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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

lunes, 18 de junio de 2018

Habitando a Pavarotti











HABITANDO A PAVAROTTI

En una de sus columnas, Luis Rafael Sánchez -ese artífice de la literatura que me apasiona, se refiere al oficio del actor como un ejercicio de habitar personajes.  Pues he estado habitando a alguien grande en todos los sentidos -Luciano Pavarotti.  Como parte de un curso de italiano básico, la ingeniosa profesora Glenda García nos pidió que asumiéramos un nombre de algún italiano famoso, que nos identificaría a lo largo del curso.  De inmediato me vino a la mente Luciano Pavarotti y rogué que nadie quisiera asumir su nombre, porque esa era la personalidad que quería adoptar.  Soy un desastre como intento de cantante –debo añadir lo de intento, porque mis acercamientos al canto son en verdad ejercicios en desafino, pero para mí, Pavarotti es mucho más que un cantante de ópera.

Pavarotti representa al artista que ama lo que hace y lo regala al mundo, al tiempo que busca que otros aprendan a disfrutar de una música que no apela a todos los gustos y que a veces podría parecer elitista.  Yo misma no soy fanática de la ópera, pero puedo apreciarla, particularmente cuando escucho ciertas arias, como por ejemplo, Nessun dorma; Cielo e mar o Una furtiva lacrima. Pavarotti cantaba no sólo ópera, sino canciones tradicionales de Italia y canciones del repertorio popular internacional.  Filmó una película liviana, que algunos criticaron muy negativamente, pero que contribuyó a que muchas más personas se expongan al género de la ópera.

Pavarotti no ha sido el único que ha hecho este salto de integración del género operático a la música popular.  Los conciertos de los tres tenores contribuyeron a ello y ahora hay otros grupos de cantantes operáticos que hacen interesantes fusiones.  En el género de la música clásica, soy fanática del chelista chino-francés Yo-Yo Ma, que se ha ocupado de incorporar música de todo el mundo a sus grabaciones.  Me parece un ser humano extraordinario, que busca, a través de la música, que comprendamos de una vez y por todas que pertenecemos a una sola raza: la humana.

El sábado celebramos la festa -no es un error tipográfico, es “fiesta” en italiano- de fin de curso.  Me sentí más que emocionada cuando escuché una grabación de Pavarotti interpretando Nessun dorma. Y aunque el curso finalizó, quiero por siempre habitar el personaje de Pavarotti –que no me falte su pasión, su alegría de vivir, su sonrisa franca, su deseo de acercarse a otros seres humanos, no importa su apariencia, procedencia o el idioma que hablen.  Luciano, tu ora formi parte di me*.

18 de junio de 2018
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*Tú ahora formas parte de mí


Reproduzco el ensayo que escribí en septiembre de 2007, a raíz de la muerte del divo:


ADIÓS, PAVAROTTI


Es curioso que hace como tres semanas tuve un presentimiento bien fuerte de que Pavarotti estaba próximo a morir.  Leí que había tenido una mejoría y no sé por qué, presentí que no se recuperaría.  En efecto, el jueves pasado me enteré por una compañera de trabajo que habían anunciado su deceso.  Sentí tristeza, como si me hubiesen avisado de la muerte de un conocido.  De inmediato me transporté a la noche en que lo vi por primera vez –una noche con ribetes de magia.

Sentía una gran emoción de saber que asistiría a un concierto de Pavarotti, porque tras escuchar sus discos me parecía una figura casi mítica.  Cuando supe que vendría a Puerto Rico procuré comprar un buen asiento para poder disfrutar de la presencia de este ser tan grande en todos los sentidos.  La noche se complementó con la cena post concierto en casa de unos entrañables amigos y por siempre, el recuerdo de Pavarotti estará ligado al recuerdo de esa noche.

No tengo muy claro cómo supe de Pavarotti.  Mi primer disco fue un LP, que incluía el aria “Una furtiva lagrima”, melodía que me fascina, no sólo por su hermosura, sino también porque apela a ese lado melancólico que me habita.  El disco también incluye el archifamoso “Nessun Dorma”, pero en aquel tiempo no me emocionaba tanto.  Claro está, eso fue mucho antes de que me expusiese más a la hermosura de su voz y varios años antes de que  lo viera en persona.

El segundo disco que adquirí fue ya un CD, tras asistir a mi primera ópera –“La Gioconda”.  Quedé prendada del aria “Cielo e mar” y me di a la tarea de buscar un disco que la incluyera, interpretada por el tenor que me emocionaba con su voz.  Sin saberlo, adquirí un disco en el cual interpretaba varias arias acompañado de una de sus contrapartes femeninas favoritas -Mirella Freni.  A ese disco le sucedieron varios más y eventualmente pude verlo en escena.

La presencia de Pavarotti es una que ilumina cualquier lugar.  Lo comparo con otros tenores de su tiempo y ninguno tiene esa magia que emanaba de todo su ser.  Del famoso trío de tenores, Pavarotti siempre fue mi favorito.  Domingo tiene una hermosa voz, parece  un magnífico ser humano y  de lo que he leído, es un músico muy completo, muy disciplinado, contrario al estilo despreocupado de Pavarotti.  A Domingo lo vi una vez en un aeropuerto y parecía accesible, pero no me provocó ninguna emoción verlo.  En cuanto a Carreras, siempre le he sentido la voz  forzada, como si cantar le requiriese un gran esfuerzo, en contraste con la aparente facilidad con que fluían los sonidos a través de la garganta del gigante que recién perdimos.

Años después emergió Andrea Boccelli, quien me cautivó con su dulce voz y su figura ciertamente deliciosa para observar –el es ciego, pero yo no, así que ciertamente podía deleitarme en su hermosa estampa, cosa que no podía hacer con Pavarotti.  Empecé a comprar sus discos y cuando anunciaron que vendría a Puerto Rico, acudí ilusionada a su concierto.  ¡Qué decepción!  Andrea Boccelli resultó totalmente frío en escena, en contraste con la pasión y el gozo que emanaba Pavarotti.  Mientras uno era solo una hermosa voz en un hermoso empaque, otro era un enorme paquete de alegría de vivir, que lo expresaba con su voz, sus ojos, su pañuelo blanco agitándose y la sonrisa abierta, franca, capaz de alegrar el día de cualquiera.

La noche que asistí a ese primer concierto de Pavarotti, fui testigo de esa magia.   Tan pronto salió a escena recibió una ovación.  Tras sus interpretaciones, exhibía su hermosa sonrisa y particularmente, tras interpretar su inolvidable “Nessun Dorma” y el clásico “O Sole Mío”, su sonrisa parecía decir “me quedó hermoso”.  Sin embargo, no era una sonrisa de arrogancia, sino de placer de haber interpretado algo con excelencia y que había compartido con su público.

Todo en Pavarotti expresaba alegría.  Me parecía un tipo simpático; alguien que imagino disfrutaría comerse una alcapurria de jueyes (o unas cuantas), unos tostoncitos de pana, unos garbanzos con patitas.  Alguien que debe haber admirado la belleza de nuestro mar y que quizás disfrutó escuchando a Chucho Avellanet o a Ednita.  Pienso que si lo hubiese conocido, tras el asombro inicial habría disfrutado de su compañía como disfruto la de mis amistades.

Después de su muerte se publicaron muchos artículos.  En uno de ellos se le citó diciendo que había sido un hombre muy afortunado y su reciente enfermedad era el precio que ahora pagaba por tanta felicidad.  Yo también me considero afortunada y entre mi fortuna cuento haber tenido el privilegio de asistir a dos de sus conciertos y escucharlo a través de sus discos en innumerables ocasiones.  Cualquiera que haya escuchado su voz puede sentirse afortunado, y debe, como yo lo hago, agradecer a Dios el privilegio de poder escuchar esa voz que encierra la esencia del gozo de vivir.

Hasta siempre, Pavarotti.

9 de septiembre de 2007

domingo, 17 de junio de 2018

PADRE






Para todos los padres amorosos que existen y los que tienen la capacidad de llegar a serlo

PADRE

Hay cientos de maneras para referirse al hombre que nos engendró o que hace la función de padre en una familia.  Unos le dicen papá, o pa, pai, viejo, papi o papito (mi preferido).  En inglés, dad resulta la forma más común, con su variante daddy, que sería el equivalente de papito.  Para algunos, no hay forma de nombrarlo con cariño, porque nunca lo conocieron, o porque desearían no haberlo conocido jamás.  Soy más que consciente de que muchas personas no tuvieron un padre amoroso y hasta dudan de que eso exista.  En nuestra cultura es muy común que se le rinda más homenaje a la madre, a quien se le ve como ejemplo de abnegación y entrega absoluta. Por supuesto, hay sus excepciones, pero como regla general, la mujer suele asumir el rol más protagónico en la crianza de los hijos y las que abandonan sus hijos reciben el rechazo más absoluto de la comunidad, mientras que los padres que se desentienden de los hijos no reciben el mismo nivel de desprecio.

En algunos casos, al padre se le ve como un mero proveedor, que debe suplir techo y alimento para la familia y no se echa de menos su presencia ni se requiere que comparta con ella.  Hay familias en las que la relación con el padre es como una especie de app (alianza público–privada), en la que la madre administra toda la operación del hogar, lleva los niños a la escuela, estudia con ellos, los lleva a prácticas de baloncesto, ensayos de baile, asiste a reuniones con los maestros, en fin, se hace cargo del hogar –a menudo mientras también tiene un trabajo remunerado.  El padre realiza los pagos y resuelve ciertos asuntos, pero no está al tanto de lo que ocurre de día a día y a veces, pasan días sin que tan siquiera vea a los hijos. Hay niños que aunque tienen un padre que es un excelente proveedor, carecen de su abrazo amoroso.

Recientemente vi un documental sobre el Papa Francisco, quien dicho sea de paso, ejemplifica una verdadera figura paternal. De tan sólo verlo, siento deseos de abrazarlo, darle un beso y pedirle la bendición –sé que no soy la única.  Hay algo en el que se siente genuino, que emana amor y nos inspira a ser mejores seres humanos.  Entre otras grandes y sencillas preguntas, el Papa les pregunta a los padres “¿juegan con sus hijos?”  De inmediato vino la imagen de mi papá, que era uno de esos seres maravillosos con que la vida me ha bendecido y la razón principal por la que mantengo la fe en el género masculino.

Crecí en un hogar tradicional –mi mamá era ama de casa y mi papá era empleado gubernamental de la generación de verdaderos servidores públicos.  Trabajaba muchas veces hasta tarde, sin estar pendiente del reloj y fue escalando altas posiciones por su propio esfuerzo.  Había veces que no lo veía llegar, pero siempre estaba pendiente de mis actividades.  Cuando era pequeña, en ocasiones me daba de comer y con mucha frecuencia se sentaba a jugar conmigo en el piso.  Era conveniente que sabía el nombre de todos mis peluches.  Siempre estaba pendiente de que mi mamá tuviese lo necesario –y más. Papi tuvo que hacer lo que creo el supremo sacrificio para un hombre –vender un carro que le encantaba cuando Mami confrontó serios problemas de salud.

Los fines de semana solíamos salir juntos y en verano él y Tío Pedro alquilaban una casa en Vega Baja por todo un mes.  Mis primos y yo tenemos gratos recuerdos de esos días.  Nunca sentí rechazo de mi papá –todo lo contrario –sentía un amor incondicional.  Ese amor, sin embargo, no implicaba que yo pudiese obtener todo lo que quisiera.  Papi nunca me compró un carro –vine a tener uno después que me casé y empecé a trabajar.  Papi me inculcó grandes lecciones de honestidad, responsabilidad y compromiso.  Esas lecciones me sirvieron de modelo durante los años que laboré para varias agencias gubernamentales.  Estoy segura que él estaría tan decepcionado como lo estoy yo, del rumbo que ha tomado el servicio público.

Pese a todas las situaciones negativas, mi papá me enseñó que somos seres privilegiados.  No como los privilegiados que observamos con horror al mando de agencias, juntas y dueños de influencias, sino privilegiados porque tuvimos amor de familia, una buena educación y nacimos en un país hermoso, con hombres y mujeres que forjaron la patria que hoy muchos desprecian.  Yo vivo agradecida de haber tenido el padre que tuve, quien ha sido una influencia tan grande en mi vida.  Su amor era tan especial, que me enseñó a valerme por mí misma y a 28 años de su partida, rara vez siento la necesidad de tener su presencia física, porque ya él y yo somos la misma cosa -está integrado a cada célula de mi ser.

Sé que no todo el mundo ha tenido la bendición de un padre como el que tuve, pero es importante que se sepa que padres así existen -hombres tiernos, honestos, amorosos, responsables, fieles.  Los veo en familias como la del Ingeniero José Miguel Izquierdo Encarnación, ex servidor público a quien distingo, cuyo padre fue el Dr. Luis Izquierdo Mora, un servidor público de primera.  Me proporciona gran alegría ver sus entradas en Facebook, con fotos familiares que reflejan amor y la alegría de estar juntos. Veo el mismo amor en mi primo Pedro, que se manifiesta en las atenciones hacia sus hijos y el cuidado que les prodiga a perros rescatados de las garras de la muerte.  Estoy segura que el aliento de vida que les insufla a esas criaturas tiene tanto de eso que le nace del ser noble que es, como de sus habilidades como veterinario.

Veo la misma ternura en mi primo Efraín, un hombre con alma de niño, quien pese a sus experiencias en una guerra sin sentido, mantiene una inocencia y un alma noble, que prodiga amor a sus hijos y parientes.  He tenido múltiples ejemplos de hombres tiernos en mi familia y en conocidos a lo largo de mi vida.  Mi maestro de yoga Yakeen es uno de esos ejemplos y pese a que es mucho más joven que yo, me siento en presencia de una figura paternal cuando lo veo, al punto de que le pido la bendición. El más reciente es un chico de 23 años que conocí en la clase de italiano, que se hace cargo de su pequeña hija que aún no cumple un año.  Ha asumido una responsabilidad que otros habrían rehuido. Este chico –bueno es un hombre, pero es que su interior es el mismo ser noble que he identificado en otros, pese a su envoltura que parece desmentir lo que hay en su interior.  Ya lo decía El Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”.

Hemos de estar alertas para descubrir esa esencia que habita en muchos hombres.  El amor es uno solo.  El mismo amor que recibí de mi padre es el mismo amor que otro tipo de padre –Papa Francisco- prodiga a todos –y enfatizo a todos, porque incluye incluso a los no creyentes.  Yo tuve una experiencia tras la muerte de mi madre, de estar “peleada con Dios”.  La experiencia se prolongó por varios años, hasta la muerte de Papi.  Estaba sentada en el balcón y de repente tuve la sensación de que Papi estaba conmigo y me pregunté por qué no podía aceptar la presencia de Dios, si podía sentir la presencia de mi padre biológico ya fallecido.  Ese día comenzó un acercamiento hacia ese Padre –es un proceso y no siempre siento la conexión, pero es hermoso sentir que mi padre me ha acercado al Padre de todos.

Feliz Día de los Padres a todos los que tienen un alma noble como la del mío y a los que tiene la capacidad de lograrlo, si se lo proponen. Namasté.


17 de junio de 2018



#Diadelospadres
#Padresamorosos



martes, 5 de junio de 2018

CARAS DE CIRCUNSTANCIA




CARAS DE CIRCUNSTANCIA

Las circunstancias actuales meten miedo.  Todavía no nos reponemos del todo -bueno, en el caso de algunos del todo sobra- de los estragos de María. La ignominia de la Junta cada vez muestra más su feo rostro; no se ve luz al final del túnel de la odiosa deuda y la comedia de errores de este gobierno hace tiempo que dejó de ser graciosa.  Las decisiones que se toman –o no se toman, causan indignación, angustia, incertidumbre y todas aquéllas emociones que hacen un cóctel ideal para alterar de forma negativa la psiquis colectiva.  El periódico El nuevo día de hoy muestra, a la página 4, una foto con parte de la plana mayor del gobierno con unas caras que ponen en evidencia una mezcla de coraje y bochorno.

La foto acompaña un reportaje sobre las vistas que se llevan a cabo en la Cámara de Representantes en torno a la derogación de la ley sobre despido injustificado -Ley 80.  Los cinco representantes del gobierno, entre los cuales se destacan la secretaria de Justicia y el secretario del Trabajo, muestran caras de coraje (Wanda Vázquez), frustración mezclada con vergüenza (Carlos Saavedra) y como diría mi ex profesor Demetrio Fernández, estar más perdí’o que el hijo de Lindbergh (Gerardo Portela de Desarrollo Económico).  Daría cualquier cosa por saber lo que estaban pensando, aunque me lo puedo imaginar.

Tiene que ser bien difícil “dar cara” porque son el coro que representa al ejecutivo y tiene que reflejar la postura de su jefe, que es una postura que tiene que dar mucho trabajo explicar, porque no hay cómo hacerlo sin entrar en cantinfladas.  El coro tuvo que hacer  como decía aquél anuncio –cuando yo cante, cantan todos. Y el que se llevó la peor parte fue el secretario del trabajo, cuando se le cuestionó si al derogar la ley 80 los trabajadores no se convertían prácticamente en empleados de confianza.  Saavedra respondió que el empleado se convertía en permanente desde el día uno, lo que provocó carcajadas de los presentes.

Yo él, renunciaba hoy mismo, porque evidentemente no lo hizo cuando se le pidió dirigir el coro y entonces podrá poner cara de otra circunstancia: no me voy a prestar más para esto.

5 de junio de 2018