SUCIO DIFÍCIL
Hace unos
días salió a relucir que el Senado de Puerto Rico había contratado al ex
alcalde de Toa Baja, Aníbal Vega Borges, para asesorar en aspectos
administrativos. Esto llama la atención
porque esta persona administró un municipio con un récord deficitario de
proporciones astronómicas, que está siendo investigado por el gobierno federal
y cuya crisis económica es tan grande que los empleados municipales no pudieron
cobrar su salario de una o dos quincenas.
Antes de que explotara la bomba noticiosa, ya se comentaba el exceso en
contratos, entre los cuales está el de otro personaje – el ex alcalde de San
Juan, Jorge Santini. Toa Baja lo tenía
entre sus contratos y ahora el Senado también lo contrata.
Poco
después de salir a la luz pública la contratación de Vega Borges, la periodista
Wilda Rodríguez anunció en su programa radial que rehusaba permanecer en la
estación si la gerencia de WIAC reafirmaba la decisión de ofrecer un espacio al
ex político y ex convicto Edison Misla Aldarondo, convicto por actos de
corrupción gubernamental y actos lascivos contra su hijastra. Al día siguiente, la gerencia de la estación
le notificó a la periodista que ya no estaría en el programa.
Los
señalamientos de la periodista se suman a las críticas por la participación
como analistas de varios ex convictos en programas radiales o televisivos –
Alejo Maldonado, ex coronel de la Policía convicto por pertenecer a una banda
criminal dentro de la policía que participó de asesinatos, entre otros delitos;
Jorge de Castro Font, ex senador convicto de fraude y extorsión. Menciona también a Alfredo Herger, quien fue
convicto por apuntar con un arma y fue indultado por el ex gobernador. Herger posiblemente participe de un programa
televisivo, pero este es un caso distinto y con el que no estoy de acuerdo con
la apreciación de Wilda Rodríguez.
En todos
los casos de los ex políticos convictos o señalados por mal manejo contratados,
al igual que en el caso de Herger, se ha esgrimido el argumento de que la
persona tiene derecho a rehabilitarse o tiene una preparación académica y
experiencia que lo cualifica para tener un contrato. Vamos por partes.
Tomemos
en primer lugar, lo planteado por la periodista. Dice ella y concurro, que resulta peligroso
que formadores de la opinión pública, como son los analistas, tengan un foro
abierto para difundir sus ideas, pagados por una entidad privada, como lo son
las estaciones radiales y televisivas.
Algunos de estos ex convictos -De Castro y Misla- han ripostado que
tienen un derecho a la libre expresión.
Cierto es. Una cosa sin embargo, es expresarse libremente y otra es que
alguien pague por lo que estos ex convictos dicen en medios tan poderosos como
la radio y la televisión. Que una estación sienta que por aumentar su audiencia
debe recurrir a contratar con personas que le han fallado al país de una manera
tan vil resulta inquietante. Resulta
inquietante, además, que el público tenga una curiosidad tan morbosa que los
lleve a querer escuchar lo que estos seres que han cometido crímenes altamente
reprochables tengan a bien decir.
Hay que
recordar el horrible programa de la Comay, donde un hombre que hasta donde se
no ha sido acusado de delito alguno, pero que no me extrañaría los hubiese
cometido, se burlaba de figuras públicas y privadas, mientras ventilaba
intimidades que muchos querían escuchar sobre otros, pero no querrían se
supiese sobre sí mismos. Y ahí está el
gran problema. Estas personas que han
cometido delitos altamente censurables (hay delitos y hay delitos- es como la
mentira) ostentaban un alto nivel de poder.
Algunos quisiesen tener el mismo poder que ellos tenían y para ello
estarían dispuestos a cometer delitos.
Recuerdo cuando Víctor Fajardo, Secretario de Educación bajo Pedro
Rosselló fue convicto. Escuché a alguien
decir que su problema había sido tener el dinero en una caja fuerte en su casa
– o sea, que entiende que hay que saber cómo delinquir. También escuché decir a alguien luego de la
victoria de Sila Calderón, refiriéndose a la repartición de puestos clave, que
el quería “un pedazo del bizcocho”. Es
decir, que el veía en la victoria del partido de su preferencia no la
posibilidad de mejorar el servicio público, sino la posibilidad de obtener una
tajada de los beneficios.
El otro
aspecto que es esgrimido por los defensores de estas contrataciones es que en
el caso de los convictos, tienen derecho a rehabilitarse. Muy cierto es. Toda persona que sale a la “libre comunidad”
debe tener derecho a encaminar su vida.
De hecho, es requisito que la persona tenga un empleo. Lo que es censurable es que ese empleo sea en
aspectos de opinar sobre los acontecimientos en la vida pública. Tanto De Castro Font como Misla y Maldonado
pueden obtener empleo en otras áreas que no propendan a dar la impresión de que
el que viola la confianza del pueblo al final sale airoso y hasta con status de
celebridad porque sale en televisión o radio.
El caso
de Alfredo Herger me parece distinguible.
El no era servidor público y siempre se había mantenido ligado de un
modo u otro al mundo del espectáculo.
Este es el mundo que conoce y no veo censurable que retorne a él, aparte
de que su delito me pareció mas bien producto de la inmadurez. Cierto es que es un managanzón de más de 40
años, pero qué le vamos a hacer, este es un país donde abunda la inmadurez.
En cuanto
a los que no fueron convictos, pero han sido señalados, resulta inquietante que
se les haya contratado para asesorar sobre aspectos administrativos
–precisamente en lo que a todas luces han fallado. Si usted opera una empresa que desea sea
exitosa ¿contrataría a alguien que ha llevado a la quiebra empresas que
administraba para que le asesore? Si
usted va a terapia de familia, ¿la recibiría de alguien cuyos hijos se quejan
de malos tratos o de alguien que se refiere a su pareja de forma despectiva o
se ha divorciado 4 veces? No se trata de su preparación académica ni sus años
de experiencia. Se trata de los
resultados obtenidos mientras la persona estuvo administrando.
Lo que
ocurre en estos últimos casos es que las agencias de gobierno se convierten en
“refugio” de simpatizantes del partido en el poder o políticos derrotados. Amparándose en la necesidad de tener asesores
y las supuestas credenciales de éstos, se gestionan contratos, no porque la
agencia los necesite, sino porque hay que “acomodar” a alguien. Luego de la victoria de Sila Calderón, el
entonces Secretario del DTOP, Ing. José Miguel Izquierdo Encarnación a quien
respeto y distingo, me designó Presidenta interina de la AMA, puesto que ocupé
por tres semanas y media. Como a los
tres días de haber sido nombrada, me llamó un ayudante suyo y me dijo que el
Secretario había solicitado que se dejara sin efecto el contrato que había con
un bufete que representaba a la AMA.
Según él, lo había llamado un asesor de Fortaleza y me dijo ¿usted sabe
quién es?, a lo que le respondí que no.
Claro está, lo que estaba detrás de la pregunta era la amenaza velada de
que se trataba de alguien con mucho poder y sin decirlo, la implicación de que
yo saldría perjudicada si no hacía lo que se solicitaba.
Con
firmeza le indiqué que yo no podía dejar sin efecto unos contratos así, sin un
análisis y de golpe y porrazo, porque podía haber señalamientos pendientes ante
los tribunales, que dejasen a la AMA desprovista de representación. Como abogada, sé que debe haber una
transición ordenada cuando un abogado renuncia a la representación legal, para
que el cliente, en este caso la AMA, no se vea afectado. Una determinación como
esa debe ser analizada con cautela, no tomarla porque alguien me diga que otro
le dijo que lo hiciera. Mi interlocutor insistía
y le dije que le dijera al Secretario que me llamara. Si eso ocurría, renunciaba al puesto que sólo ocupaba
interinamente en ese momento, pero eso no ocurrió. Imagino que el Secretario ni
sabía de esa petición. Estoy segura que ya tenían alguien alineado para darle
el contratito; de nuevo, no pensando en los intereses de la agencia, sino en
que hay que “darle trabajo a los de nosotros”.
Y nosotros no es el pueblo; es el partido.
En
nuestro país hay una terrible costumbre que se inició hace varios años, de
confundir el gobierno con el partido. No
es lo mismo ni se escribe igual. El
partido político que resulte vencedor en unas elecciones logró el favor del
pueblo para llevar a cabo una labor.
Para lograr eso, se supone utilice los mejores recursos y cumpla con las
leyes y reglamentos. Ahí es donde como
diría mi mamá, “la puerca entorcha el rabo”.
Los mejores recursos no siempre lo son.
Muchas veces son el que vendió mas boletos para las fiestas del partido,
o el tío de la prima de la vecina o el manganzón desempleado que no consigue
empleo por vago, pero que es hijo del comisario de barrio. En cuanto a contratos, los que tienen
influencias buscan la manera de llegar al que tiene el poder –que lo diga
Anaudi- para ofrecer servicios a como de lugar, sean éstos necesarios o no.
En un
momento como el que vivimos, donde los recursos económicos están tan escasos,
se hace aún más imperativo que las personas a cargo de la contratación
gubernamental analicen minuciosamente toda decisión que envuelva erogación de
fondos. La primera pregunta debe ser,
¿esto es indispensable? Solo después de
una respuesta en la afirmativa, debe procederse con la segunda pregunta: de
dónde se va a pagar? Y la última, ¿quién es la persona más capacitada para
ejercer la labor? Creo que en los casos
de Santini y Vega Borges no se cumple con ninguna de las tres.
A los
ciudadanos que observamos todo con una mezcla de horror, hastío, coraje y asco,
nos toca exigir pulcritud –algo así como buscar sacar el sucio difícil, que
sólo se logra con la determinación de arrancar el mal de raíz –venga de “los
nuestros” o “de los otros” y lograr que quede un gobierno pulcro, que pueda
exhibirse como ropa blanca que se seca al sol, brillante, limpia, admirable.
6 de febrero
de 2017
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