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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 3 de abril de 2021

Corazoncitos

 



CORAZONCITOS

Hoy mi papa hubiese cumplido 93 años, si un desalmado cáncer no le hubiese arrebatado la vida a los 61 años.  Ese cáncer parecía ser la crueldad suprema.  Papi hacía planes para su retiro.  Pensaba trabajar ad honorem ofreciendo su experiencia a alguna junta gubernamental, tomar cursos de humanidades en la Universidad, disfrutar de más conciertos, de buena lectura, en fin, una vida plena.  Por mi parte, yo me había divorciado recientemente; no tenía hijos ni hermanos, Mami había fallecido mucho antes, así que de pronto me vi inmersa en esta enorme soledad.

Mi papá vivió los meses después de su diagnóstico asumiendo control de su tratamiento, disfrutando de la música que tanto amaba y tomando con entereza el reto que la vida le lanzaba.  Yo ni sabía cómo iba a superar su ausencia.  Tras su muerte, me di cuenta que lo afronté mucho mejor de lo que jamás imaginé. Su aportación a mi vida fue tan grande que aún hoy me sostiene.  Sigue siendo presencia, aunque no pueda verlo.

Yo me retiré poco  antes de cumplir 62 años –es decir a los 61 años.  Es ahora cuando escribo estas líneas que me percato que yo entro al retiro a la edad que Papi tenía cuando murió.  En mis planes estaba trabajar de voluntaria y publicar finalmente el libro sobre Papi del que tanto habíamos hablado mi Buddy y yo, pero que no habíamos podido trabajar.  El día de la presentación del libro se proyectó un vídeo que preparó Anya, una de sus hijas, con fotos, citas del libro y parte de uno de sus conciertos favoritos de violín.  Hoy lo volví a ver y me causó una profunda emoción, que nace no de la pena de la pérdida, sino de la conciencia de cuán bendecida he sido.

Cuando Buddy y yo nos embarcamos en el proyecto de publicar el libro, me sugirió incorporar fotos, incluyendo algunos objetos.  Yo tenía un recuerdo claro de dos objetos que quería incluir y no había podido localizar en el apartamento que su esposa y él compartían y que ella ocupó hasta su muerte, ocurrida hace poco más de cuatro años.  Yo había visto en una gaveta una cartulina con tres corazoncitos, que evidentemente databa de mi niñez.  Además, había visto la billetera de Papi, en la que aparecía, entre otras,  una foto mía y de la hermanita que tuve y falleció al año y medio.  Ver esta última me despertó una ternura infinita, al saber que este hombre siempre llevó consigo la imagen de su hijita fallecida.

Lamentablemente Lillian, la viuda de Papi no recordaba dónde estaban esos objetos y yo no quise rebuscar, para que no pensase que estaba invadiendo su privacidad.  Tras su muerte, volví a intentar localizar la foto y la cartulina, sin éxito.  Hace poco más de un mes, al efectuar la remoción de todos los objetos que quedaban de Lillian en el apartamento, una de sus herederas me dijo que había encontrado un maletín que presumía era de Papi y me preguntó si me lo guardaba, a lo que respondí que sí.  Para mi sorpresa, allí estaba, entre muchas otras tarjetitas, la cartulina con los corazoncitos que tanto había buscado.

Este hallazgo pone en evidencia el entrañable amor que le tuve y le tengo a mi Papito.  No hay que ser psicólogo para notar el cuidado que mis pequeñas manitas pusieron en insertar más corazoncitos en la palabra Papá y cómo me extiendo en elogios.  Curiosamente, hay otra cartulina dedicada a mi mamá, que no es tan expresiva. Soy inequívocamente una Daddy’s girl.  La cartulina y las otras tarjetas ponen también de manifiesto  el extraordinario ser que tuve la bendición de tener como padre.  No es tan común que sean los hombres quienes guarden todos estos objetos de sus hijos o hijas.  Usualmente es la madre quien lo hace.  Claro está, es probable que parte de estos objetos los hubiese guardado mi mamá, pero lo cierto es que pese a haber transcurrido muchos años de la muerte de Mami, Papi retuvo todos estos objetos, aún después de haberse mudado varias veces e incluso, contraer nupcias nuevamente.  Me apena sobremanera no haber encontrado la foto en que aparecemos mi hermanita y yo, pero la tengo grabada en la memoria.

Varios años después de la muerte de mi papá me preguntaba, al ver hombres en sus ochenta años o más, cómo sería mi papá de viejito.  Una parte de mí se apena de no tenerlo para compartir esa faceta de su vida, pero otra se siente en paz con no ver un posible deterioro significativo en el cuerpo y sobre todo la mente, de un hombre brillante, sensible, detallista, amoroso, a quien le asomaban lágrimas a los ojos cuando me contemplaba y a quien le sentía un timbre distinto en la voz cuando me llamaba hija.

Guardaré esos corazoncitos colocados en una endeble cartulina -en recuerdo, no de quien yo fui, sino de quien los mantuvo consigo durante tantos años – mi Papito lindo.

3 de abril de 2021