¿A DÓNDE SE FUE EL SUEÑO?
Hoy
amanecí apesadumbrada. Desde que supe de la muerte de un hombre negro a manos
de un policía blanco en el estado de Minnesota, sentí angustia, ira y una
desazón que fue incrementándose. El hecho
de ver cómo este hombre muere -justo
ante nuestros ojos- añade a la
angustia. No es lo mismo leer la
noticia, que ver cómo un hombre yace indefenso, mientras otros con autoridad lo
mantienen inmovilizado hasta que finalmente muere. Es la viva ilustración del
racismo. Y esto no ha sido un suceso
separado. En febrero, un hombre negro
que corría fue cazado en Georgia por dos o tres hombres blancos armados con
rifles. Hace unos días, una mujer en el
Parque Central de Nueva York amenazó a un hombre negro con llamar a la policía
y en efecto lo hizo, indicando que un “hombre afroamericano la había amenazado
a ella y a su perro”. El hombre simplemente le había pedido que le pusiera la
correa al perro que andaba suelto, en violación a las normas del parque.
Por
supuesto, en seguida pensamos que estas conductas se han exacerbado tras la
conducta del presidente Trump, quien se expresó hace casi tres años en torno a
un conductor que lanzó su auto contra unos manifestantes en Virginia que enfrentaron
a neo nazis que protestaban por la remoción de la bandera confederada y la
estatua del general Robert E. Lee. Trump
manifestó que había gente excelente –fine
people- en ambos lados de la contienda.
No sé, yo soy incapaz de ver fine
people en un grupo de neo nazis, pero vamos, eso soy yo. Lo más horrible de todo es saber que Trump no
está solo –hay miles que piensan como él.
Tras
surgir las protestas en el más reciente caso –el del hombre asesinado a manos
de la policía, de nombre George Floyd, Trump reaccionó indicando que los actos
de saqueo –looting-, serían
enfrentados con disparos –shooting. Esto trajo a mi memoria las acciones de
la policía en aquélla protesta del 1ro de mayo aquí hace unos años y la reacción
de muchos ante los destrozos a la propiedad privada, que no guardaba proporción con la molestia expresada por todas
las veces que el gobierno de Ricardo Rosselló y otros nos han pisoteado y nos
siguen pisoteando. Yo no justifico los
daños a la propiedad aquí, en Minnesota o donde sea, pero puedo entender el
coraje, la indignación que se siente ante los desmanes de un gobierno
insensible. En el caso de los negros
norteamericanos, no puedo ni imaginar lo que se siente.
Durante
esta pandemia, nuestro pueblo - en su inmensa mayoría- ha seguido las directrices del gobierno. Unos actos desordenados en la playa, unas mascarillas
tiradas y se alzan las voces indignadas que no se alzaron cuando estábamos recogiditos
en nuestras casitas y el directorio PNP celebra una reunión un domingo, en
plena prohibición según la Orden Ejecutiva de la gobernadora. No se alzaron
suficientes voces de protesta cuando arrestaron a Giovanni Roberto –negro y
pelú- que estableció comedores sociales
para estudiantes de la IUPI por marchar pidiendo comida para los pobres –a él
solito, mientras habían personas en la calle pasado el toque de queda que no
arrestaron. Se le ve no digo yo la
costura –el refajo y el ruedo descosido.
Lo que
ocurre allá y lo que ocurre acá es el mismo dulce con distinto palito y admito
que en grado diverso –reflejo del discrimen contra negros, contra pobres,
contra los que piensan de manera distinta.
Y se me acumula toda esta angustia y me pregunto a dónde fue a parar el
sueño de Martin Luther King. Por eso
amanecí apesadumbrada, pero mañana es otro día y fiel a la filosofía el Dr.
King, me sacudiré las heridas y estaré presta a contribuir en lo que pueda para
hacer de esta una sociedad más justa.
30 de
mayo de 2020
Nota: la foto que acompaña este escrito es de un
cartel que compré cuando pasé a dirigir una oficina con la misión de combatir
el discrimen, hace 20 años. Al acogerme
al retiro, la coloqué en la pared del cuarto donde escribo. Muchas veces, cuando enfrenté dificultades en
mi trabajo, miraba otro cartel del Dr. King que colgaba en la oficina, miraba
al Dr. King y pensaba “él lo tuvo más difícil que yo”. Eso me daba ánimos para
continuar.