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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 1 de junio de 2019

Los que se van...









LOS QUE SE VAN, LOS QUE SE QUEDAN, LOS QUE REGRESAN

Antes que todo, debo aclarar que no he visto el controversial documental After María, porque para horror de algunos aun no tengo acceso a Netflix. No obstante, a base de todo lo que he leído, creo que puedo conformar una idea sobre su contenido.  Según lo captado, el documental se centra en la historia de 3 mujeres que luego de que perdieran sus hogares tras el paso  del huracán deciden irse a Nueva York, bajo un programa que les ofrecería alojamiento en hoteles, presumo que con miras a regresar o a establecerse permanentemente si la situación resultaba propicia. A base de las críticas que he leído, a muchos les revienta que estas mujeres la estaban “pasando bien” porque vivían en aire acondicionado, con agua corriente -y hasta caliente, fácil acceso a internet y hielo, facilidades  que la mayor parte de nosotros que permanecimos en la isla, no teníamos a nuestra disposición.

Lo que parece quedar sin decirse es la incertidumbre bajo la que estas mujeres vivían.  En un momento de desesperación, presumo que muchos habrían agarrado la oportunidad de irse y disfrutar de comodidades, sin pensar en cómo iban a resolver los asuntos en el futuro.  Muchos puertorriqueños que parten a los Estados Unidos en busca de “un mejor futuro”, lo hacen bajo los cantos de sirena de otros puertorriqueños, que les pintan una vida llena de comodidades, pero les esconden las vicisitudes, la desesperanza y el discrimen del que son objeto.  Muchos se van sin manejar ni siquiera a medias el idioma.

La tragedia de los que se van buscando una mejor vida no es nueva, como puede verse en la magistral obra La carreta, de René Marqués. A través de los años, la migración ha tenido un papel importantísimo en toda familia puertorriqueña, incluyendo la mía.  Algunos regresaban de visita, con historias de lo bien que vivían allá, donde la transportación es muy accesible y la comida es baratísima.  Sobre los precios de la vivienda o de las dificultades que pudiese haber debido al discrimen nunca se hablaba.  Y claro está, no todo el que se va está en la misma posición.  No es lo mismo irse con un diploma de universidad, con un inglés fluido y una actitud de comerse el mundo, que irse como desertor escolar, sin saber inglés y con una personalidad apocada, a merced de que otro le ofrezca ayuda –sea el otro FEMA o el pariente que le pintó villas y castillas.  Tras unos meses, la una y el otro asumirán una actitud de “si te vi, no me acuerdo”.

Yo no puedo juzgar las decisiones de nadie luego del huracán María.  Las penurias de cada cual deben verse a la luz de cada circunstancia.  En mi caso, no tenía planta eléctrica, así que debía cocinar con una de esas estufitas portátiles y estuve tres semanas sin agua corriente, a expensas de lo que logré guardar y un camión cisterna que afortunadamente apareció cuando ya mis reservas se agotaban.  Como no había luz, no podía refrigerar nada, así que debía acudir  a comprar lo que necesitara cada día.  Usaba leche de cajita y hasta en polvo.  Todo esto era nada al lado de la gente que perdió todo.  Yo, por fortuna, tenía un techo, mi ropa, los objetos que me eran conocidos y dinero para comprar lo que estuviese disponible.  No tengo hijos, así que solo debía ocuparme de mi misma y pude ofrecer ayuda a otros, así como recibí ayuda de amistades para suplirme de los tanquecitos de gas o de gasolina para el auto.

Mientras muchos pasábamos diversos niveles de penurias, había otros que tenían plantas eléctricas y acceso a gasolina y víveres.  Al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga, que yo no se si esta gente compartió su fortuna – puede que si, puede que no.  Y mientras esto ocurría aquí, las 3 mujeres del documental tenían, por un tiempo indeterminado, acceso a comodidades.  ¿Alguien no tendría las mismas comodidades si pudiera? Yo viví el paso del Huracán Hugo y recuerdo las peregrinaciones de la gente a Ponce, en busca de hielo-no porque lo necesitaran para medicamentos, sino porque no soportaban beber Coca-Cola caliente.  Cada quien busca la manera de tener las mayores comodidades posibles.

Soy consciente de que hay gente que busca aprovecharse de las situaciones sin dar un tajo.  No hay más que leer sobre los contratos en el Capitolio de unos listos que aparentaban ofrecer unos servicios, para que otro se prestara a certificar que en efecto, se ofrecían, todo a costa de todos nosotros, porque son fondos públicos.  Yo no sé si estas mujeres se aprovecharon del sistema y estaban esperando que les brindaran todo a cambio de nada.  Lo que sí se es que no se puede vivir con tranquilidad sabiendo que en cualquier momento tocarán a la puerta y nos dirán que nos tenemos que ir, sin saber para dónde.

Leí  dos historias en el periódico de hoy que me hicieron reflexionar sobre la tragedia de los emigrantes.  En una, se relata la experiencia de dos mujeres puertorriqueñas que viven en la Florida.  Una de ellas tiene tres trabajos –uno de ellos a tiempo completo- y paga $1097 mensuales de renta por un apartamento de esos típicos de la Florida con paredes casi de cartón y alfombrado, que en caso de un huracán quedan reducidos a escombros en menos de lo que canta un gallo.  Según ella, allí tiene más que en la isla y afirma que  “si te fajas, hay recompensa”.  Y yo me pregunto cuál será la recompensa.  ¿Con qué tiempo cuenta para disfrutar de esa recompensa?  La otra mujer perdió su empleo y debe pagar $1395 mensuales de renta, por lo que está sobreviviendo transportando personas a sus citas.  Dice que las distancias son largas y en ocasiones se detiene en el camino, impulsada por las ganas de llorar, pero se recompone porque esto es lo que sus hijos necesitan.

El otro caso es el de varios peloteros cubanos que fueron a Estados Unidos para jugar en las grandes ligas, pero decidieron regresar, porque no pudieron adaptarse a la vida fuera de su país.  Cabe destacar que las carencias materiales en Cuba son notables.  Muchos alimentos son racionados; los vehículos, cuando se tienen, deben ser reparados una y otra vez o la espera por un autobús puede demorar mucho tiempo y cuando llega, va atestado.  Esa carencia material, sin embargo, queda opacada por una conciencia clara de quien se es; de que la verdadera riqueza no está en lo material, sino en el disfrute del entorno y el compartir con familia y amigos.

Los cantos de sirena que atraen a los puertorriqueños para que vayan a vivir a los Estados Unidos son los mismos cantos de sirena que han alcanzado los oídos de dominicanos para que vengan acá o a los cubanos que se van buscando bienes de los que carecen.  Y desde acá, a veces los miramos con desdén cuando no logran salir adelante.  Si otros pueden, por qué ellos no pueden? La respuesta no es tan sencilla –hay demasiadas variantes y es muy fácil juzgar sin tener todos los elementos.  Por mi parte, doy gracias a Dios por todas mis bendiciones y deseo, sobre todo, que todos los latinos nos demos cuenta de que nuestra mayor riqueza se encuentra en los lazos familiares y comunitarios, no en lo que poseemos.

1 de junio de 2019



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