PASMADA, DEPRIMIDA, ENCABRONADA O TODAS LAS ANTERIORES
No sé a cuánt@s les sorprenda mi
uso de una palabra que no suelo utilizar en mis escritos, pero bueno, Luis
Rafael Sánchez la usó en forma de verbo varias veces en su columna en El
Nuevo Día de hoy domingo, así que me voy a atrever a hablar de una de las
variantes de mi estado anímico a partir del 5 de noviembre. Cierto es que ya el encabronamiento venía de
unos días antes, cuando vi con horror cómo el hijo del Topo interpretaba una de
las más hermosas canciones de su padre -En las manos del campo, en un
anuncio a favor de la campaña de Jennifer González. Y para añadir insulto a la herida, el anuncio
se repetía y se repetía. Cada vez que lo
escuchaba me levantaba del sofá donde veo televisión, con esta rabia -otra
palabra para encabronamiento, pero que no tiene la misma entonación profunda
que sale de esta realidad Boricua- que nace de años de mal gobierno, enjeret’á
con desidia y liviandad que se ha instalado en nuestra querida isla.
A ese encabronamiento inicial le
siguió la sensación de estar completamente pasmada el 5 de noviembre. Ese día salí de viaje, porque debía usar el crédito
para uno de los tramos del viaje que se canceló y que debía usar en esa
fecha. Voté por adelantado, en un
ejercicio que produjo una dosis de ansiedad que ciertamente no ayuda, así que
estaba en un avión rumbo a San Diego, por lo que no me enteré de nada hasta que
llegué al hotel casi a medianoche, con diferencia de 5 horas con Puerto Rico,
así que ya se sabía lo que había pasado.
Aunque no me complacía, no me sorprendió el triunfo de Jennifer, pero lo
que me dejó totalmente pasmada fue el triunfo de Trump. Mi mente no era capaz de comprender cómo ese
ser tan cínico, misógino, racista, xenófobo, tráfala y todo lo malo que
se les ocurra, había sido electo por una sociedad evidentemente enferma. Esa noche no pude dormir y me recriminaba
haber planificado un viaje que era más bien superficial -un crucero, que no es
mi estilo- en momentos tan nefastos aquí y allá. A la mañana siguiente andaba
por el hotel como zombie y solo logré un poco de paz al visitar un jardín
japonés.
En el crucero buscaba rincones para
leer, contemplando el mar -esa vista que siempre me sana. Al final deduje que lo mejor fue estar fuera
del país, poniendo mar de por medio. Las
visitas a puertos mejicanos ayudaron mucho a que pudiera disfrutar una estadía
que parecía disonante con la realidad. A
mi regreso, me involucré en proyectos del Día de Acción de Gracias y preparé
gustitos para compartir con amistades en Navidad. Como ocurre en otros años, poco a poco,
subrepticiamente, se fue instalando una depresión, que para hacerla más
liviana, le llamé Christmas blues. Nada
como otro idioma para quitarle peso a los sentimientos. Pensé que iba a postergar poner adornos, pero
cada día tenía menos ánimo, así que al día de hoy, a punto de finalizar el año,
solo puse un tríptico de la Virgen con el Niño y dos ángeles, regalo de una
entrañable amiga. No tenía ánimo, pero
me empujé a visitar amistades con quienes compartir de manera individual -nada
de fiestas, que el ánimo no está para tanto, con la excepción de una invitación
a dos amigos, en la que el vino fluyó sin problema, pero esa es otra historia.
Producto de los excesos vinícolas, ayer
me quedé vegetando todo el día y hoy, salvo que me motivé a escribir, andaba en
las mismas. La motivación y el
encabronamiento empezó ayer, cuando leí en la página de Flash & cultura de
El Nuevo Día, esta “segunda entrega”, como la llama la nota del editor, de
las personalidades que impactaron a Puerto Rico en el 2024. Pues la personalidad es nada más ni nada
menos que Maripily. Es decir, que la
sección es más Flash que cultura, porque ella ciertamente ha tenido muchos
flashes de los fotógrafos que la han seguido en esta carrera loca por una fama
ganada por competir en un programa de peleas tontas, con la profundidad de un
plato llano. Y la han denominado “Figura
del año”. Y quizás esté bien
denominada. Este ha sido el año del
triunfo de la banalidad sobre la sustancia.
Del Can Am que causa gracia, del bartender de la leche, del hijo
que traiciona la memoria de su padre por un dinero que ya debe haber gastado.
El triunfo de Maripily logró que se
paralizaran las noticias para transmitir en directo su llegada al aeropuerto,
como si se tratara de un dignatario. La reportera que transmitía en directo y a
todo color, siguiendo la caravana, denominó el momento como histórico y el reportero
de la columna de ayer aludió al “impacto histórico que su participación provocaría
en la audiencia de la televisión hispana”.
Creo que estoy en el lado equivocado de la historia. Para mí es histórico que este año La
Universidad de Berklee le otorgara un Doctorado Honoris causa a Gilberto
Santa Rosa; que el Instituto Cervantes fundara la Cátedra Cervantes, dirigida
por nuestro insigne escritor Luis Rafael Sánchez o que la película puertorriqueña
La pecera fuera nominada a los premios Goya, que seguramente Maripily y
muchos de sus seguidores piensen que tiene que ver con los enlatados que si son
Goya tienen que ser buenos. La sección
del periódico debe llamarse solo Flash, porque tiene mucho de eso y poco
de cultura.
Dicho todo esto, antes de que se me
acuse de elitista, debo decir que no le estoy restando méritos a Maripily como
mujer empresaria, luchadora. Es astuta,
tiene dominio de los medios, siempre demuestra orgullo por su origen y sabe
sacar provecho de sus habilidades o atributos físicos. Eso es una cosa y otra es ser reconocida como
figura del año por su participación en un programa que de cultural no tiene
nada, a no ser que instituyamos como cultura la fama instantánea, que parece
ser cada vez más común. Tal vez pronto
le otorgan un premio a esa chica que vendía jugos y grababa vídeos risqué
en las redes, se involucraba en reyertas y hasta fue acusada por agresión. Y seguirle la pista al juicio de Daddy Yankee
y su esposa es ahora otro espectáculo.
Hasta un noticiario decidió transmitir en vivo una porción del juicio en
un caso de derecho corporativo.
Y entonces hoy aparece un reportaje
especial de Benjamín Torres Gotay sobre el peligro que se avecina para la
comunidad LGBTQ+, que tanto parece ofender a los sectores fundamentalistas del país
y que a fin de cuentas, son los peligros para tod@s l@s que somos distint@s a
Trump: esa comunidad, l@s negr@s, l@s latin@s, las mujeres, l@s hispan@s, l@s
musulmanes… También Torres Gotay escribe sobre las expectativas -no muy altas
para el gobierno de Jennifer, pero después de todo, hemos ido bajando la
vara. Hay un reportaje sobre la
violencia de género, que va en aumento y sigue la saga del escrutinio con la
empecinada actitud del PNP de cuestionar si los votos fueron a favor de Eliezer
Molina, Eliezer Molina Pérez o Eliezel o Elieser. Yo seré Ana Olivencia, aunque usted escriba
mi apellido con b larga y s. Yo no simpatizo
con Eliezer, pero es innegable que las variantes en la forma de escribir su
nombre no lo hacen irreconocible. Y una
se sigue indignando.
Y aparece -así, de repente- la columna
de Luis Rafael Sánchez, titulada Encabronar. Me doy cuenta que tengo una
combinación de pasme, con depresión y sobre todo, encabronamiento. Y desembucho lo que tenía atora’o desde el 5
de noviembre.
29 de diciembre de 2024