que oyes la primera vez y te dejan
sin aliento. No puedo quejarme de
ninguno. Se notaba el amor que cada un@
puso en el escenario, desde su creador Lin Manuel, que le rinde tributo a las
raíces latinas que nos unen, hasta el último tramoyista.
Ayer
tarde transité por varias emociones: conexión, orgullo, gozo y un poco de
tristeza tras la muerte del personaje de la abuela, que trajo unas lagrimitas a
mis ojos -cosa que no es raro en mí. En
el momento de la canción Alza tu bandera
lamenté no haber llevado la mía, porque la hubiese agitado con orgullo. La
orquesta dirigida por el maestro Cucco Peña no era solo un complemento; era
parte integral de todo el montaje. Digo
con todo el orgullo que siento – y si se pone en duda mi objetividad que le
pregunten a un crítico de teatro- que esta presentación no tiene nada que
envidiarle a una producción de Broadway.
Salí de allí feliz, con escozor en las manos de tanto aplaudir.
Dormí muy
bien, pero me desperté a esos de las 4 am. Me puse a leer y como media hora
después se fue la luz. Me volví a dormir y aunque no lo crean, soñé con LUMA.
En el sueño reparaban un poste en la casa que yo solía vivir en Country
Club. Tras hacer la reparación, se
montaron en el camión y yo vi con horror cómo se volvía a ir la luz y ellos no
me escuchaban. En otra escena, tres
hombres charlaban en la sala, uno de ellos con camisa floreada, mientras una
mujer trabajaba en la caja de fusibles.
Volvió la luz en el sueño y no sé si en ese preciso momento, a mi
habitación. Eran las 7 de la mañana y me
sentí algo molesta de que en lugar de soñar con las hermosas experiencias del
fin de semana, terminara soñando con LUMA.
In the Heights, aparte de
querer aludir al proyecto de vivienda Washington
Heights de Nueva York en el que se concentra una gran población latina,
quiere decir literalmente “en las alturas”.
Altura tiene entre sus acepciones poseer cualidad de excelencia, mérito
y valor, cualidades con las cuales no puede, ni remotamente asociarse a LUMA. Aunque lamenté haber pasado por la pesadilla
de LUMA –literal y figurativamente, me dije que no iba a permitir que me
estropearan mi fin de semana de altura.
La magia de ayer no la opaca ni LUMA –y eso es mucho decir.
27 de
septiembre de 2021