UN HOMBRE BUENO
Ayer asumió la presidencia de los Estados Unidos alguien a quien no se le reconocen grandes dotes de oratoria. Sí, Joe Biden no es la figura carismática que representa Barack Obama, quien hipnotiza con su presencia, su verbo fácil y su cautivadora sonrisa. Concurro con Mayra Montero, quien en su columna de hoy tilda su discurso inaugural de soso. Es cierto –no es un discurso pronunciado de forma tal que nos impresionara sobremanera; que nos hiciera desear tomar acción inmediata para resolver los problemas. No obstante, lo primordial no está en las palabras dichas, sino en las acciones.
En primer
lugar, Joseph Biden participó el martes en la noche de una ceremonia sencilla,
frente a la fuente que cruza del monumento a Lincoln hasta el monumento a
Washington, para honrar a los más de 400.000 norteamericanos víctimas del
COVID. Una enfermera cantó Amazing Grace y otra cantante interpretó
Hallellujah, ambas a cappella. No había público ni una gran
orquesta. Tan sólo estaban Biden y Harris con sus respectivas parejas y un
personal mínimo. Imagino que tenía que
ser sobrecogedor estar frente a esa enorme fuente reflectante, alumbrada en sus
bordes por 400 luces que representaban a las víctimas del COVID. No se mencionó, pero sin lugar a dudas esa
cifra tan alta de muertes se debe, en parte, a la lenta respuesta del gobierno
de Trump para atender la crisis y la negativa a tomar a tiempo las medidas
preventivas necesarias.
El día de
la juramentación estuvo plagado de simbolismos que apuntan a una presidencia
que estará marcada por la atención a lo verdaderamente importante –la
conciencia de que la sociedad norteamericana es una multicultural y multirracial. La mera presencia de la Vicepresidenta es
evidencia de ello, así como su juramentación por parte de la jueza Sonia
Sotomayor, de padres puertorriqueños.
Jennifer López, epítome de lo que es ser multicultural, interpretó una
combinación de This land is my land y
America the beautiful, que es para
los norteamericanos lo que Preciosa es
para nosotros. Le añadió una frase en
español –una nación indivisible, con libertad y justicia para todos, sin que
faltara su resonante “let’s get loud”.
Ese grito es una afirmación de que los puertorriqueños, que somos
ciudadanos americanos, tenemos el mismo derecho que cualquiera a estar allí y
hablar español si queremos.
No
podemos olvidar que bajo la administración Trump muchos de los llamados rednecks se envalentonaron y hostigaban a
tod@s aquéll@s que hablaran español, exigiendo que hablaran inglés y
gritándoles que regresaran a su país.
Por supuesto, esos rednecks que
no se caracterizan por sus estudios más allá de escuela superior –como mucho-
poco saben que un puertorriqueño es tan ciudadano americano como ellos y por
ende, con el mismo derecho a estar allí y hablar el idioma que le plazca. Peor aún, esos mismos rednecks se sentían con el mismo derecho de matar a un
norteamericano negro, azuzados por temores infundados de que sus protestas son
violentas o que merecen ser capturados porque “algo malo debían estar haciendo”.
George Floyd fue la víctima más notoria en tiempos recientes, pero como el
deben haber cientos, si no miles.
Ese mismo
miedo y odio irracional se manifestó en el capitolio federal el día de Reyes,
luego de que Donald Trump los azuzara con su discurso inflamatorio. Ese no fue un discurso soso –fue un discurso
dirigido a exacerbar los ánimos de una turba que no necesitaba mucho para
exacerbarla. Ante la mirada atónita de
miles a través del mundo, vimos cómo escalaron paredes, rompieron ventanas,
forzaron puertas e irrumpieron en el capitolio paseando la ignominiosa bandera
confederada por sus pasillos. Causaron
destrozos, cinco muertes y lo peor de todo, el estupor de cómo algo así pudo
haber ocurrido en el símbolo de la democracia americana. Todo eso reveló que esa democracia es una frágil,
que en ocasiones es un espejismo y que basta un insensato con poder de
convocatoria como Donald Trump para hacerla tambalear.
En su
columna, titulada El día que se fue Trump,
la autora afirma que Joe Biden es un hombre sin personalidad y que “tendrá que
reinterpretar su país a conciencia y y no buscando discursos circunstanciales”. Creo que su apreciación nace del cinismo que
impera en nuestros tiempos. Personalidad
tiene -que no sea avasalladora es otro cantar. Afirma que Biden carga con el
lastre de Trump y que tendrá que demostrar que todo estaba mal hecho, lo que
resultará agotador. Finaliza afirmando que la prensa estaba más pendiente de la
llegada de Trump a Florida que a lo que ocurría en el capitolio. No sé qué canal estaría viendo ella. Yo, por mi parte, vi toda la ceremonia de
juramentación incluyendo el discurso que tal vez yo misma catalogué de soso. Hoy busqué el texto del discurso y no es para
nada soso – es de palabras vitales.
Sencillas, pero no por ello simples.
Evidentemente, si lo hubiese leído Obama hubiese capturado más nuestra
atención.
Yo les recomiendo que busquen el discurso de Biden en la página de Casa Blanca. Así, se percatarán de otro cambio en esa página. Hay un botón que dice ESPAÑOL, algo que desapareció al poco tiempo de la llegada de Trump a Casa Blanca. Joe Biden no es un gran orador, pero es un hombre bueno, lo que resulta en un excelente comienzo. No podemos decir lo mismo de Donald Trump. Decía la poeta Maya Angelou que “cuando alguien te muestra quien es, créele”. No me cabe en la cabeza cómo Trump dejó saber que era un patán desde mucho antes de ser candidato a la presidencia y aún así, sobre 70 millones de norteamericanos volvieron a votar por el que confirmaba a diario que en efecto, era un patán.
Restablecer
la paz, el orden y el clima de respeto en Estados Unidos no será tarea fácil
para Joe Biden, pero tiene un elemento indispensable: es un hombre bueno, que
tiene en mente a los que más sufren, que habla de lo que harán todos juntos,
porque sabe que esta es una tarea que requiere de muchos seres comprometidos y
ya se ha ocupado de ir seleccionando excelentes funcionarios. A diferencia de
su predecesor, su discurso hace referencia constante a “nosotros”, en lugar de
los discursos de ese que según Mayra robó la atención de la prensa, obsesionado
con afirmar “yo lo hice” y atreverse a decir que constituyó la mejor
presidencia de la nación americana. El
show de Trump se acabó. La realidad del nuevo tiempo liderado por Joe Biden
comienza. Es un hombre bueno,
comprometido con realizar los cambios necesarios en la nación americana y yo le
creo.
21 de
enero de 2021