SE COLGÓ
Creo que
la secretaria del Departamento de Educación (DE), Julia Keleher, es una
profesional altamente preparada. Ella
trabajó bajo contrato con el Departamento de Educación Federal y estuvo en
Puerto Rico a cargo de evaluación de contratos, manejo de riesgos y aspectos
organizacionales. Aún pertenece a la
facultad de Administración de Empresas de la Universidad George Washington,
ofreciendo cursos sobre manejo de proyectos y diseño de estrategias para
evaluar el aprovechamiento estudiantil. Según su perfil en Linkedin posee un
bachillerato en Ciencias Políticas de la Universidad de Pensilvania, una
maestría en Administración de Empresas de la Universidad Strayer y un doctorado
en Liderazgo en Educación de la Universidad de Delaware. Ha sido certificada
por la Universidad de Stanford en decisiones estratégicas, toma de decisiones y
manejo de riesgo, aspecto que choca con todo lo ocurrido recientemente. En papel, como ocurre con tantos otros
profesionales, ella es una maravilla.
Pero como dice una frase muy nuestra, no es lo mismo con guitarra que
con violín.
Presumo
que fue reclutada tomando en cuenta su impresionante resumé y tras escollos
para poderla nombrar como secretaria del DE, trabaja bajo contrato con
Autoridad de Asesoría Financiera y Agencia Fiscal (AAFAF), entidad con
personalidad jurídica propia y que se crea en el 2017 como sucesora,
aparentemente de una entidad creada como Junta en el 2015, con modificaciones
en el 2016. A mi modo de ver, ese es uno
de los problemas – los enfoques de ambas agencias son distintos. Me parece que la preparación de la doctora
Keleher puede ser muy útil para la AAFAF, pero choca con el objetivo principal
del DE, que es educar, no administrar fondos y diseñar estrategias
financieras. Para el DE esto último es
accesorio, pero se ha convertido en lo principal.
Lo que le
ocurre a la doctora Keleher le ocurre a muchos jefes de agencias con excelentes
calificaciones académicas -se escocotan en la parte administrativa. Son como alguien que conocí que era un
fenómeno diseñando proyecciones económicas impresionantes, pero tenía un
problema serio para manejar sus finanzas personales. Todos los conocimientos y
experiencia de la doctora Keleher se han estrellado contra una realidad que
muchos no ven.
Esto
quedó de manifiesto ayer, cuando la versión de la doctora Keleher fue confrontada
con el hecho evidenciado mediante vídeo, de que la información que ella había
recibido y defendió el pasado viernes en torno a una de las escuelas a ser
cerradas, no era cierta. Se había
alegado que los salones eran muy pequeños y el parque de béisbol que debían
usar los estudiantes de la escuela especializada estaba en malas condiciones. El vídeo reflejó que se trata de una escuela
nueva –de hace dos años y que el parque está en excelente estado. Es evidente que alguien no le ofreció la
información correcta a la secretaria.
Prácticamente
todo el mundo está de acuerdo en que hay que cerrar algunas escuelas, pero hay
explicaciones que no hacen sentido.
Cerrar escuelas en buen estado, con inversiones recientes, no hacen
sentido desde el punto de vista económico, sin contar con el aspecto de cómo se
van a afectar comunidades aisladas.
Suena descabellado ofrecer por $1.00 una escuela a una academia
religiosa o a un contratista de servicios, mientras se le niega a la UPR. Hay comunidades que han dedicado esfuerzos a
mantener las escuelas en buen estado y sus estudiantes han demostrado excelente
aprovechamiento académico. Hace poco
tiempo se le dio impulso al concepto Montessori y ahora resulta que 14 de las
escuelas serán cerradas. Aunque se dice
que el concepto se trasladará a la escuela recipiente, el asunto no ha
convencido a casi nadie.
Evidentemente,
hay un problema de comunicación. Tal vez
la doctora Keleher deba repasar sus notas de los cursos que le ofrecieron en la Universidad de Stanford sobre toma de decisiones estratégicas. Pero aún con ese repaso, hay unos aspectos
que la universidad no enseña –se adquiere con el conocimiento de una cultura,
de la idiosincrasia de un pueblo, de un cierto olfato para saber cuando un
ayudante te está diciendo algo que no cuadra.
Y eso no tiene que ver con que ella sea estadounidense, tiene que ver
con que se ha empeñado en creerle a las proyecciones que alguien le diseña; en
querer atacuñar unas teorías económicas en un entorno que clama porque se le
escuche y se tome en cuenta una necesidad que no aparece en los libros. Resulta muy revelador que en un reportaje
sobre la situación de varios pueblos de la montaña, alcaldes de ambos partidos
señalan que el cierre de escuelas es un rudo golpe, más aún después del
huracán. El reportaje cita al
subsecretario asociado de Educación, Eligio Hernández reconociendo que no
tomaron en cuenta la secuela del huracán como una “variable”. “Esos datos no los tenemos”. Hace falta mucho más que excelentes credenciales
académicas y experiencia para comandar una agencia tan compleja en estructura e
idiosincrasia como el Departamento de Educación de Puerto Rico, combinado con
el hecho de que la estructura gubernamental entera sufre de un desbarajuste
monumental. Esto no es Stanford, ni
Washington, ni Pensilvania. Somos chiquitos,
pero como dicen –rendimos.
El
sistema nuestro se tragó a la doctora Keleher.
Ha demostrado no tener lo que se requiere. Con toda su impresionante preparación, le
ocurre como a tantos excelentes estudiantes de derecho que obtienen buenas
notas en los exámenes, pero se cuelgan en la reválida. Yo he visto escritos de graduados de derecho,
que no tienen ni pie ni cabeza. Hacen todo
un análisis, muy fundamentado, pero cuando llegan a la conclusión, esta parece
contradecir todo lo que se ha dicho antes.
Puedo entender por qué esos estudiantes se cuelgan en la reválida, como
puedo entender por qué la doctora Keleher se colgó como secretaria de
Educación.
17 de
abril de 2018