ILUSIÓN
Los sueños se pudren si no se les muda el aire.
Luis Rafael Sánchez
Ayer pude
lograr algo que desde la semana pasada me hacía mucha ilusión. Y me detengo en esta palabra, porque me parece
importante entender el concepto detrás de ella.
El Diccionario de la Real Academia
Española tiene cuatro acepciones para la palabra y la más que se ajusta a
lo que siento dice; Viva complacencia en
una persona, una cosa, una tarea, etc. Pues
viva complacencia es lo que siento al evocar la persona de nuestro afamado
escritor Luis Rafael Sánchez. No voy a
relatar todo el trasfondo, porque fui su alumna hace algo más de 40 años y he
escrito sobre él en varias ocasiones. No
hace falta, tampoco, entrar en todos los méritos que tiene como escritor. Lo que quiero es abordar el tema de la
ilusión encarnada.
La semana
pasada el periódico El Nuevo Día anunció
un concurso para sus suscriptores – y yo
soy una de ellas – en el que el premio consistía en dos entradas para un
conversatorio con la presencia de Luis Rafael Sánchez. En segundos estaba sometiendo mi
participación, la que desafortunadamente no culminó en el tan ansiado
premio. Había llamado a una amiga que
también está suscrita para pedirle que participara y por supuesto, de resultar
ganadora me invitara, pero tampoco resultó.
Cuando hablé con ella empezamos a urdir un plan por si ninguna resultaba
ganadora. El plan era que yo iba a
llegar de todos modos al Museo de Arte de Puerto Rico presumiendo que era muy
probable que la actividad no se llenase a capacidad. Dedujimos que para estas cosas siempre
alguien desiste de ir a última hora, se enferma o simplemente se le
olvida. Una vez allí diría que soy
admiradora de Luis Rafael Sánchez, que tengo un blog que contiene varios ensayos dedicados a él y que mi amiga es
pintora, momento en el cual le mostraría a la persona destacada en la entrada
una foto de la pintura que mi amiga me hizo con mi papá. Todo esto es cierto,
así que no mentía y esperaba que la persona se conmoviera y me dejara pasar.
Debo
recalcar que bajo circunstancias normales, soy incapaz de presentarme a un
lugar sin ser invitada, pero ver de nuevo a Luis Rafael Sánchez bien ameritaba
el atrevimiento. La última vez que lo vi fue en marzo – no hace tanto- en
ocasión de la nueva puesta en escena de su obra Quíntuples como parte del Festival de Teatro del Instituto de
Cultura Puertorriqueña, que se le dedicó precisamente a él. Supuse que estaría en la presentación y en
efecto, así fue. Crucé el escenario de
la Sala Victoria Espinosa, que es una experimental a saludarlo tan pronto lo
vi. Me saludó afectuosamente, agradeciendo mi presencia. Yo sentía que no podía articular un
pensamiento coherente, porque este hombre tiene un efecto hipnótico sobre mí,
que me deja casi sin palabras, cosa que siempre me recrimino luego del
encuentro.
No tuve
que recurrir al plan, gracias a Dios, porque una amiga periodista me incluyó en
la lista de invitados, así que no me expuse a la vergüenza de que me negaran la
entrada, luego de que yo había estado pensando en el ajuar que usaría. Ser desalojada como intrusa del Museo de Arte
de Puerto Rico, con mi little black dress,
mi reloj bueno y sortija de ónix no es una experiencia que quisiera tener. Tras cruzar el vestíbulo y esperar unos
minutos, tuvimos acceso al teatro. Lo divisé de inmediato al pie de la sala de
teatro del Museo. Estaba conversando con
otras personas y no quise interrumpir, por lo que procedí a sentarme en la
segunda fila, más o menos. Por fortuna, él terminó de hablar con algunos de los
presentes que acudían a saludarlo, se dirigía a su asiento en primera fila y
pasaba frente a donde yo estaba ubicada.
Profesor, le llamé y me identifiqué.
Sí, claro, Ana Olivencia; qué
bueno verte, me dijo. Leí tu carta, me recordó. La carta es otra historia, pero lo importante
es que me recordó. En este punto ya yo
había pasado de la anticipación del encuentro al éxtasis.
La primera parte de la actividad consistía de una anécdota que relatarían algunos de los colegas del escritor, seguido de la lectura de un extracto de alguno de los textos que le hubiesen impresionado. Fue hermoso escuchar los testimonios de Mayra Montero, Cezanne Cardona, Manolo Núñez, Mercedes López Baralt, Idalia Pérez Garay, Benjamín Torres Gotay, rindiendo tributo a quien es compañero columnista en el periódico o colegas de antaño en la IUPI. En cuanto a los últimos, es evidente el afecto que le tienen a su ex colega – un afecto que es evidentemente recíproco. Idalia leyó un monólogo de La pasión según Antígona Pérez, con la maestría de siempre aderezada por la presencia de su autor. Cezanne Cardona, ahora compañero en el periódico, escogió un ensayo que conozco – Pelo malo. Me trajo recuerdos del horrible proceso al que me sometía mi mamá para lograr alisar mis rizos.
Benjamín
Torres Gotay manifestó que no había tenido el placer de conocer personalmente
al homenajeado, pese a evidentemente conocer su obra. Escogió un pasaje de una columna aparecida
hace varios años y que yo conocía: ¡¡¡Alaska!!!,
que trata sobre este puertorriqueño que decide abandonar la isla para irse
–of all places, a Alaska y comienza a
despotricar contra nuestro terruño haciendo un inventario de todos los males.
Busqué la columna porque sé que me había impactado su lectura y en efecto la
recordé plenamente y me causó el mismo encabronamiento
del alma- cita textual. Me lo
causa cada vez que veo a puertorriqueñ@s en ese horrible placer enfermizo de ensuciar el nido propio.
Me
encabrona, sobre todo en aquéll@s que habiéndose ido por tan sólo meses,
súbitamente sienten que allá en Nueva York, Chicago, Miami, u Orlando todo es
una maravilla y acá -se ensucian la boca diciendo- todo es una porquería. Eso, aunque tengan que tener hasta tres
trabajos para pagar apartamentos de cartón y no tengan tiempo para disfrutar el
mucho dinero que dicen ganar pero que así mismo tienen que gastar en los
costosísimos alquileres. Y ni hablar de que no pueden hablar español en lugares
públicos, porque seguida les dicen que se vayan a su país, porque el gringo
promedio no sabe distinguir entre un puertorriqueño, un dominicano o un
mejicano, que del mismo modo merecen respeto.
No saben, ni les interesa saber dónde está Puerto Rico. Y no sigo, porque el tema es la ilusión.
Después
de los tributos, finalmente se dio paso al conversatorio, hábilmente dirigido
por Ana Teresa Toro, quien guió el comienzo de los temas que Luis Rafael
Sánchez se encargaba de elaborar, adornar yendo por los laberintos de la
memoria y arribando siempre, al punto preciso.
Asombra su mente prodigiosa, su memoria vívida. Embelesa su tono de voz fuerte, viril, capaz
de alcanzar diversos matices y evocar emociones fuertes y por momentos tiernas. El relato de su tío, un hombre cabal como él
lo describió nos deja ver la importancia de los modelajes que la familia
ofrece. Relató experiencias de la niñez, de la juventud temprana con candidez,
sin poses de gran intelectual, pese a que derecho tiene. También incluyó anécdotas de experiencias
amargas y de la importancia de ser quien uno es, independientemente de lo que
digan los demás. Dice que no le gusta
que le llamen maestro, ni mucho menos el escritor nacional. Y bueno, cada uno de nosotros es maestro a su
manera. Unos enseñan lo que debemos y
otros lo que no debemos ser. Para mí
siempre será mi profesor, porque así lo conocí.
Por
supuesto que después de que salí de la IUPI
ha seguido escribiendo y ganando mayores reconocimientos. Leerlo es un gozo y se me infla el pecho de
orgullo al saber que yo lo tuve como Profesor –que podía hablarle, hacerle
preguntas y deleitarme con su voz cada vez que iba a clase. Cada vez que leo una de sus columnas en el
periódico me parece escucharlo y me siento a leerle con calma, disfrutando cada
palabra, cada imagen, cada idea que pude haber tenido yo, pero que hasta ahora
no he sido capaz de decirla con la misma maestría –al menos no con la
frecuencia que él lo hace.
Y dueño y señor del espacio como lo es, cuando sintió que ya se había dicho lo necesario, él mismo puso fin al conversatorio. Salimos a disfrutar el coctel mientras él permanecía aún en el teatro. Compartimos un poco con Cezanne, con quien intercambié mis experiencias particulares con mi llamado pelo malo y al rato llegó él. Logré verbalizar algunos pensamientos coherentes, porque su presencia me desconcierta y le relaté el plan que había urdido para llegar a verlo. Me dijo: pero me hubieras llamado y venías como mi invitada. Y claro, yo no tengo su teléfono y dudo mucho que me hubiera atrevido a llamarlo, pero me sentí feliz de que él me tomara en cuenta. Nuevamente me agradeció mi presencia y entonces, un amigo ofreció tomar una foto. Yo me sentí cohibida, porque no me gusta eso de aparecer en fotos con gente famosa, como si yo quisiera que algo de su presencia se me pegara, o que yo pretendiese tener una relación más estrecha de lo que es.
Luis
Rafael Sánchez hizo gala, una vez más, del caballero que es. Me ofreció su brazo y posó su mano sobre la
mía, para una foto que para mí será memorable.
Significa el privilegio de haber tenido su presencia por tantos años,
aunque no lo viera con frecuencia. Significa
un referente para ser mejor profesional, mejor ser humano. Significa la
permanencia de la ilusión, que me habita y no me abandona. Cada vez que anticipo uno de estos encuentros
fugaces me renuevo. La mujer joven que
comenzaba a descubrir un mundo totalmente nuevo en la universidad vuelve a habitarme
y sigo descubriendo, anoche del brazo de
Luis Rafael Sánchez y en el futuro, figurativamente. La foto es demasiado especial para
compartirla en su totalidad y no quiero que se desvirtúe su propósito. Aquéllos muy allegados a mí saben el valor
que tiene para mí.
A mi Profesor,
le agradezco llevarme en las alas de la ilusión y aguardo con fe el próximo vuelo.
9 de
junio de 2022
Excelente historia y ejemplo de como manifestamos los suenos al verbalizarlos. Felicidades! Carmen Zorrilla
ResponderEliminarGracias, amiga.
EliminarMe encanto El relato y tu emoción de como resulto Todo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias.
EliminarEsa expresión en tu cara vale un millón.
ResponderEliminarExquisito escrito. Te felicito.
ResponderEliminarMe encantó. La ilusión es alimento para el alma . Hermoso
ResponderEliminarNamasté 🙏.
EliminarAna excelente escrito, es que me encanta leerte
ResponderEliminarGracias. El sistema no te identifica, pero aprecio el comentario.
EliminarQuerida Ana,
ResponderEliminarCasi nunca uso comentarios del web, mas hago excepcion.
Te apuntas una con este relato. con la franqueza como pase, nos empatia.mos contigo.
Ser uno con todos, todos en uno.
Habilidad homosapiens muy util y valiosa.
Gracias por ser mi amiga,
Suenos
Gracias, Carlos. Namasté. 🙏
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