Hace unas
semanas se suscitó una controversia por unas declaraciones de la primera dama
de Ponce, en torno a los homosexuales.
Según la prensa, ella compareció a un programa de un sacerdote, en el
cual abordó el tema de la homosexualidad desde su perspectiva y los describió
como seres confundidos. Esto destapó una
olla de grillos y comenzaron a surgir comentarios de otras acciones o
expresiones de esta mujer que a mi juicio, pone en evidencia que la confundida
es ella. Y vamos, que tod@s en un
momento u otro nos hemos confundido, pero afortunadamente nos ocupamos de
aprender para salir de las confusiones.
El asunto comenzó con acciones dirigidas contra la comunidad
LGBTTQ+. Un miembro de la comunidad
denunció que se le canceló su participación en una actividad cultural, por ser
abiertamente gay. Algunos denunciaron
que el municipio pretendía inscribir a miembros de esa comunidad en unas “terapias
de amor”, que presuntamente ofrecería ella, quien se identifica como “consejera”,
aunque no sé en exactamente qué, pero en lo que sea, asusta.
Y ya que
menciono eso de asustar, ella se enganchó en esta ola rayosgamesca de ofender a todos por igual y dijo algo con respecto
a los vejigantes en términos de que eran una expresión pagana y que causaban
temor en los niños. Como evidencia de la
preocupación que podría causar en l@s niñ@s esta imagen, se descubrió que un
cuadro en la escalera de la alcaldía que contenía -entre otros símbolos de
Ponce- un vejigante, fue retirado del lugar.
¿Y el alcalde? Hizo unas
declaraciones escuetas en la que indicaba que las expresiones de la primera
dama no eran suyas, publicó una carta abierta en el periódico que contiene
palabras, pero no dice nada y pretende que nos creamos eso de que una cosa es
ella y otra cosa es él.
Yo no me
trago el cuento. Preocupa sobremanera
que una persona que no fue electa, ni ocupa un cargo público, pueda impartir
instrucciones a l@s que sí ostentan cargos públicos. Y la decisión de remover el cuadro no puede
haber pasado inadvertida por el alcalde, porque a ver, si yo paso todos los
días por un lugar y siempre veo un cuadro en la pared, ¿no preguntaría qué pasó
con el cuadro si dejo de verlo? Que
nada, que él tenía que estar de acuerdo con la idea de que los vejigantes eran
símbolos paganos que infunden temor y que l@s emplead@s homosexuales
necesitaban las “terapias de amor” para sacarlos de su confusión. El alcalde ya está metido en aguas profundas,
tras unas denuncias de intentos de presionar para recibir donativos y ahora
esto. Parafraseando a Elizabeth Barrett
Browning, que cómo nos ofende, déjame contar las maneras.
Retomando
el comentario del carácter pagano de los vejigantes, el Diccionario de la Real
Academia Española define pagano en su acepción principal como “Que no es cristiano
ni de ninguna de las otras religiones monoteístas”. ¿Acaso el alcalde le sirve sólo a los
cristianos? ¿Conoce bien el concepto de separación iglesia- estado? Otro confundido. Hay aspectos culturales que se asumen por los
pueblos como parte de sus tradiciones. Los vejigantes forman aparte de la
tradición cultural de Ponce, como los de Loíza, aunque las máscaras de estos
últimos son confeccionadas con coco y madera, mientras que las de Ponce se
confeccionan con una técnica parecida al papel maché.
El uso de
máscaras es tradicional en muchas culturas.
Brasil, España, Italia, Estados Unidos con su carnaval Mardi Gras en
Nueva Orleans y tantos otros hacen uso de las máscaras, muchas veces
representando la lucha entre el bien y el mal y con el tiempo se pierde el
origen de la tradición y se queda solo el disfrute. No soy conocedora del tema, pero much@s de
nosotr@s hemos visto las máscaras africanas y por lo que veo, el origen de
todo, como de hecho el de la civilización misma, emana precisamente de ese
continente del que much@s pretenden distanciarse, pero como dice una expresión
muy nuestra, “y tu abuela, a’onde está”. Yo no tengo problema en reconocer que
gran parte de mi origen viene de allí y si lo negara, mi pelo rizo, mi nariz y
mis nalgas me delatan.
El
supuesto temor que pueda causar un vejigante es el mismo temor que pueden
causar figuras o representaciones artísticas de ese mundo cristiano al que tan
apegados están la primera dama y su esposo.
¿O no causaría el mismo temor un cuadro de la tentación de Jesucristo
por Satanás? Yo misma no lo miro mucho; no en balde hay una expresión que alude
a que alguien es “más feo que el diablo”. ¿Y no es perturbador ver un hombre clavado
en una cruz, con manos, pies y un costado sangrantes, aparte de una corona de
espinas espetada en la cabeza, que le hace chorrear sangre por su rostro?
Evidentemente son imágenes representativas de algo y quien quiera conocer el
por qué debe ir a las fuentes necesarias para entender el simbolismo, pero no
es cuestión de esconderlas.
Por mi
parte, los excesos de este matrimonio de confundidos me llevaron a querer hacer
un planteamiento no sólo en este escrito, sino también de una manera
concreta. Me compré una máscara de vejigante,
hecha por un artesano ponceño y es la que adorna este escrito. Está colocada en un lugar prominente, así que
si algún día desaparece de allí, me daré cuenta. Está acompañada por otras manifestaciones
nuestras, como los Santos Reyes y el coquí.
Está sobre el cuadro que pintó una amiga de mi papá y yo; estoy segura
de que él se sentiría más que complacido con esta compra. También hay unas mariposas, que aunque no son
artesanía de aquí, me recuerdan una época feliz de mi vida, aunque esa etapa ya
pasó. Unas estrellitas me recuerdan a mi
prima Carla y me reafirman en la necesidad de la ilusión. Hay además una placa
de cerámica que adquirí en Grecia, con rostros de diversos tonos de piel, en
honor a esta mezcla que tod@s tenemos.
Con mi
vejigante muestro orgullo por mis orígenes y nuestras tradiciones. Además, pretendo
ahuyentar los demonios del prejuicio, de la intolerancia, de la confusión que
se niega a dejar de serlo y no menos importante, la estupidez.
10 de
marzo de 2023