Reflexiones sobre la esencia del Partido Popular Democrático
¿DÓNDE ESTÁ EL ALMA?
Yo he
usado esta palabra muchas veces. Me he
referido a hombres con alma de niño, edificios, cachivaches o lugares con alma;
a palabras que me salen del alma –usualmente palabras fuertes, de las llamadas
“malas”, pero que son un reflejo de un profundo dolor o indignación. En momentos gozosos, aludo a adornar o
alegrar el alma; en momentos tristes han salido a relucir las heridas del alma
o el dolor que estruja el alma o los pedazos arrancados de ella. Por supuesto, que la uso con un tono cargado
de orgullo y casi reverencia cuando me refiero a mi Alma Máter, la Universidad
de Puerto Rico. He tenido la dicha de
hacer viajes con alma, que es decir que son experiencias de vida en las que
aprecio la belleza de los paisajes, aspiro los olores, siento la brisa;
disfruto a plenitud de los sabores de un país y me comunico con su gente. Una de las alusiones más hermosas que he
escuchado es cuando Papi me llamaba su hija
del alma.
En estos
días ha salido a relucir la palabra vinculada al Partido Popular
Democrático. Se ha dicho que en estos
momentos se cuestiona si se ha quedado sin alma. Creo que sí.
Yo crecí bajo los fundamentos de ese partido, aunque hace mucho tiempo
que dejé de considerarme militante.
Respaldo muchas de sus posturas de justicia social y su apego a la
reafirmación de nuestra identidad nacional.
Esto último se ha venido erosionando con el tiempo y merece un análisis
mucho más profundo que lo que esta reflexión puede atender. Son muchas las personas que han señalado que
cada día el Partido Popular se parece más al PNP y estoy de acuerdo.
Desde mi
punto de vista, el PNP se ha caracterizado por tener una organización muy
centrada en lograr triunfos electorales. De hecho, internamente hay quienes han
criticado esto, lo que ha provocado un nuevo énfasis en impulsar la
estadidad. Desde hace bastante tiempo,
el Partido Popular ha estado enfocado en seleccionar candidatos con la
posibilidad de derrotar el candidato del PNP, pero sin hacer esfuerzo alguno
para definir el rumbo que debe tomar en términos filosóficos a la luz del giro que ha tomado nuestra relación con los Estados Unidos. Se hacen esfuerzos para derrotar la estadidad
–algunos muy burdos como hemos visto, pero no para definir hacia dónde vamos
con un estatus que ha quedado más que desprestigiado.
Hace
mucho tiempo que Estados Unidos ha decidido ignorarnos, en el mejor de los casos
y más recientemente, humillarnos. Esta
actitud desdice mucho de uno y otro país.
Pese a que muchos todavía insisten en que el Estado Libre Asociado es
viable con unos pequeños ajustes, la situación, aunque dolorosa, es
insostenible. Las más recientes
decisiones de los tribunales han dado al traste con cualquier ilusión de que
aquello que funcionó hace varias décadas, aún funciona y que sólo hay que darle
un update.
La
dirección del partido es el mejor ejemplo del estado de negación. Por años se ha pospuesto una consideración
seria y profunda del estatus, amparándose en que hay una crisis económica que
atender, como si no pudiesen atenderse ambos asuntos. Este ejercicio de posponer lo medular me
recuerda una relación que tuve, en la que la justificación para no atender el
distanciamiento era que había que atender diversas crisis que se presentaban en
el entorno laboral, que a fin de cuentas no eran distintas crisis, sino una con
variantes. El resultado final fue que la
crisis económica, que en verdad era una crisis de prioridades, se tragó la
relación.
Pues los
que tienen el control del partido no han querido enfrentar la crisis mayor en
la relación con un pilar fundamental – el estado libre asociado que ideó Muñoz
y que fue una solución en su momento.
Hay quien ha planteado que esta creación fue un engaño, pero yo no lo
veo así. Creo que Muñoz se enfrentó a
una situación de un pueblo sumido en la miseria y buscó una alternativa
novedosa que halló resonancia en líderes de la época en Estados Unidos. La traición no vino de Muñoz –vino del que se
presentó como socio y que luego, cuando la isla no servía a sus intereses,
nos fue abandonando poco a poco, como el
amante que empieza a llegar tarde, luego no tiene tiempo para nosotros y en el
peor de los casos, termina maltratándonos.
Esta relación indigna desdice de nosotros, pero desdice también de una
nación que ha tenido líderes insignes y se precia de ser ejemplo de
democracia. Las naciones no son sus
líderes; son el pueblo que las constituye.
Y los
líderes que controlan el Partido Popular en este momento desdicen mucho de un
partido que una vez fue dirigido por gente honorable. La pugna reciente sobre los vínculos del presidente del partido y otro personaje
que me parece accesorio con la firma DCI Group dedicada a cabildear a favor del
pago a los bonistas y a quien se le imputa lanzar una campaña de lodo sobre el
entonces gobernador y las intenciones del país de evadir sus obligaciones
presenta la cara más fea de los abogados.
Y puedo hablar sobre los abogados, porque soy abogada.
El rol de
un abogado es asesorar a su cliente y ser fiel a su particular visión de los hechos,
independientemente de si está de acuerdo o no.
Por supuesto, es su deber plantear todas las posibilidades en defensa de
su postura, incluyendo el riesgo de perder en un juicio. La decisión final no es del abogado-es del
cliente. A mucha gente le causa incomodidad que un abogado criminalista
defienda a un acusado de crímenes abominables, cuando sabe que el acusado en
efecto cometió el crimen. Como abogada, sé que ese abogado está defendiendo el
principio del derecho a un juicio justo.
Su obligación es hacer todo lo legalmente posible –y lo subrayo a
propósito- por demostrar que el proceso
no se llevó a cabo como corresponde, ya bien sea porque no hubo una
identificación adecuada, que la evidencia se obtuvo de manera ilegal o
cualquier otra circunstancia que se apartó del procedimiento que está
instituido en nuestro sistema de derecho para la protección de todos nosotros.
Es preciso
recordar que no es el abogado quien determina que el acusado no es culpable,
sino el juez, luego de escuchar los argumentos del otro lado – del fiscal que
debe probar más allá de duda razonable que el acusado es, en efecto, culpable
de lo que se le imputa. Para los
abogados a quienes se nos hace muy difícil desdoblarnos y atender clientes que
pueden ocasionarnos un conflicto con nuestras creencias, el camino a tomar es
no atender ciertos casos e incluso, no dedicarnos a la práctica criminal. Debo enfatizar que no quiero en modo alguno
implicar que los abogados criminalistas estén haciendo algo inmoral al defender
clientes que saben cometieron los delitos, sino que cada abogado debe tomar el
curso de acción que le produzca la mayor tranquilidad personal.
En el
campo del derecho civil también pueden presentarse conflictos, cuando el
abogado representa clientes con intereses encontrados, aspecto regulado por los
cánones de ética. Un abogado no puede
representar, por ejemplo, a partes que están en pugna en torno a una
herencia. Y el asunto se sigue complicando
cuando entramos al ámbito de la persona que es abogado, pero que no está
actuando como tal en su capacidad de director o representante de un organismo,
lo que me lleva a la actuación del presidente del Partido Popular. El otro caso no lo abordo, porque como dije,
es un mero accesorio.
La
participación de Héctor Ferrer en la redacción de memorandos legales a DCI
Group lo convierte en un abogado con obligación hacia ese cliente. El no actúa como abogado del Partido Popular,
por lo que desde el punto de vista ético legal, no ha actuado de forma que
violente leyes o el código de ética de los abogados.
Habiendo
establecido esto, es preciso que nos enfrentemos a lo que es una ética
personal, que no aparece en códigos, ni leyes.
Trabajar para una entidad -aunque sea en una gestión limitada- que en su afán para obtener el pago para unos
bonistas, pinta un cuadro distorsionado de los puertorriqueños, es algo que
hiere eso intangible que llevamos dentro la mayoría de los puertorriqueños,
aunque ni siquiera se esté consciente de ello.
Yo dirigí una oficina dedicada a combatir el discrimen y no actuaba como
abogada. ¿Cómo se sentiría una víctima
de discrimen por digamos, origen nacional, si fuera de horas laborables me
dedicara a orientar policías acusados de violencia policiaca contra la
comunidad dominicana? No se trata de si
la actuación de Héctor Ferrer era legalmente válida; se trata de que una
persona que representa un organismo que defiende la justicia social no debería
representar a quien, aunque legítimamente, defiende sus intereses económicos
sin contemplar las consecuencias.
Y no es
cuestión de empezar a señalar que hay otros que actúan de la misma forma o las
motivaciones que pudiesen tener para hacer el señalamiento. Todos los que actúen de igual manera incurren
en el mismo enredo de espíritu, para
usar una frase de Muñoz. La pugna ha
sacado a la luz que el Partido Popular, tristemente, perdió su alma, como se
dice que manifestó Victoria Muñoz. Y lo
cierto es que hace tiempo la perdió, pero era algo que no se quería ver. La controversia por las gestiones con DCI
Group destapó esa realidad, como María destapó la pobreza que estaba ahí y no
veíamos –o no queríamos ver.
Es
repugnante ver los intentos de justificar lo injustificable ante nuestras almas
heridas, porque lo que ocurre en el Partido Popular –y en otros también, duele
en el alma, pero no hablo de lo que no es el tema –eso le toca a otros. Hay
veces que unas declaraciones revelan mucho más allá de lo que se dice. Establecida la pugna, según el Periódico Primera Hora del lunes, comenzaron
a salir carteles que decían PPD sin
criminales, con una foto de Aníbal Acevedo Vilá y No a los gansos. Cuestionado sobre ello, Ferrer se desvinculó de
los mismos y manifestó ¿Quién puso eso y
los otros? Yo no sé ni me interesa ni me importa. No dudo que él no sepa, pero ¿cómo no le
va a importar a su presidente que aparezca una campaña de descrédito contra
miembros del PPD? A mí me importaría
mucho que se arrojaran sombras sobre el personal de la oficina que dirigía,
porque eso afectaría la credibilidad de la labor que allí se hacía. Ese es el gran problema, que a muchos no les importa
la imagen que se proyecte de un partido con nobles propósitos.
Y más allá
de la imagen, la naturaleza del partido, su razón de ser se ha perdido, si se
va a continuar por este camino de negación de la realidad colonial y la lucha
por candidaturas para gobernar algo que ya ni se sabe qué es. Por años no hemos querido ver una realidad
porque resulta dolorosa. William Miranda
Marín aludió en el 2010 a la necesidad de una ruptura. Han pasado 8 años y hay una negación de la
necesidad de romper con lo que en algún momento sirvió bien al país. Precisamente 8 años me tomó llegar al
convencimiento de que mi relación de matrimonio no era lo que en su origen fue;
que ya la razón de ser había dejado de existir; que era una relación donde no
había maltrato, pero tampoco había amor de pareja. Lo mismo ocurre con el Partido Popular. Hay una resistencia a romper con lo que dejó
de ser, porque seguimos añorando lo que una vez fue.
Sí, el
alma del Partido Popular se ha perdido, pero está en los pedazos que de ella
hay en los corazones de cada uno de los que creemos sus postulados básicos de
pan – pan para saciar el hambre del cuerpo y del espíritu; tierra para
cultivarla, sostenernos, protegerla y amarla y finalmente, libertad para elegir el
rumbo de nuestro destino con plena conciencia de quiénes somos y hacia dónde
vamos. No es un camino fácil; es
doloroso, pero necesario. Se comienza juntando todos esos pedacitos del alma del
Partido Popular que llevamos dentro para retornar a su esencia, aunque con ello
tenga otra apariencia.
23 de
agosto de 2018
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