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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

domingo, 29 de diciembre de 2024

PASMADA

 




PASMADA, DEPRIMIDA, ENCABRONADA O TODAS LAS ANTERIORES

No sé a cuánt@s les sorprenda mi uso de una palabra que no suelo utilizar en mis escritos, pero bueno, Luis Rafael Sánchez la usó en forma de verbo varias veces en su columna en El Nuevo Día de hoy domingo, así que me voy a atrever a hablar de una de las variantes de mi estado anímico a partir del 5 de noviembre.  Cierto es que ya el encabronamiento venía de unos días antes, cuando vi con horror cómo el hijo del Topo interpretaba una de las más hermosas canciones de su padre -En las manos del campo, en un anuncio a favor de la campaña de Jennifer González.  Y para añadir insulto a la herida, el anuncio se repetía y se repetía.  Cada vez que lo escuchaba me levantaba del sofá donde veo televisión, con esta rabia -otra palabra para encabronamiento, pero que no tiene la misma entonación profunda que sale de esta realidad Boricua- que nace de años de mal gobierno, enjeret’á con desidia y liviandad que se ha instalado en nuestra querida isla.

A ese encabronamiento inicial le siguió la sensación de estar completamente pasmada el 5 de noviembre.  Ese día salí de viaje, porque debía usar el crédito para uno de los tramos del viaje que se canceló y que debía usar en esa fecha.  Voté por adelantado, en un ejercicio que produjo una dosis de ansiedad que ciertamente no ayuda, así que estaba en un avión rumbo a San Diego, por lo que no me enteré de nada hasta que llegué al hotel casi a medianoche, con diferencia de 5 horas con Puerto Rico, así que ya se sabía lo que había pasado.  Aunque no me complacía, no me sorprendió el triunfo de Jennifer, pero lo que me dejó totalmente pasmada fue el triunfo de Trump.  Mi mente no era capaz de comprender cómo ese ser tan cínico, misógino, racista, xenófobo, tráfala y todo lo malo que se les ocurra, había sido electo por una sociedad evidentemente enferma.  Esa noche no pude dormir y me recriminaba haber planificado un viaje que era más bien superficial -un crucero, que no es mi estilo- en momentos tan nefastos aquí y allá. A la mañana siguiente andaba por el hotel como zombie y solo logré un poco de paz al visitar un jardín japonés.

En el crucero buscaba rincones para leer, contemplando el mar -esa vista que siempre me sana.  Al final deduje que lo mejor fue estar fuera del país, poniendo mar de por medio.  Las visitas a puertos mejicanos ayudaron mucho a que pudiera disfrutar una estadía que parecía disonante con la realidad.  A mi regreso, me involucré en proyectos del Día de Acción de Gracias y preparé gustitos para compartir con amistades en Navidad.  Como ocurre en otros años, poco a poco, subrepticiamente, se fue instalando una depresión, que para hacerla más liviana, le llamé Christmas blues.  Nada como otro idioma para quitarle peso a los sentimientos.  Pensé que iba a postergar poner adornos, pero cada día tenía menos ánimo, así que al día de hoy, a punto de finalizar el año, solo puse un tríptico de la Virgen con el Niño y dos ángeles, regalo de una entrañable amiga.  No tenía ánimo, pero me empujé a visitar amistades con quienes compartir de manera individual -nada de fiestas, que el ánimo no está para tanto, con la excepción de una invitación a dos amigos, en la que el vino fluyó sin problema, pero esa es otra historia.

Producto de los excesos vinícolas, ayer me quedé vegetando todo el día y hoy, salvo que me motivé a escribir, andaba en las mismas.  La motivación y el encabronamiento empezó ayer, cuando leí en la página de Flash & cultura de El Nuevo Día, esta “segunda entrega”, como la llama la nota del editor, de las personalidades que impactaron a Puerto Rico en el 2024.  Pues la personalidad es nada más ni nada menos que Maripily.  Es decir, que la sección es más Flash que cultura, porque ella ciertamente ha tenido muchos flashes de los fotógrafos que la han seguido en esta carrera loca por una fama ganada por competir en un programa de peleas tontas, con la profundidad de un plato llano.  Y la han denominado “Figura del año”.  Y quizás esté bien denominada.  Este ha sido el año del triunfo de la banalidad sobre la sustancia.  Del Can Am que causa gracia, del bartender de la leche, del hijo que traiciona la memoria de su padre por un dinero que ya debe haber gastado.

El triunfo de Maripily logró que se paralizaran las noticias para transmitir en directo su llegada al aeropuerto, como si se tratara de un dignatario. La reportera que transmitía en directo y a todo color, siguiendo la caravana, denominó el momento como histórico y el reportero de la columna de ayer aludió al “impacto histórico que su participación provocaría en la audiencia de la televisión hispana”.  Creo que estoy en el lado equivocado de la historia.  Para mí es histórico que este año La Universidad de Berklee le otorgara un Doctorado Honoris causa a Gilberto Santa Rosa; que el Instituto Cervantes fundara la Cátedra Cervantes, dirigida por nuestro insigne escritor Luis Rafael Sánchez o que la película puertorriqueña La pecera fuera nominada a los premios Goya, que seguramente Maripily y muchos de sus seguidores piensen que tiene que ver con los enlatados que si son Goya tienen que ser buenos.  La sección del periódico debe llamarse solo Flash, porque tiene mucho de eso y poco de cultura.

Dicho todo esto, antes de que se me acuse de elitista, debo decir que no le estoy restando méritos a Maripily como mujer empresaria, luchadora.  Es astuta, tiene dominio de los medios, siempre demuestra orgullo por su origen y sabe sacar provecho de sus habilidades o atributos físicos.  Eso es una cosa y otra es ser reconocida como figura del año por su participación en un programa que de cultural no tiene nada, a no ser que instituyamos como cultura la fama instantánea, que parece ser cada vez más común.  Tal vez pronto le otorgan un premio a esa chica que vendía jugos y grababa vídeos risqué en las redes, se involucraba en reyertas y hasta fue acusada por agresión.  Y seguirle la pista al juicio de Daddy Yankee y su esposa es ahora otro espectáculo.  Hasta un noticiario decidió transmitir en vivo una porción del juicio en un caso de derecho corporativo.

Y entonces hoy aparece un reportaje especial de Benjamín Torres Gotay sobre el peligro que se avecina para la comunidad LGBTQ+, que tanto parece ofender a los sectores fundamentalistas del país y que a fin de cuentas, son los peligros para tod@s l@s que somos distint@s a Trump: esa comunidad, l@s negr@s, l@s latin@s, las mujeres, l@s hispan@s, l@s musulmanes… También Torres Gotay escribe sobre las expectativas -no muy altas para el gobierno de Jennifer, pero después de todo, hemos ido bajando la vara.  Hay un reportaje sobre la violencia de género, que va en aumento y sigue la saga del escrutinio con la empecinada actitud del PNP de cuestionar si los votos fueron a favor de Eliezer Molina, Eliezer Molina Pérez o Eliezel o Elieser.  Yo seré Ana Olivencia, aunque usted escriba mi apellido con b larga y s.  Yo no simpatizo con Eliezer, pero es innegable que las variantes en la forma de escribir su nombre no lo hacen irreconocible.  Y una se sigue indignando.

Y aparece -así, de repente- la columna de Luis Rafael Sánchez, titulada Encabronar.  Me doy cuenta que tengo una combinación de pasme, con depresión y sobre todo, encabronamiento.  Y desembucho lo que tenía atora’o desde el 5 de noviembre.

29 de diciembre de 2024