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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

viernes, 12 de abril de 2019

Falta voluntad














FALTA VOLUNTAD; SOBRA DESCONFIANZA

Dice el dicho que las cosas en palacio andan despacio, pero la realidad es que depende de qué cosas, de qué palacio y de cuales reyes o súbditos.  En Puerto Rico -que es un país, pese a la opinión de Romero Barceló- y en otros países también, lograr cambios fundamentales puede tomar años.  Hay situaciones que implican cambios en paradigmas, como abolir la esclavitud, otorgarles el voto a las mujeres o aprobar el matrimonio homosexual.  Otros requieren grandes inversiones de dinero, como la construcción del Tren Urbano.  En otras instancias, proveer condiciones de vida dignas, un sistema de salud que funcione o una educación a la altura de los tiempos  para un sector de la sociedad cada vez más creciente requiere no sólo de grandes inversiones de dinero, sino también una voluntad férrea de verdaderamente querer cambiar las cosas.

Desde hace años la administración pública en Puerto Rico ha ido cambiando para mal.  Dicen que “lo malo se pega” y creo que es verdad.  Tras 30 años en el servicio público, pude ver actos sin sentido de una y otra administración.  Claro, unos peores que otros, pero en fin, muchas acciones que no tenían explicación.  Vi contratos exorbitantes que eran a su vez supervisados por otro contratista, sin que el empleado público a cargo estuviese familiarizado con sus términos.  Para colmo, a veces ni siquiera querían certificar las facturas, amparándose en que eso le correspondía al contratista que administraba el contrato – el clásico caso del “cabro velando las lechugas”.  Vi empleados públicos haciendo trámites que le correspondían al contratista; vi un empleado a cargo de gerenciar un contrato quedarse dormido en plena presentación del contratista.

Pasé vicisitudes con firmas que se contrataron para hacer parte de las funciones que me correspondían, sin que luego se implantaran los procesos para los que se les contrató, que estaban -claro está- bajo el control del que se quedó dormido.  Tuve muy buenos momentos al inicio de mi carrera en el servicio público y al asumir las riendas de una oficina dedicada a combatir el discrimen cuando había secretarios con sensibilidad. Por desgracia, sufrí bajo otros que me trataron con el látigo del desprecio en los tiempos mas aciagos y en los menos malos, que se me recibiera, se escuchara lo que tenía que decir y luego no pasaba absolutamente nada. Gran parte de mis memorandos no recibían contestación, pero nunca dejé de escribirlos.  Ya no escribía para el destinatario que me ignoraba, sino para dejar constancia de que siempre dije lo que necesitaba ser dicho.

Evidentemente trabajar bajo esas circunstancias causa un alto nivel de desesperanza, así que hace tres años finalmente me acogí al retiro, para dedicarme a aquello que me produce satisfacción.  Esto es mas que lamentable, porque creo que todavía tenía mucho que aportar dentro del sistema.  Por lo que veo, ese sistema está aun peor.  Y está peor porque no solo los funcionarios a cargo no saben lo que tienen que hacer, sino que ni se ocupan de aprender, enfrascados en ver cómo se favorece a los colaboradores de partido.  El enfoque no va dirigido al bien colectivo, sino a como hacer algo porque fulano mas arriba me lo pidió y se corre a actuar sin darle uso a las neuronas del cerebro, que en algunos casos parece que no son muchas.

Los que estamos fuera del gobierno, en el mejor de los casos miramos el vaivén de versiones como si presenciáramos un partido de tenis y en el peor, ya dejó de importar.  La trama de intrigas alrededor del desempeño de Julia Keleher como secretaria de Educación por contrato es un magnífico ejemplo.  Para empezar, no se explica cómo un puesto del gabinete constitucional puede ser ocupado mediante contrato y que el mismo no sea ni siquiera con el departamento que va a dirigir.  Y aquí a todo se le da la vuelta cuando hay un impedimento legal.  ¿Qué por ley hay un tope salarial y esta maracachimba de la educación pide mas? No hay problema, buscamos los abogados que son bien buenos haciendo malabares con las interpretaciones y le damos un contrato, para poder pagarle mas.  Ya íbamos mal.  Luego comenzó a tomar decisiones a diestra y siniestra sin comunicarse efectivamente con la comunidad.  En esto, hace tiempo que se viene fallando, al dejar que firmas de dizque comunicadores se ocupen de hacer algo que es todo menos comunicar efectivamente.

Ahora sale a relucir un contrato con un bufete en el que trabaja el hermano del gobernador, quien ha reaccionado ofendidísimo, porque su hermano supuestamente no era socio del bufete y solo se dedicaba a traducir documentos, cuando la misma página del bufete dice que es experto en asuntos de escuelas charter y  sería el contacto para atender clientes que interesaran trabajar estos asuntos en Puerto Rico.  Escuché un analista político burlarse de Acevedo Vilá, bajo cuya incumbencia alegó que también se contrató ese bufete.  Se le olvidó el detalle que su hermano no trabajaba allí.  El problema no es el bufete –es la representación que se hace, por parte del hermano del gobernador, que es él quien manejaría asuntos relacionados con las escuelas charter.

El rasgado de vestiduras que hace el gobernador es como la negación vigorosa, con cara de ofendido que hace un marido ante la esposa que lo sorprende en la cama con otra –u otro- para el caso da lo mismo.  “No es lo que tu piensas”.  Ante esa evidencia contundente la esposa tiene dos caminos – enfrentar la situación o hacerse de la vista larga, porque al fin, “todos son iguales”.  Tristemente -cada vez mas- el país opta por la segunda opción.  El país se nos cae en cantos y muchos optan por mirar para otro lado, buscando un ladito donde no le caigan pedazos encima.  El otro día vi una entrevista que le hicieron a varios ciudadanos, preguntando cómo catalogaban el desempeño de la secretaria Keleher.  La mayoría le dio F.

Una mujer, presumo que maestra, le dio B.  Al preguntarle, respondió sonreída “me dio una computadora, una laptop, un archivo” y no sé que otra cosa.  Asqueante, pero muy ilustrativo del problema que carcome nuestra sociedad -mientras yo esté bien, escojo mirar para otro lado.  Adiós bien común; adiós solidaridad.  Eso no es lo que verdaderamente somos.  Somos un pueblo que supo alzarse tras el huracán María, ofreciendo apoyo a vecinos y hasta desconocidos.  En algún punto nos perdimos y hemos escogido pretender que creemos las explicaciones que los Rivera Marín de la vida quieren que creamos.

El problema no es Rosselló padre o hijo, o  García Padilla, Acevedo Vilá u otr@s; somos nosotros que  hemos dejado de exigirle a gobiernos a los que les falta voluntad para atajar los problemas y pese a la desconfianza, hacemos como los tres monitos que no ven, no oyen y no hablan.  Pues yo veo, oigo y hablo -ah, y también escribo.

12 de abril de 2019




lunes, 1 de abril de 2019

Chocolate y café






CHOCOLATE Y CAFÉ

Me reconozco chocaholic. Desde niña me ha fascinado el sabor del chocolate. En el principio degustaba las famosas barras y kisses de Hershey’s y luego los M y M’s.  Aunque probé otras versiones con almendras, arroz, pasas, maní, siempre preferí el chocolate solito.  Incluso, solía comer pedazos del chocolate Cortés que Mami compraba para hacer el chocolate caliente –una bebida olorosa, espesa, que acostumbraba hacer los domingos por la tarde. El acompañamiento obligado eran las galletas Export Soda con mantequilla y el queso de papa.  Mami rallaba el chocolate y lo echaba sobre la leche que batía en un ritual que parecía ancestral.  Mi paladar sufría porque en mi afán de probarlo de inmediato, mientras humeaba, el chocolate me quemaba y me dejaba el paladar en tiritas.  Pero como dice el dicho, sarna con gusto no pica.

Bebía chocolatina, añadía sirop de chocolate al helado de vainilla, cuando no había el de chocolate, -que era, por supuesto- mi favorito.  Solíamos comprar unos caramelos Kraft que traían dos o tres con sabor a chocolate.  Papi – que también era chocaholic y yo rebuscábamos en el paquete hasta dar con los pocos ejemplares del sabor tan deseado.  Curiosamente, años después produjeron empaques con caramelos solo de ese sabor, pero el disfrute no era el mismo –faltaba la emoción de encontrar aquello que se sabía escaso. Yo devoraba los brownies que hacía mi mamá y luego yo; preparé recetas de no se cuantos tipos de bizcocho de chocolate.  Casi siempre que me ofrecen postre en un restaurante, si hay algo de chocolate, sucumbo a la tentación, a menos que sospeche que pueda ser un bizcocho de esos de tienda de descuento o que no esté en su mejor momento, en cuyo caso se convierte en una masa seca y desabrida.

Con el tiempo mi gusto se fue sofisticando y comencé a probar chocolates mas finos e inclinarme por el chocolate oscuro – Dove, Lindt, helados Hāagen- Dasz, hasta que llegué a Godiva, los cuales estuve disfrutando por años y de hecho, si se me atraviesa uno en el camino, no lo voy a despreciar.  En años recientes comenzaron a entrar al mercado chocolates de muy alta calidad, producidos en Puerto Rico.  Cortés tiene una línea finísima, Forteza, que no solo tiene chocolates en cuadritos en un empaque de una lata muy chic, sino también trufas muy atractivas, de colores atrayentes.  Indulge es otra línea local, así como Loíza Dark, la cual me encanta por el uso del chocolate oscuro y la mezcla de sabores con frutas y hasta champán.  Sus bocaditos de granos de café con chocolate son el éxtasis para alguien como yo, fanática de ambos.

Precisamente este gusto por los dos sabores me llevó a acudir a una exposición de ambos productos que se llevó a cabo recientemente en el Centro de Convenciones.  He probado varios tipos de café producido aquí y ya llevo tiempo comprando Flor de Patria, además del de Hacienda Muñoz que compro de vez en cuando.  Un representante de este último me explicó tras mi pregunta, que hay productores locales que mezclan el café local con café de otros países.  Esto ha llevado a varias personas a afirmar que ningún café en Puerto Rico es 100% puertorriqueño, particularmente después de María. Según el joven de Hacienda Muñoz, el que ellos representan sí lo es, así como unos cuantos que producen en pequeña escala.  Yo creo que eso es así y si no lo es, al menos una porción de los cafés que se producen localmente provienen de aquí.

Me incomoda sobremanera el afán de muchos de echar sombra sobre lo que se produce localmente.  Creo que no debe haber anuncios engañosos y que el consumidor tiene derecho a saber la procedencia  del producto que compra, pero debemos hacer todos los esfuerzos posibles para que nuestra industria se recupere.  Prefiero tomar café con algún porciento de grano puertorriqueño que café 100% de otro lugar, por mejor que sea.  De nuevo, no voy a despreciar un buen café de otro país, pero para mi consumo diario, que sea de aquí.

En la exposición tuve la oportunidad de conocer otras marcas de chocolate fino producidas localmente y asistí a una charla educativa sobre el cacao que me dejó asombrada y me hace respetar aun más los agricultores puertorriqueños.  Con tesón han ido levantando sus siembras de cacao.  Según aprendí, nuestro cacao no tiene plagas, lo cual lo hace ideal para su cultivo.  Muchos sufrieron pérdidas en sus fincas tras María, pero ha sido uno de los cultivos menos afectados.  Algunos de los que estaban en la exhibición no solo cultivan cacao, sino que además fabrican chocolates, como Loíza Dark,  Cacao 360 y Arabuco Kai.  Dialogué con un joven de este último y me sorprendió que tienen los chocolates identificados por región – Moca y San Sebastián son dos de los que adquirí, pero también tienen otros.  Según me indicó, cada región produce un cacao con sabor diferente, tal y como ocurre con el vino.

Visité otro puesto con café, pero en lugar de adquirir café adquirí una pulsera con semillas de café entrelazadas con otras cuentas.  Es como llevar la esencia del café conmigo.  En otro puesto anunciaban el lanzamiento en un futuro cercano de vino de cacao, producido con cacao local. Otro hace hasta té de cacao. Muchos de los productores anuncian que ofrecen recorridos de sus fincas y estoy deseosa de hacerlos, para presenciar el esfuerzo de nuestros agricultores, que se lanzan a esta actividad con entusiasmo, esperanza y sobre todo fe.

Creo que estos seres humanos están hechos de una madera especial –madera con olor a café y cacao- que les hace enfocarse en su sueño, sin amilanarse ante la realidad de una economía deprimida, el temor al fracaso o la posibilidad de que un huracán eche al suelo sus ilusiones enredadas en árboles de cacao, arbustos de café u otras cosechas.  Estos agricultores y empresarios son mis nuevos héroes.  Lo mejor que puedo hacer para honrar su labor es comprar sus productos y estimular a otros para que también lo hagan.  Mientras yo estoy cómodamente sentada escribiendo esto, hay un agricultor sembrando, abonando terreno o recogiendo frutos bajo el sol.  Si de verdad queremos a Puerto Rico, tenemos que demostrarlo.  Sí, los Godiva son muy buenos, pero  los chocolates y otros productos de aquí son  igual de buenos –tal vez más y además, llevan adentro el alma de un país que se enfrenta a la adversidad y habrá de salir victorioso.

1 de abril de 2019