FALTA VOLUNTAD; SOBRA DESCONFIANZA
Dice el
dicho que las cosas en palacio andan despacio, pero la realidad es que depende
de qué cosas, de qué palacio y de cuales reyes o súbditos. En Puerto Rico -que es un país, pese a la
opinión de Romero Barceló- y en otros países también, lograr cambios
fundamentales puede tomar años. Hay
situaciones que implican cambios en paradigmas, como abolir la esclavitud,
otorgarles el voto a las mujeres o aprobar el matrimonio homosexual. Otros requieren grandes inversiones de
dinero, como la construcción del Tren Urbano.
En otras instancias, proveer condiciones de vida dignas, un sistema de
salud que funcione o una educación a la altura de los tiempos para un sector de la sociedad cada vez más
creciente requiere no sólo de grandes inversiones de dinero, sino también una
voluntad férrea de verdaderamente querer cambiar las cosas.
Desde
hace años la administración pública en Puerto Rico ha ido cambiando para mal. Dicen que “lo malo se pega” y creo que es
verdad. Tras 30 años en el servicio
público, pude ver actos sin sentido de una y otra administración. Claro, unos peores que otros, pero en fin,
muchas acciones que no tenían explicación.
Vi contratos exorbitantes que eran a su vez supervisados por otro
contratista, sin que el empleado público a cargo estuviese familiarizado con
sus términos. Para colmo, a veces ni
siquiera querían certificar las facturas, amparándose en que eso le
correspondía al contratista que administraba el contrato – el clásico caso del
“cabro velando las lechugas”. Vi
empleados públicos haciendo trámites que le correspondían al contratista; vi un
empleado a cargo de gerenciar un contrato quedarse dormido en plena
presentación del contratista.
Pasé
vicisitudes con firmas que se contrataron para hacer parte de las funciones que
me correspondían, sin que luego se implantaran los procesos para los que se les
contrató, que estaban -claro está- bajo el control del que se quedó
dormido. Tuve muy buenos momentos al
inicio de mi carrera en el servicio público y al asumir las riendas de una
oficina dedicada a combatir el discrimen cuando había secretarios con
sensibilidad. Por desgracia, sufrí bajo otros que me trataron con el látigo del
desprecio en los tiempos mas aciagos y en los menos malos, que se me recibiera,
se escuchara lo que tenía que decir y luego no pasaba absolutamente nada. Gran parte de mis memorandos no
recibían contestación, pero nunca dejé de escribirlos. Ya no escribía para el destinatario que me
ignoraba, sino para dejar constancia de que siempre dije lo que necesitaba ser
dicho.
Evidentemente
trabajar bajo esas circunstancias causa un alto nivel de desesperanza, así que hace
tres años finalmente me acogí al retiro, para dedicarme a aquello que me
produce satisfacción. Esto es mas que
lamentable, porque creo que todavía tenía mucho que aportar dentro del sistema. Por lo que veo, ese sistema está aun peor. Y está peor porque no solo los funcionarios a
cargo no saben lo que tienen que hacer, sino que ni se ocupan de aprender,
enfrascados en ver cómo se favorece a los colaboradores de partido. El enfoque no va dirigido al bien colectivo,
sino a como hacer algo porque fulano mas arriba me lo pidió y se corre a actuar
sin darle uso a las neuronas del cerebro, que en algunos casos parece que no
son muchas.
Los que
estamos fuera del gobierno, en el mejor de los casos miramos el vaivén de
versiones como si presenciáramos un partido de tenis y en el peor, ya dejó de
importar. La trama de intrigas alrededor
del desempeño de Julia Keleher como secretaria de Educación por contrato es un
magnífico ejemplo. Para empezar, no se
explica cómo un puesto del gabinete constitucional puede ser ocupado mediante
contrato y que el mismo no sea ni siquiera con el departamento que va a
dirigir. Y aquí a todo se le da la
vuelta cuando hay un impedimento legal. ¿Qué
por ley hay un tope salarial y esta maracachimba de la educación pide mas? No
hay problema, buscamos los abogados que son bien buenos haciendo malabares con
las interpretaciones y le damos un contrato, para poder pagarle mas. Ya íbamos mal. Luego comenzó a tomar decisiones a diestra y
siniestra sin comunicarse efectivamente con la comunidad. En esto, hace tiempo que se viene fallando,
al dejar que firmas de dizque comunicadores se ocupen de hacer algo que es todo
menos comunicar efectivamente.
Ahora
sale a relucir un contrato con un bufete en el que trabaja el hermano del
gobernador, quien ha reaccionado ofendidísimo, porque su hermano supuestamente
no era socio del bufete y solo se dedicaba a traducir documentos, cuando la
misma página del bufete dice que es experto en asuntos de escuelas charter y sería el contacto para atender clientes que
interesaran trabajar estos asuntos en Puerto Rico. Escuché un analista político burlarse de
Acevedo Vilá, bajo cuya incumbencia alegó que también se contrató ese
bufete. Se le olvidó el detalle que su
hermano no trabajaba allí. El problema
no es el bufete –es la representación que se hace, por parte del hermano del
gobernador, que es él quien manejaría asuntos relacionados con las escuelas charter.
El
rasgado de vestiduras que hace el gobernador es como la negación vigorosa, con
cara de ofendido que hace un marido ante la esposa que lo sorprende en la cama
con otra –u otro- para el caso da lo mismo.
“No es lo que tu piensas”. Ante
esa evidencia contundente la esposa tiene dos caminos – enfrentar la situación
o hacerse de la vista larga, porque al fin, “todos son iguales”. Tristemente -cada vez mas- el país opta por
la segunda opción. El país se nos cae en
cantos y muchos optan por mirar para otro lado, buscando un ladito donde no le
caigan pedazos encima. El otro día vi
una entrevista que le hicieron a varios ciudadanos, preguntando cómo
catalogaban el desempeño de la secretaria Keleher. La mayoría le dio F.
Una
mujer, presumo que maestra, le dio B. Al
preguntarle, respondió sonreída “me dio una computadora, una laptop, un archivo”
y no sé que otra cosa. Asqueante, pero
muy ilustrativo del problema que carcome nuestra sociedad -mientras yo esté
bien, escojo mirar para otro lado. Adiós
bien común; adiós solidaridad. Eso no es
lo que verdaderamente somos. Somos un
pueblo que supo alzarse tras el huracán María, ofreciendo apoyo a vecinos y
hasta desconocidos. En algún punto nos
perdimos y hemos escogido pretender que creemos las explicaciones que los Rivera
Marín de la vida quieren que creamos.
El
problema no es Rosselló padre o hijo, o García Padilla, Acevedo Vilá u otr@s; somos
nosotros que hemos dejado de exigirle a
gobiernos a los que les falta voluntad para atajar los problemas y pese a la desconfianza,
hacemos como los tres monitos que no ven, no oyen y no hablan. Pues yo veo, oigo y hablo -ah, y también
escribo.
12 de
abril de 2019