Para todos los padres amorosos que existen y los que tienen la capacidad de llegar a serlo
PADRE
Hay
cientos de maneras para referirse al hombre que nos engendró o que hace la
función de padre en una familia. Unos le
dicen papá, o pa, pai, viejo, papi o papito (mi preferido). En inglés, dad resulta la forma más común, con su variante daddy, que sería el equivalente de
papito. Para algunos, no hay forma de
nombrarlo con cariño, porque nunca lo conocieron, o porque desearían no haberlo
conocido jamás. Soy más que consciente
de que muchas personas no tuvieron un padre amoroso y hasta dudan de que eso
exista. En nuestra cultura es muy común
que se le rinda más homenaje a la madre, a quien se le ve como ejemplo de
abnegación y entrega absoluta. Por supuesto, hay sus excepciones, pero como
regla general, la mujer suele asumir el rol más protagónico en la crianza de
los hijos y las que abandonan sus hijos reciben el rechazo más absoluto de la
comunidad, mientras que los padres que se desentienden de los hijos no reciben
el mismo nivel de desprecio.
En
algunos casos, al padre se le ve como un mero proveedor, que debe suplir techo
y alimento para la familia y no se echa de menos su presencia ni se requiere
que comparta con ella. Hay familias en
las que la relación con el padre es como una especie de app (alianza público–privada), en la que la madre administra toda
la operación del hogar, lleva los niños a la escuela, estudia con ellos, los
lleva a prácticas de baloncesto, ensayos de baile, asiste a reuniones con los
maestros, en fin, se hace cargo del hogar –a menudo mientras también tiene un
trabajo remunerado. El padre realiza los
pagos y resuelve ciertos asuntos, pero no está al tanto de lo que ocurre de día
a día y a veces, pasan días sin que tan siquiera vea a los hijos. Hay niños que
aunque tienen un padre que es un excelente proveedor, carecen de su abrazo
amoroso.
Recientemente
vi un documental sobre el Papa Francisco, quien dicho sea de paso, ejemplifica
una verdadera figura paternal. De tan sólo verlo, siento deseos de abrazarlo,
darle un beso y pedirle la bendición –sé que no soy la única. Hay algo en el que se siente genuino, que
emana amor y nos inspira a ser mejores seres humanos. Entre otras grandes y sencillas preguntas, el
Papa les pregunta a los padres “¿juegan con sus hijos?” De inmediato vino la imagen de mi papá, que
era uno de esos seres maravillosos con que la vida me ha bendecido y la razón
principal por la que mantengo la fe en el género masculino.
Crecí en
un hogar tradicional –mi mamá era ama de casa y mi papá era empleado
gubernamental de la generación de verdaderos servidores públicos. Trabajaba muchas veces hasta tarde, sin estar
pendiente del reloj y fue escalando altas posiciones por su propio
esfuerzo. Había veces que no lo veía
llegar, pero siempre estaba pendiente de mis actividades. Cuando era pequeña, en ocasiones me daba de
comer y con mucha frecuencia se sentaba a jugar conmigo en el piso. Era conveniente que sabía el nombre de todos
mis peluches. Siempre estaba pendiente
de que mi mamá tuviese lo necesario –y más. Papi tuvo que hacer lo que creo el
supremo sacrificio para un hombre –vender un carro que le encantaba cuando Mami
confrontó serios problemas de salud.
Los fines
de semana solíamos salir juntos y en verano él y Tío Pedro alquilaban una casa
en Vega Baja por todo un mes. Mis primos
y yo tenemos gratos recuerdos de esos días.
Nunca sentí rechazo de mi papá –todo lo contrario –sentía un amor
incondicional. Ese amor, sin embargo, no
implicaba que yo pudiese obtener todo lo que quisiera. Papi nunca me compró un carro –vine a tener
uno después que me casé y empecé a trabajar.
Papi me inculcó grandes lecciones de honestidad, responsabilidad y
compromiso. Esas lecciones me sirvieron
de modelo durante los años que laboré para varias agencias
gubernamentales. Estoy segura que él
estaría tan decepcionado como lo estoy yo, del rumbo que ha tomado el servicio
público.
Pese a
todas las situaciones negativas, mi papá me enseñó que somos seres
privilegiados. No como los privilegiados
que observamos con horror al mando de agencias, juntas y dueños de influencias,
sino privilegiados porque tuvimos amor de familia, una buena educación y
nacimos en un país hermoso, con hombres y mujeres que forjaron la patria que
hoy muchos desprecian. Yo vivo
agradecida de haber tenido el padre que tuve, quien ha sido una influencia tan
grande en mi vida. Su amor era tan
especial, que me enseñó a valerme por mí misma y a 28 años de su partida, rara
vez siento la necesidad de tener su presencia física, porque ya él y yo somos
la misma cosa -está integrado a cada célula de mi ser.
Sé que no
todo el mundo ha tenido la bendición de un padre como el que tuve, pero es
importante que se sepa que padres así existen -hombres tiernos, honestos,
amorosos, responsables, fieles. Los veo
en familias como la del Ingeniero José Miguel Izquierdo Encarnación, ex
servidor público a quien distingo, cuyo padre fue el Dr. Luis Izquierdo Mora,
un servidor público de primera. Me
proporciona gran alegría ver sus entradas en Facebook, con fotos familiares que reflejan amor y la alegría de
estar juntos. Veo el mismo amor en mi primo Pedro, que se manifiesta en las
atenciones hacia sus hijos y el cuidado que les prodiga a perros rescatados de
las garras de la muerte. Estoy segura
que el aliento de vida que les insufla a esas criaturas tiene tanto de eso que
le nace del ser noble que es, como de sus habilidades como veterinario.
Veo la
misma ternura en mi primo Efraín, un hombre con alma de niño, quien pese a sus
experiencias en una guerra sin sentido, mantiene una inocencia y un alma noble,
que prodiga amor a sus hijos y parientes.
He tenido múltiples ejemplos de hombres tiernos en mi familia y en
conocidos a lo largo de mi vida. Mi
maestro de yoga Yakeen es uno de esos ejemplos y pese a que es mucho más joven
que yo, me siento en presencia de una figura paternal cuando lo veo, al punto
de que le pido la bendición. El más reciente es un chico de 23 años que conocí
en la clase de italiano, que se hace cargo de su pequeña hija que aún no cumple
un año. Ha asumido una responsabilidad
que otros habrían rehuido. Este chico –bueno es un hombre, pero es que su
interior es el mismo ser noble que he identificado en otros, pese a su
envoltura que parece desmentir lo que hay en su interior. Ya lo decía El Principito: “lo esencial es
invisible a los ojos”.
Hemos de
estar alertas para descubrir esa esencia que habita en muchos hombres. El amor es uno solo. El mismo amor que recibí de mi padre es el
mismo amor que otro tipo de padre –Papa Francisco- prodiga a todos –y enfatizo
a todos, porque incluye incluso a los no creyentes. Yo tuve una experiencia tras la muerte de mi
madre, de estar “peleada con Dios”. La
experiencia se prolongó por varios años, hasta la muerte de Papi. Estaba sentada en el balcón y de repente tuve
la sensación de que Papi estaba conmigo y me pregunté por qué no podía aceptar
la presencia de Dios, si podía sentir la presencia de mi padre biológico ya
fallecido. Ese día comenzó un
acercamiento hacia ese Padre –es un proceso y no siempre siento la conexión,
pero es hermoso sentir que mi padre
me ha acercado al Padre de todos.
Feliz Día
de los Padres a todos los que tienen un alma noble como la del mío y a los que
tiene la capacidad de lograrlo, si se lo proponen. Namasté.
17 de
junio de 2018
#Diadelospadres
#Padresamorosos
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#Padresamorosos
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