AMOR EN UN SELLO DE CORREO
En estos días
he estado reflexionando sobre las formas en que expresamos amor, precisamente
porque el requisito del distanciamiento físico nos ha impuesto restricciones a
la manera en que evidenciamos el cariño que sentimos. No todo el mundo se siente cómodo con
expresar verbalmente su amor a la familia, los amigos e incluso su pareja. Desde hace mucho tiempo he sabido que
preparar platos exquisitos es una forma de expresar amor. Mi mamá solía hacerlo
con su reducida familia, sus vecinos y la familia que en algún momento pudo
estar muy lejos, como mi primo Efraín, que estuvo como soldado en Vietnam.
Llegó a a prepararle mantecaditos para enviar allá y luego yo pude replicar el
gesto con un bizcocho que yo misma preparé.
De mi
mamá heredé la pasión por la cocina y son incontables las veces que he
expresado amor a través de mis platillos –unos más sofisticados que otros. Esas expresiones han ido desde unos garbanzos
con patitas, pasando por bizcochos en forma de estrella para Guillo, esposo de
mi amiga Leila -un general retirado; pan focaccia
y canelones de pollo para mi amigo chef Mario; las famosas panetelitas de
mi Tía Laura para no sé cuántos fanáticos; mantequilla de lavanda para mi Buddy
y más recientemente, pan de guineo que compartí con vecinos y un amigo entrañable. En el caso del pan de guineo, hay algo más
que resulta hermoso –al menos para mí- en esta creación.
Detesto
desperdiciar alimentos. Los guineos que utilicé
para hacer el pan formaron parte de una amorosa entrega que recibí. Para evitar que se echaran a perder -porque
eran más de los que podía consumir- decidí esperar a que se maduraran más allá
del punto que resulta apetecible –es decir, que eran de una textura demasiado
blanda, con la cáscara exhibiendo manchas oscuras y uno que otro mime
rondándolos golosamente. Pues esto se incorporó
a una receta que transformó estos guineos apolismados en una especie de
bizcocho con nueces muy común en la cocina norteamericana, que se conoce como banana bread. Por supuesto, había una
porción reservada para el donante de los guineos, así como para algunos
vecinos.
Este
proceso me ha hecho pensar además en la forma en que aprovecho ingredientes
locales, porque así siento que estoy apoyando a nuestra agricultura. La semana pasada recibí una caja de productos
locales, como parte de una novedosa estrategia para apoyar la agricultura*. Se hace el pedido y lo entregan al hogar,
pero en este caso era una sorpresa.
No sabía de antemano que habría
en esa caja, porque la composición de la caja semanal estaba agotada y pedí por
anticipado para una fecha posterior. Me
entregué al proceso pensando que después de todo, $30 no es una cantidad exorbitante
y si el contenido me decepcionaba, no perdería gran cosa. Pues resulta que el pedido no me
decepcionó. La caja contenía entre
otros, una piña y dos chayotes. No me
gusta ni lo uno, ni lo otro, pero ya vería qué hacer con ellos. Tenía además, queso del país –que me encanta,
tomatitos cherry –ídem, dos
calabacines verdes, una batata enorme, 6 cebollas pequeñas, 6 limones, 3
berenjenas, 4 plátanos y 7 guineos verdes.
De momento me sentí como una participante de uno de esos programas de
competencia culinaria.
Regalé la
piña, hice tostones que congelé con los plátanos y parte de los guineos. Me hice una ensalada con parte de los
tomatitos, hice una ensalada caprese criolla
con parte del queso, otra ensalada con parte de las berenjenas y busqué una
receta en el libro de Giovanna Huyke para usar los chayotes. Ayer los preparé en una ensalada con bacalao
que comí hace un rato y la disfruté inmensamente. Gran parte del disfrute proviene de saber que
estoy ingiriendo un producto local, cultivado con mucho sacrificio por manos
puertorriqueñas que demuestran su amor a la Patria de una manera
extraordinaria. Al comer esa ensalada de
chayote, estoy teniendo una comunión con esos agricultores, así como con la
creadora de la receta, que ha sabido honrar los productos locales y la
riquísima tradición culinaria de este
país.
Gloria a
las manos que cultivaron todo el contenido de esa caja; gloria a tod@s l@s
chefs –los que ya no están, como Alfredo Ayala Q.E.P.D., y los que le siguen,
como Giovanna, quien fue su alumna y otros, como Ventura Vivoni, por mencionar
uno, que se esfuerzan por elevar nuestra exquisita cocina a otro nivel. Crear un plato con ingredientes locales
usando sus recetas es como tener un pedazo de mi país en mí o reglarlo a otros. Ayer precisamente reflexionaba sobre esto al
leer una columna de una página de Facebook
que aludía a lo que representa cocinar para otros como una forma de
expresar amor. No me cabe la menor duda
de que así es.
Hace un
rato pasó por aquí mi amigo a traerme unas viandas y de paso, unos sellos de
correo que le pedí. No se me escapó el
simbolismo al ver la imagen de los sellos –varios corazoncitos y la palabra
LOVE. Mi amigo tiene maneras poco convencionales de expresar amor. A veces se ofrece llevarme a alguna cita médica,
o se aparece con una donación sorpresa -un aguacate (o dos), una botella de
vino, unos guineos. A veces sus ofrecimientos
de ayuda rebasan mi concepto de lo que es ofrecer un consejo no solicitado,
pero nunca he dudado de que el ofrecimiento nace del amor. El amor tiene muchas formas –a veces es un
aguacate, otras un bizcocho horneado en casa y otras –un sello de correo.
27 de
abril de 2020
*En este caso utilicé el servicio de Al Sol de Hoy,
pero hay otros similares