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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

lunes, 27 de abril de 2020

Amor en un sello de correo







AMOR EN UN SELLO DE CORREO

En estos días he estado reflexionando sobre las formas en que expresamos amor, precisamente porque el requisito del distanciamiento físico nos ha impuesto restricciones a la manera en que evidenciamos el cariño que sentimos.  No todo el mundo se siente cómodo con expresar verbalmente su amor a la familia, los amigos e incluso su pareja.  Desde hace mucho tiempo he sabido que preparar platos exquisitos es una forma de expresar amor. Mi mamá solía hacerlo con su reducida familia, sus vecinos y la familia que en algún momento pudo estar muy lejos, como mi primo Efraín, que estuvo como soldado en Vietnam. Llegó a a prepararle mantecaditos para enviar allá y luego yo pude replicar el gesto con un bizcocho que yo misma preparé.

De mi mamá heredé la pasión por la cocina y son incontables las veces que he expresado amor a través de mis platillos –unos más sofisticados que otros.  Esas expresiones han ido desde unos garbanzos con patitas, pasando por bizcochos en forma de estrella para Guillo, esposo de mi amiga Leila -un general retirado; pan focaccia y canelones de pollo para mi amigo chef Mario; las famosas panetelitas de mi Tía Laura para no sé cuántos fanáticos; mantequilla de lavanda para mi Buddy y más recientemente, pan de guineo que compartí con vecinos y un amigo entrañable.  En el caso del pan de guineo, hay algo más que resulta hermoso –al menos para mí- en esta creación.

Detesto desperdiciar alimentos.  Los guineos que utilicé para hacer el pan formaron parte de una amorosa entrega que recibí.  Para evitar que se echaran a perder -porque eran más de los que podía consumir- decidí esperar a que se maduraran más allá del punto que resulta apetecible –es decir, que eran de una textura demasiado blanda, con la cáscara exhibiendo manchas oscuras y uno que otro mime rondándolos golosamente.  Pues esto se incorporó a una receta que transformó estos guineos apolismados en una especie de bizcocho con nueces muy común en la cocina norteamericana, que se conoce como banana bread. Por supuesto, había una porción reservada para el donante de los guineos, así como para algunos vecinos.

Este proceso me ha hecho pensar además en la forma en que aprovecho ingredientes locales, porque así siento que estoy apoyando a nuestra agricultura.  La semana pasada recibí una caja de productos locales, como parte de una novedosa estrategia para apoyar la agricultura*.  Se hace el pedido y lo entregan al hogar, pero en este caso era una sorpresa.  No  sabía de antemano que habría en esa caja, porque la composición de la caja semanal estaba agotada y pedí por anticipado para una fecha posterior.  Me entregué al proceso pensando que después de todo, $30 no es una cantidad exorbitante y si el contenido me decepcionaba, no perdería gran cosa.  Pues resulta que el pedido no me decepcionó.  La caja contenía entre otros, una piña y dos chayotes.  No me gusta ni lo uno, ni lo otro, pero ya vería qué hacer con ellos.  Tenía además, queso del país –que me encanta, tomatitos cherry –ídem, dos calabacines verdes, una batata enorme, 6 cebollas pequeñas, 6 limones, 3 berenjenas, 4 plátanos y 7 guineos verdes.  De momento me sentí como una participante de uno de esos programas de competencia culinaria.

Regalé la piña, hice tostones que congelé con los plátanos y parte de los guineos.  Me hice una ensalada con parte de los tomatitos, hice una ensalada caprese criolla con parte del queso, otra ensalada con parte de las berenjenas y busqué una receta en el libro de Giovanna Huyke para usar los chayotes.  Ayer los preparé en una ensalada con bacalao que comí hace un rato y la disfruté inmensamente.  Gran parte del disfrute proviene de saber que estoy ingiriendo un producto local, cultivado con mucho sacrificio por manos puertorriqueñas que demuestran su amor a la Patria de una manera extraordinaria.  Al comer esa ensalada de chayote, estoy teniendo una comunión con esos agricultores, así como con la creadora de la receta, que ha sabido honrar los productos locales y la riquísima  tradición culinaria de este país.

Gloria a las manos que cultivaron todo el contenido de esa caja; gloria a tod@s l@s chefs –los que ya no están, como Alfredo Ayala Q.E.P.D., y los que le siguen, como Giovanna, quien fue su alumna y otros, como Ventura Vivoni, por mencionar uno, que se esfuerzan por elevar nuestra exquisita cocina a otro nivel.  Crear un plato con ingredientes locales usando sus recetas es como tener un pedazo de mi país en mí o reglarlo a otros.  Ayer precisamente reflexionaba sobre esto al leer una columna de una página de Facebook que aludía a lo que representa cocinar para otros como una forma de expresar amor.  No me cabe la menor duda de que así es.

Hace un rato pasó por aquí mi amigo a traerme unas viandas y de paso, unos sellos de correo que le pedí.  No se me escapó el simbolismo al ver la imagen de los sellos –varios corazoncitos y la palabra LOVE. Mi amigo tiene maneras poco convencionales de expresar amor.  A veces se ofrece llevarme a alguna cita médica, o se aparece con una donación sorpresa -un aguacate (o dos), una botella de vino, unos guineos.  A veces sus ofrecimientos de ayuda rebasan mi concepto de lo que es ofrecer un consejo no solicitado, pero nunca he dudado de que el ofrecimiento nace del amor.  El amor tiene muchas formas –a veces es un aguacate, otras un bizcocho horneado en casa y otras –un sello de correo.

27 de abril de 2020

*En este caso utilicé el servicio de Al Sol de Hoy, pero hay otros similares

sábado, 11 de abril de 2020

LA PÁGINA QUE NO PODEMOS PASAR






LA PÁGINA QUE NO PODEMOS PASAR

En agosto del año pasado escribí a raíz de la efímera estadía de Pedro Pierluisi en la Fortaleza y la juramentación de Wanda Vázquez, tras el reclamo que hacían muchos de la necesidad de “pasar la página”.  Decía yo que no podíamos pasar la página –que era necesario, al menos, marcar la página para ver cómo se desenvolvía el asunto, ya que había muchas interrogantes en torno a la figura de la gobernadora.  Hoy retornamos a la página que muchos dejamos marcada, porque la crisis de la pandemia del coronavirus se da en medio de una gran crisis: la crisis en la institución gubernamental.

Hace muchos años tuve grandes diferencias con una persona –los que me conocen bien saben quién es y su nombre no es relevante para lo que quiero expresar. Durante los años que interactuamos enfrentamos varias situaciones difíciles que pusieron a prueba nuestra relación.  A mi reclamo de atender el asunto, siempre recibía la misma respuesta: estamos en una crisis; cuando esto termine, bregamos con el asunto. Y las crisis se sucedían una tras otra, hasta que finalmente deduje que no eran crisis distintas; era una misma crisis fundamental con diversas ramificaciones.  Lo mismo ocurre en estos momentos en que estamos sumidos en la crisis de manejar la pandemia del coronavirus.  Los traspiés, las decisiones sin sentido, los contratos –o como prefiere la gobernadora- las órdenes de compra, se otorgan a compañías sin experiencia a precios que no guardan proporción con la patética situación de las finanzas públicas.

Lo que ha ocurrido recientemente con el otorgamiento del contrato –perdón Wanda, la orden de compra por $38 millones a una compañía de construcción para la compra de pruebas de detección del COVID-19, nos trae un leve recuerdo de los contratos con Whitefish tras el paso del Huracán María. En aquél momento se levantó la excusa de que nunca antes habíamos lidiado con una situación como esa.  Curiosamente, esa misma excusa se utiliza para esta nueva ramificación de la misma crisis. Cierto es que nunca habíamos lidiado con un huracán como María, ni con una pandemia de esta magnitud, pero no es menos cierto que hay unos controles para efectuar compras o suscribir contratos que debieran funcionar, sin importar la magnitud del problema.

Lo que ha ocurrido con los contratos u órdenes de compra –escoja usted cómo les quiera llamar- revela que algo no marcha bien en los organismos de gobierno a cargo de efectuar compras o contratos en términos de evaluar objetivamente la conveniencia de adquirir determinados bienes o servicios.  Lo que se ha ido develando poco a poco es que hay unas personas con poca preparación en el campo de contratación gubernamental –que es distinta a la privada-, pero con mucha influencia y mollero político que han presionado para que se hagan unas compras de forma inmediata, amparándose en la necesidad.

No puede negarse que la adquisición de las pruebas de COVID-19 es un asunto de alta prioridad, pero no por ello debe actuarse de manera apresurada, sin mucha consideración a aspectos que tienen consecuencias ulteriores, sobre todo en nuestra delicada situación económica.  Salir en estampida a comprar pruebas a sobreprecio, pensando sólo en la inmediatez es como salir a apagar un fuego de grandes proporciones, sin tener el equipo necesario y peor aún, usando técnicas que pudieran avivar aún más el fuego en lugar de apagarlo.  Lo revelado hasta ahora con respecto a la compra de las pruebas, es, por lo menos, que varias personas actuaron de forma impulsiva, sin tener pleno conocimiento de los controles que debieron activarse al hacer una compra de $38 millones.  Por lo más, hay la posibilidad de la existencia de un esquema de corrupción que está aún por verse.

Luego de revelado todo lo que podía haber salido mal que en efecto salió mal, sale a relucir que hay unos personajes que son como esos actores que salen en más de una serie.  Ahí entra el licenciado Juan Maldonado, anterior director de la Autoridad de Transporte Marítimo, con sus contactos con otro personaje -un activista del partido en el poder. Supongamos que como alega el Dr. Rodríguez Quillichini, él no tenía relación alguna con el Lcdo. Maldonado y que sólo sirvió de mensajero para canalizar la oferta que se hizo para adquirir las pruebas.  No obstante, el manejo una vez él transmite el mensaje denota que nadie en toda la cadena que desembocó en el contrato u orden de compra demostró que los controles que se supone existan estuviesen funcionando.  Aparenta haber demasiada gente sin experiencia pero con mucho poder moviendo la pesada rueda burocrática para lograr objetivos que bajo el palio de una emergencia, operan en contra del pueblo a quien se le debe lealtad absoluta.

Hechas las denuncias, el Dr. Rodríguez Quillichini reaccionó indignado y solicitó se pusiera fin a lo que catalogó como chisme.  El secretario de Salud, quien normalmente se muestra ecuánime, se notaba molesto y aludió a que los profesionales que aceptaron formar parte del grupo de trabajo habían puesto su reputación al servicio de ayudar a la gobernadora en su intento de detener el virus.  No recuerdo cuál de ellos fue el que pidió “pasar la página” en torno a este asunto y concentrarse en combatir el virus.  Al igual que no podíamos pasar la página tras la salida de Pierluisi, tampoco la podemos pasar ahora. Qué más hubiese querido yo, en plena Semana Santa, que poder dedicar más pensamientos a cultivar mi paz espiritual, en lugar de pensar que hay algo que anda muy mal en nuestro gobierno desde hace años y que much@s han preferido pasar la página.

La gestión gubernamental no se detiene porque tengamos que lidiar con combatir el virus.  Hay que emitir pagos a empleados, a jubilados; efectuar compras para otros servicios esenciales, como Policía, Bomberos.  Hay que prestar vigilancia, operar sistemas de iluminación, bombas para suplir agua, en fin, la operación gubernamental de día a día no cesa  mientras se  lucha contra el virus.  El problema estriba en que por años el gobierno no ha querido atender unos problemas de fondo, porque ha estado atendiendo x crisis.  Para mí, es una sola crisis que nace de que se ha ignorado que hay que modificar los requisitos para reclutar en el gobierno, porque evidentemente se ignoran o no se han adaptado a las exigencias modernas.

Modificar las especificaciones de los puestos en gobierno es una tarea que se ha intentado varias veces pero siempre termina inconclusa porque falta voluntad política para garantizar que de verdad se honra el principio del mérito que se supone es piedra angular del servicio público.  Se requiere dar una mirada muy escrutadora al reclutamiento del personal en general y muy particularmente al de confianza, que es en estos momentos culpable en gran medida de que haya gente en las agencias con mucho poder y lealtad al partido, pero  poco conocimiento y experiencia al mando de divisiones clave en las agencias.  Ese es el germen de la crisis y mientras no lo atendamos, seguirán habiendo contratos, perdón, órdenes de compra escandalosas.  Por eso, no podemos pasar la página.


11 de abril de 2020

martes, 7 de abril de 2020

El otro virus







EL OTRO VIRUS

Durante el mes de febrero comenzó a acrecentarse –para la mayoría- la preocupación por un virus que se originó en la China.  Digo para la mayoría, porque para el entonces secretario del Departamento de Salud esto no presentaba mayor riesgo, ya que a Puerto Rico no arribaban vuelos directos de ese país.  La entonces epidemióloga del estado, la Doctora Deseda evidenció tener un problema mayor que el mío en términos de conocimientos de geografía al afirmar que Italia tenía mayor número de contagios por su cercanía al país que construyó la gran muralla.  Tras una serie de traspiés, la gobernadora se deshizo de estos patéticos personajes y designó un nuevo secretario, que parece ser una persona competente e inspira confianza.  Además, creó un grupo de trabajo compuesto por médicos de la academia y otras ramas para que le sirviera de cuerpo asesor.

Debo deducir que fue el grupo de trabajo el que hizo la recomendación de la imposición de la cuarentena, que tuvo su efecto completo el lunes 16 de marzo, ya que el toque de queda se inició el domingo previo, a las 9 p.m. Bajo esa directriz, que luego se enmendó recientemente, todas las personas deben estar en sus casas -ahora desde las 7 pm hasta las 5 a.m. del día siguiente, salvo para recibir tratamiento médico, asistir a ciertos trabajos designados esenciales, comprar alimentos, medicamentos y otros artículos de primera necesidad. El impacto sobre la economía aún no se calcula en toda su extensión.  Miles de personas han quedado desempleadas, así como múltiples negocios han tenido que suspender operaciones.  Mi mente humanística no es capaz de visualizar los miles de millones en pérdidas que esto implica.

Lo que puedo comprender mucho mejor es el impacto sobre las familias que ya de por sí estaban sufriendo una reducción en sus ingresos y de momento se enfrentan a que no es que reciban menos; es que no reciben nada.  Para personas con salarios muy bajos o que fluctúan porque son cuentapropistas, esto es devastador.  Muchos de ell@s ya se habían reinventado, preparando comidas para vender, haciendo bizcochos, ofreciendo servicios de transportación y cualquier cosa que contribuyera a poder llevar alimento y artículos de primera necesidad a la familia.  Una vez entra en vigor la cuarentena, se hizo imperativo volver a reinventarse.

Tengo una amiga que comenzó a hacer mascarillas de tela, un artículo que se hace indispensable ahora que el gobierno recomienda su uso para cuando se hace necesario salir al supermercado. También ha habido empresas locales que han transformado su operación para ofrecer el que quizás es el producto más preciado: alcohol o desinfectantes de manos.  En ese esfuerzo se han asociado con otras compañías que producen productos de limpieza para ampliar la oferta.  Según se ha informado, aparte de vender los productos a gran escala, también hacen donaciones a instituciones médicas o de cuidado de ancianos.  Es el mejor ejemplo de una operación comercial con sentido de comunidad –que no se trata sólo de devengar ganancias, sino también de contribuir a la sociedad.  Después de todo, si una empresa se ocupa de mantener saludable a un sector de la población, podrá en un futuro ofrecer su producto a un mayor número de personas.

Son incontables los casos de artistas, maestros de yoga, de música, de danza, de cocina, de you name it que ofrecen sus servicios de forma gratuita a través de las redes sociales.  Nos ofrecen momentos de puro gozo, de paz espiritual y de esa risa tan necesaria en estos tiempos. En estos momentos, muchos de ellos no tienen ingresos.  La recompensa podrá llegar luego, pero mientras tanto, ¿qué?  Nos toca a los que por circunstancias de la vida estamos más estables económicamente, asegurarnos de que apoyamos de algún modo a quienes más lo necesitan.  Y de eso, sobran los ejemplos.  Hay much@s que se ofrecen a comprar víveres u ofrecer transportación.  El espíritu de solidaridad se desborda de una forma que me emociona hasta las lágrimas.

Mientras todo esto ocurre, hay otros que muestran el lado más oscuro del ser humano.  No bastó con Whitefish, con los que ostentaron puestazos, con los que repartieron generadores a los panas o a los del corazón del rollo en medio de la tragedia del huracán.  Ha salido a relucir que en medio de esta pandemia hubo unos seres despreciables que decidieron reinventarse -¡y cómo!  Supimos que una compañía dedicada a la construcción decidió de súbito dedicarse a la distribución de pruebas de diagnóstico para el COVID-19.  Vamos, que puedo entender que el que fabricaba ron modificara la operación para hacer desinfectante –después de todo el ron es alcohol, pero de la construcción a pruebas de diagnóstico va un enorme trecho.  Presumo que la compañía sabe de cemento, de varilla, de piedra, pero de esto otro, como diría la mamá de una amiga: ¿qué tiene que ver el culo con la primavera? Y me disculpan la vulgaridad –es que con esto de la cuarentena estoy viendo mucha televisión española.

Al preguntársele al dueño de de la compañía de construcción ahora diversificada a distribuidora de pruebas de detección de virus, respondió que diversificó las operaciones de una torrefactora también de su propiedad a productos de higiene y protección personal y recibió el ofrecimiento de ofrecer las pruebas –nada, que lo mismo vende cemento, que café que guantes o estas pruebas que pocos conocíamos.  Su ayudante en esta nueva faceta fue el ex director de la Autoridad de Transporte Marítimo ahora convertido en su asesor legal y de negocios, que parece también haberse diversificado –lo mismo administra una operación marítima, que ofrece asesoramiento legal y de negocios en tiempos de un virus que arropa el globo terráqueo.  Por cierto, este asesor fue el que despidieron por permitir a una lancha de las que administraba atracar en un muelle de Vieques para que los pasajeros pudieran participar de una boda –imagino que muy tus tus, en tiempos en que los muelles estaban casi deshabilitados tras el paso del huracán María.

Las peripecias del constructor/torrefactor/distribuidor de pruebas de detección de virus se dan porque hay una contraparte en las agencias de gobierno que también se diversifica, cuando no se supone que lo haga, para ofrecer beneficios a sus amigos, al partido y por qué no, a su propio bolsillo, mientras recibe un salario por un puesto en el gobierno. Esa contraparte es la gente que no tiene claro que su lealtad es al pueblo, no a una persona o a un partido.  Esos son los Yamil Koury, los Víctor Fajardo, los Anaudi de la vida, que tenían el virus de la codicia en su sangre.  Ese virus ha mutado y sigue infectando a muchos.  Resulta insidioso y se cuela en los círculos de poder, contagiando poco a poco a funcionarios de varios niveles.  Permanece indetectado por décadas  y no sabemos cuánta gente lo padece.  La cura es la toma de conciencia, pero hasta que cada persona no asuma su responsabilidad, no se podrá erradicar del todo, aunque sí se puede contener con las denuncias y penas de cárcel para los que traicionen la confianza del pueblo.

A mí me causa una soberana indignación que mientras hay gente que se muere en Vieques porque no hay un hospital con los equipos necesarios, mientras hay familias que no saben cómo cubrirán los gastos de la próxima semana, un individuo como este que se diversifica para su propio beneficio, haya sido capaz de querer tener una ganancia astronómica, cobrándole al gobierno $38 por cada prueba, al son de $38 millones, por algo que según el reportaje del periódico de hoy, se consigue en el mercado internacional hasta por menos de $10.  Y esto cobrado a un gobierno quebrado, que no tiene suficientes equipos para proteger al personal médico, ni suficientes respiradores para sostener la vida de todos los que pueden estar a riesgo de morir si se materializan las proyecciones de contagio a las personas más vulnerables.

Me indigna que mientras mi amiga, con una preparación académica envidiable y una vasta cultura hace mascarillas para afrontar sus vicisitudes económicas y aún así dona parte de su artesanal producción a los más necesitados, este ser, por no decirle hijo de p… sea capaz de querer hacerse rico de un tirón. Me indigna que mientras hay pequeñas empresas -a las que les ha tomado años levantarse y emplear unas pocas personas-  que ven cerrados sus negocios, este hombre quiera hacer una purruchá de chavos al instante, sin mayor esfuerzo. No hay nada malo en obtener ganancias, pero hay algo intrínsecamente mal en un ser humano que es capaz de aprovecharse de una situación como la que vivimos, con un gobierno en quiebra que a duras penas puede cubrir lo estrictamente necesario y una población en la que casi el 50% de la población vive bajo los niveles de pobreza. Para colmo, estas acciones retrasan aún más la adquisición de las pruebas que necesitamos desesperadamente para medir el progreso de la enfermedad y determinar cuánto tiempo más debe durar la cuarentena.

Me causa desasosiego que este hombre haya puesto una mancha en tantas acciones hermosas de nuestro pueblo, que una vez más demuestra solidaridad en momentos de adversidad.  Precisamente en esta semana, que se denomina Semana Santa, este hombre me ha alterado mi paz espiritual; despertó en mí una indignación visceral; me ha hecho proferir por lo bajo esas palabras que contienen ñ, porque se ha dejado seducir por  un virus que aún no hemos podido erradicar: la codicia. Permita Dios que hombres como este empresario y los que le ayudaron tomen conciencia de sus acciones. Ruego por que nos encaminemos a sanar pronto del COVID-19 y reduzcamos a un mínimo el virus de la codicia que por tanto tiempo – mucho antes que este último- nos ha atacado.

7 de abril de 2020