MI MAMÁ Y LOS ESPAGUETIS A LA ITALIANA
Mi mamá
murió hace más de 45 años, por lo que hay muchas cosas de ella que desconozco. El
asunto se complica porque no me queda mucha gente a quién preguntar detalles de
su vida que para mí permanecen como un misterio. Mami fue una de ocho hermanos que quedaron
huérfanos y se crió con unos parientes.
Los hermanos fueron repartidos entre varios familiares, pero siempre se
mantuvieron en comunicación. La mayor parte de ellos, si no todos,
permanecieron en el pueblo de Corozal. De los parientes que criaron a mi mamá
sólo recuerdo que tenían una tiendita de dulces y llegué a visitarlos en
Bayamón. No sé cómo fue su crianza de niña,
ni cuántas carencias materiales y afectivas pudo haber tenido.
Sea como
fuere la crianza de mi mamá, lo cierto es que junto a los retos que le presentó
la vida, se convirtió en una mujer extremadamente fuerte. Se casó con un hombre extraordinario –mi papá
y procrearon dos niñas. Yo fui la mayor. No tengo muy claro si fue antes o después de
mi nacimiento, pero tuvo que enfrentar situaciones de salud que conllevaron una
operación de la glándula tiroides. Junto
a mi papá le hizo frente a una crisis
económica que obligó a Papi a vender un carro que le encantaba. Luego surgió la primera gran tragedia. Mi
hermanita menor, de tan sólo año y medio, falleció. Yo no tengo recuerdo de ello, pues contaba
con tan sólo tres años de edad, pero sí recuerdo que dejé de preguntar sobre mi
hermanita Ileana, porque cada vez que lo hacía Mami se echaba a llorar. Creo que de tanto llorar eventualmente dejó
de llorar del todo, haciendo su carácter aún más recio.
Crecí
entonces como hija única y lo cierto del caso es que aunque no éramos una
familia acomodada, jamás supe lo que era hambre, aunque pudo haber carencias en
esos primeros años en que mi hermanita aún vivía. Papi me llegó a relatar que durante esos
primeros años no había suficiente dinero para comprar raciones de carne para
los cuatro, así que Mami hacía espaguetis con carne para mi hermanita y yo,
mientras Papi y ella los comían “a la italiana”, que quería decir sin
carne. De hecho, busqué en el libro de
cocina que ella usaba y en efecto, hay una receta de “espaguetis a la italiana”
y no lleva carne.
Mi mamá
aprendió de cocina presumo que en el hogar de crianza o de sus hermanas, todas
excelentes cocineras versadas en cocina criolla, pero fue mucho más allá en su
nivel de sofisticación a través de reproducir recetas que recortaba del
periódico o revistas. Mi mamá lo mismo
hacía arroz con habichuelas y bistec, que una paella con todas las de la
ley. Lo mismo incorporaba ingredientes
tan sofisticados como las coles de Bruselas –que detesto- que transformaba la cachipa del coco que ella misma rallaba
en un delicioso polvo de amor que aún adoro. Me crié en la época que el lechero dejaba la
leche en envases de cristal en el balcón, por lo que si por algún motivo
teníamos que salir bien temprano y regresar tarde, la leche se echaba a perder.
Esa leche
echada a perder es símbolo del poder que tenía mi mamá para transformar un
alimento que aparentaba no servir, en algo apetitoso. Con esa leche cortada, Mami hacía algo que a
Papi le encantaba: dulce de leche de ese que queda en grumitos. Lo cierto del caso es que Papi se alegraba
cada vez que la leche se cortaba. Los postres de mi mamá eran celebrados por
los vecinos, con quienes solía compartir sus creaciones: besitos de coco, mantecaditos
hechos con Manteca El Cochinito, que
venía en un empaque de cartón, tembleque de dos capas –una de coco y otra de
chocolate, bizcocho al revés, flan de vainilla, de coco, en fin, todo un
deleite al paladar.
Yo
siempre he sido, como dicen “buen diente”; no era melindrosa, salvo por las
coles de Bruselas que ya mencioné y lo que para mí era lo peor de lo peor:
hígado. Como mi mamá quería que me
alimentara bien y el hígado es buena fuente de hierro, me obligaba a comerlo
Ugh! Al yo manifestar que no tenía
hambre, me respondía pues si no tienes
hambre para la comida tampoco tienes hambre para el postre y yo, con tal de
disfrutar de los exquisitos dulces, me empujaba aquélla cosa espantosa que aún
hoy día no puedo soportar. De hecho,
nunca he hecho hígado –Ugh!
El carácter
recio de mi mamá se reflejaba en sus exigencias de que las cosas se hicieran
bien. “Las cosas se hacen bien o no se hacen” parecía ser su lema. Parte de mi
empeño en hacer las cosas bien se debe a su insistencia y lo agradezco
profundamente, así como su empeño en que tuviera buenas notas. Comencé a relajar mi rigor en los estudios,
por lo que mis notas en la universidad no fueron tan buenas como pudieron haber
sido. Yo pensaba que si podía sacar B
sin esforzarme, ¿para qué hacerlo? Como
resultado obtuve más Cs de las que hubiese querido. Lo cierto es que no necesité altas
calificaciones para terminar mis estudios de derecho y pasar la reválida. Estoy segura de que Mami estaría muy
orgullosa de que su hija sea abogada, aunque no lo estaría tanto de mis notas.
Con el
pasar de los años pude entender lo que creo estaba detrás de su insistencia en
que obtuviese buenas calificaciones. He
pensado que sentiría frustración al ver que yo, con todas las herramientas, no
me esforzaba mientras que ella, que no
tuvo las mismas oportunidades, solo pudo
estudiar hasta tercer grado. No me cabe
duda de que si hubiese tenido esas oportunidades se hubiese convertido en una
profesional destacada de haberlo querido, ya que era una mujer brillante. Con tan sólo un tercer grado entendía recetas
o patrones de costura en inglés e interpretaba tanto lo uno como lo otro a
perfección. Supo ser también una extraordinaria compañera de vida para mi papá,
quien poseía una maestría y se codeaba de tú a tú con personas que poseían
grados universitarios.
Cuando
cursaba mi tercer año de escuela superior Mami fue diagnosticada con cáncer de
seno. Mami se enfrentó a la extirpación
de su seno con estoicismo. Inició su
tratamiento de quimioterapia, pero eventualmente lo abandonó, cosa que me
sorprendió, dado su carácter tan recio. Sin embargo, no la juzgo, como creo que
nadie tiene derecho a juzgar a quien rechaza someter el cuerpo a la tortura de
un tratamiento que puede matar el cáncer, pero también matar lentamente el
cuerpo. Años más tarde Papi también
enfrentó al cáncer, pero en el colon.
Pese a que luchó hasta el final, el cáncer le ganó la batalla.
La noche
que mi mamá murió yo estaba con ella en el hospital. Llegó a decirme que ella jamás soñó tener un
esposo y una hija tan buenos. Yo hubiese
querido ser aún mejor hija, como sé que ella hubiese querido que nos
comprendiéramos mejor. Tal vez, si
estuviera hoy viva, habríamos logrado una mejor comprensión la una de la
otra. De lo que sí estoy segura, es de que
estaría tan orgullosa de mí, como yo lo estoy de ella. Hoy la recuerdo a través de un simple plato
de espaguetis a la italiana, que se transforma, mediante el poder del amor, en
un alimento para el cuerpo y más que todo, para el alma.
10 de
mayo de 2020
Día de
las Madres
Hola Ana Angelica: Que bello y profundo este escrito hoy dia de las madres. Conoci a tu mama, como nina que ve otra mama diferente. Pude ser testigo de los trajes que te cosia que parecian de revista. Ciertamente, somos de una epoca especial y producto de una generacion que nos sembro suenos y sentido de responsabilidad. Un abrazo virtual!
ResponderEliminarGracias y bendiciones.
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