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Este blog tiene el propósito de compartir mis ideas que estoy segura son las de muchos. Escribo sobre lo que me enternece, lo que me intriga, lo que me indigna o lo que me divierte. No me impongo fechas límite -escribo cuando quiero. El lector también puede elegir -hay relatos mas extensos, otros mas cortos. Entre cuando quiera. Vivo orgullosa de quien soy, de donde vengo y hacia donde voy, aunque no sepa como llegar... La imagen que lo acompaña es El Laberinto, de la serie Mandalas de Procesos, de Thalía Cuadrado, psicóloga clínica y artista, que me honra con su amistad. Me pareció apropiado para acompañar este blog sin dirección, porque son muchas las veces que me he sentido en un laberinto. Afortunadamente, siempre salgo…

sábado, 8 de septiembre de 2018

JUGANDO CON CARRITOS









JUGANDO CON CARRITOS

El incidente reciente del ex secretario de Justicia Guillermo Somoza, en el que se le detuvo por ir a exceso de velocidad en su auto Porsche -en aparente regateo con un Mercedes Benz por la avenida Baldorioty según relata la prensa- me hizo considerar varios aspectos.  Evidentemente, el hecho de que se trate de una figura prominente, con el realce de que se trata de vehículos de lujo, le añade elementos la mar de interesantes, así como el hecho de que Somoza estaba acompañado por su hijo menor de edad.  Aunque soy abogada, no domino los aspectos de derecho criminal, por no decir que sé muy poco, por lo que no quise opinar mucho y  esperar a que se hiciera la determinación de causa.
Ya se determinó que no hay causa para juicio, tras la comparecencia de Somoza con una batería de no uno ni dos abogados, sino seis –media docena de abogados.  Del otro lado, creo que dos agentes de la policía, sin la compañía de un fiscal.  Es fácil ver cómo la balanza de la justicia no se ve muy balanceada que digamos.  Yo no estaba allí, así que no puedo conocer qué fue lo que se discutió o no, pero ciertamente deja un espantoso sabor.

Ese espantoso sabor queda realzado al recordar otro arresto reciente –el de Arturo Massol, directivo de Casa Pueblo, una entidad dedicada a la conservación ambiental y el desarrollo de sistemas alternos de energía.  Este hombre fue arrestado en su destartalado Jeep sin marbete, tras administrarle una prueba de alcohol que supuestamente arrojó niveles más allá de los permitidos por ley.  El alega que no consumió alcohol y el dueño de la pizzería donde compartía con su hija lo corrobora.  Yo tampoco estaba allí, pero hay algo en este hombre dedicado a servir al país sin las grandes compensaciones que debió recibir Somoza, que me hace creer su versión.  Tendrá que enfrentar juicio, al cual espero vaya con por lo menos un abogado que valga por seis.

De ser cierto lo que se le imputa a Somoza y que si no se lleva el caso en alzada, nunca sabremos, hay varios aspectos preocupantes.  Lo primero es el hecho de que condujera a exceso de velocidad – se estima unas 90 millas, en compañía de su hijo menor de edad.  Primer mal ejemplo.  Si en efecto iba regateando, doble mal ejemplo. Lo segundo preocupante es la impresión que se proyecta de que si usted estudió en el Colegio Marista, ocupó uno de los cargos más altos en el gobierno del mismo partido que el actual, posee suficiente dinero como para andar en un Porsche y tiene suficientes influencias como para comparecer asistido por media docena de abogados, usted podrá zafarse de un caso que pintaba tan mal.

En Puerto Rico se da con frecuencia esto de las carreras clandestinas, pero no creo que sea tan común que ocurran en carros como estos.  Creo -como cree la mayor parte de la gente- que otro hubiese sido el resultado si el regateo fuese entre dos residentes de un residencial en dos toyotitas.  El problema estriba en que no todo el mundo tiene el mismo acceso a la justicia.  ¿Recuerdan el caso de O.J. Simpson? Comparecer al tribunal puede ser muy costoso, particularmente si ha de examinarse evidencia que requiere el uso de peritos, como debe haber sido en este caso.

Somoza tiene, como todo ciudadano, el derecho a una buena defensa y si puede pagar la mejor, o tiene suficientes amigos abogados criminalistas, más mejor. Cualquiera de nosotros está expuesto a que se nos acuse de algo que no es cierto y quisiéramos tener la mejor representación legal, seamos o no culpables.  Lo que llama la atención de este caso es que todo apunta a que en efecto, Somoza estaba, por lo menos, conduciendo a exceso de velocidad en compañía de un menor y en el peor de los casos, regateando.  El olfato del pueblo nos dice que logró salirse con la suya, mientras que a Arturo Massol se le trata distinto.  El mensaje, que no es descabellado, es que si usted anda en un Porsche -o Mercedes, BMW, etc., le va a ir mejor que si anda en un Jeep destartalado y ni hablar de si se le considera un revoltoso, por andar defendiendo el ambiente.

Puedo dar fe de las muchas veces que se me miraba con extrañeza cuando llegaba a un valet parking en mi mazdita viejo. En una ocasión, el encargado, pensando que había entrado por equivocación al carril de ese servicio, me dijo señora, tiene que mover el carro, esto es para valet parking, a lo que respondí para su sorpresa, con actitud y mi mejor cara de Tía Judith que era cívica:  pues… Ya no tengo el mazdita, pero que conste que tiene más alma que un Porsche, aunque no creo que me den mucho mejor trato en el Accent que tengo ahora. Hay una actitud generalizada de que la gente con autos caros y ropa de diseñador merece más respeto que los demás. 

Para complicar aún más la cosa,  los policías se ven ante situaciones incómodas cuando los ocupantes de estos autos delinquen, porque piensan que serán objeto de represalias.  Imagino cómo se sentirán los policías involucrados en la querella de Somoza –desanimados, frustrados y desilusionados de un sistema de justicia que los abandonó, independientemente de si lo que se le imputaba a Somoza era cierto o no.

Lo otro que me parece muy interesante en este caso es que pone de manifiesto una conducta infantil que caracteriza particularmente a los hombres.  Hay una fascinación automovilística que parece no haber superado la etapa de jugar con carritos.  Podemos verla en las luces de tránsito, donde algunos dueños de esos autos con fama de alcanzar grandes velocidades aceleran el carro detenido – vruumm-vruumm, mientras miran el de al lado, como retándolo a ver quién arranca primero.  Algunos arrancan chillando gomas y sienten gran satisfacción al ver que lograron robar unos segundos en el arranque.  Y ni que decir de la obsesión, en ocasiones a costa de sacrificar necesidades básicas, de  engancharle cuanta ñoñereta hay al carro, que total, va a hacer la misma función que hacen los demás –llevarnos y traernos.

Si todo lo que se le imputa a Somoza es cierto, tiene un caso grave de regresión.  Ya no está para jugar con carritos, sobre todo cuando ese juego pone en peligro su vida y la de otros. Espero esta experiencia le sirva de lección y tenga una de esas conversaciones con su hijo en la que le dice, haz lo que te digo, no lo que hago.  Arturo Massol no tiene que tener esa conversación con su hija.  Lo que va a ser difícil es que mantenga la confianza en las instituciones que se supone están ahí para garantizar justicia.

8 de septiembre de 2018


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